lunes, 7 de diciembre de 2015

Encantada de conocerte, Víctor Chamorro

Acabo de pasar unos idílicos días en el balneario El Salugral de Hervás (Cáceres), donde las horas han transcurrido plácidas y relajadas entre conversaciones, baños, chorros, paseos y nebulizaciones, gracias al termalismo para la tercera edad. Hervás es un pueblo encantador de amables gentes, rodeado por el rio Ambroz y por un bosque impenetrable de robles, pinos y árboles frutales teñidos, en este mes de diciembre avanzado el otoño, de color ocre con reflejos dorados y algún matiz rojo. La niebla matutina dejaba paso enseguida a un sorprendente cielo azul de temperatura agradable que ha hecho que me haya quemado la cara como si estuviera en el mes de agosto en mi pueblo, porque los extremos se juntan (Levante y Extremadura).
Pero la gran sorpresa ha sido el reencuentro, después de ocho años, de mi compañera de viaje, Charo, con el escritor Víctor Chamorro (nada que ver, supongo, con el fiscal Chamorro ni con el periodista Eduardo Chamorro). Lo encontramos, amodorrado por la tibieza de la lumbre, en su casa de la Corredera, al pie de una tabla de clérigo a modo de pupitre, triste por la pérdida de su mujer y diezmado por una bronquitis. Pero los recuerdos del pasado y la emoción del presente le hicieron enseguida convertirse en el conversador ingenioso e irónico que siempre ha sido, eterno buscador de historias, de juegos de palabras y de frases breves como dardos certeros, siempre a la búsqueda de la palabra precisa. Acostumbrado a nadar contra corriente con la vehemencia de quien sabe que tiene la razón, me recordó a otro profesor y famoso izquierdista, Julio Anguita, con el que comparte fisonomía semítica
Víctor, como cuenta su hija Maite, es un escritor que se dedicó a la enseñanza; que vive para la pluma, pero no de la pluma.  Este novelista, desconocido para mí pero no para los habitantes de su pueblo y de Extremadura, ha sido el eterno finalista de todos los premios más importantes, incluido el Planeta que le robaron en el último minuto. Hecho que le honra, porque el haber vivido fuera de los mentideros literarios, silenciado por los manuales de literatura convencional y por la crítica nacional, le ha hecho convertirse en uno de los escritores más libres e indómitos del panorama literario español.
Con él repasamos lo viejos tiempos de la transición que él llama transacción. Sin caer en la amargura, sigue con multitud de proyectos. Ahora me dispongo a leer los libros que generosamente me ha regalado: Pasión extremeña en 15 actos y Guía de bastardos. En este último me ha puesto la dedicatoria: “Encantado de haberte conocido”. Yo también lo estoy, maestro, y espero que ya estés recuperado de la bronquitis que, créeme, no es culpa de esos puros que te fumas a escondidas. Cuando estés recuperado, cómete a besos a tu nieto, Víctor III.

Hoy, lunes 8 de mayo del 2022, ha fallecido Víctor Chamorro en Plasencia. Fue un placer conocerte y leerte.

Para saber más:  Youtube  El sillón de Víctor, película-documental de José María Sánchez Torreño

sábado, 14 de noviembre de 2015

Micromachismos


Interesante página del diario.es  para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Un espacio donde se pueden compartir experiencias. 

domingo, 8 de noviembre de 2015

Juan Tallón: Descartemos el revólver

 Me he perdido  varias veces en las páginas del blog de Juan Tallón  descartemoselrevolver saboreando sus trazos como tragos. Así empieza a modo de biografía:

Mi basura personal

Me llamo Juan Tallón, sí, pero no sé… Cualquiera tiene un nombre. También los perros. Tuve uno que se llamaba Pelé. Un nombre no significa una mierda, como se ve. Hablando de mierdas, trabajé una buena temporada en un periódico, pero salí escaldado. Fue la peor etapa de mi vida, aunque no estuvo tan mal. Nunca volveré. Mal se tiene que dar todo para que vuelva. Tal vez un día vuelva, supongo. Ahora ando por ahí, a mi aire, haciendo el imbécil. De vez en cuando escribo en El País, El Progreso o Jot Down, Hablo brevemente en ‘A vivir que son dos días’, de la Ser. No tengo teorías, ni métodos. A veces no pienso. No escribí una novela a los nueve años. Recuerdo que mi primer cigarro fue un Royal Crown. En cuanto a mi primera copa, creo que no hubo una primera copa. Siempre bebí. Mi novela La pregunta perfecta (2011) aborda los misteriosos lazos que vincularon a César Aira y Roberto Bolaño, mientras que en Fin de poema(2013) narra las últimas horas con vida de Pavese, Pizarnik, Sexton y Gabriel Ferrater. Soy autor de El váter de Onetti. Pero en general no sé exactamente de qué tratan mis libros. Me limito a escribirlos. y después a olvidarme de ellos para recordar de qué irá el próximo. Leo a Mario Levrero para saber a dónde quiero ir. Soy el traductor de César Aira al gallego. Puedo estar callado muchísimo tiempo. Soy un tipo taciturno y triste, pero nunca he estado deprimido. Hasta en eso es mi vida gris. Estoy convencido, como aquel personaje de La noche, de Antonioni, que sienta bien insultarse de vez en cuando, sirve para poner las cosas en su sitio y animarse. Nunca utilizaría un blog para hablar bien de mí mismo o para decir algo a mí favor, sólo para contar mis mierdas. No puedes escribir un relato honesto, auténtico, si no pones toda tu basura encima de la mesa. Tú mierda personal es tu carta de presentación. Tienes que respetarla. Todos estamos de mierda hasta arriba. Sin basura, no hay biografía.

  
                   

Una película y un libro sobre la muerte anunciada por cáncer

 La muerte aparece a la hora de siempre en el mes de noviembre. El sol tiene prisa por despedirse con los preparativos del viaje del invierno. "Vaya mes, empieza por los difuntos y acaba por san Andrés, que murió crucificado", así se refería mi madre, poco amiga de los refranes, a un mes triste donde en casa siempre nadaban en un tazón de aceite, colocado en un pasillo, unas livianas velas que recordaban a los difuntos. De pequeña me sorprendían sobre todo los reflejos fantasmagóricos de su danza proyectada  en las paredes. Entonces había pocas palometas que honraran a los antepasados; ahora, si la costumbre siguiese, no podrían moverse a su gusto. Llevamos en el recuerdo a demasiadas personas muertas, bien por la edad o por esta enfermedad cruel.
Este mes de noviembre, con un día de diferencia, he visto una película (Truman) y he
leído un libro (Arenas movedizas), que hablan de la vida como antesala de la muerte y afrontan con enorme dignidad lo que vendrá después. En la película estuve llorando desde el primer fotograma hasta el último; el libro, que me leí de un tirón en un solo día, me produjo un inquietante insomnio. En Truman, Julián (Ricardo Darín) vuelve a tener cáncer y decide vivir sus últimos días sin tratamiento;  el tema es la amistad y las despedidas.  Mankell cuenta el duelo con la muerte desde la perspectiva de la vida, porque el autor se cree capaz de vencer. En el descenso a los infiernos, encuentra alivio en la lectura de los libros, las fotografías de las obras de arte y la música. Escribe la avalancha de recuerdos que le vienen a la mente durante las sesiones de quimioterapia y elabora un testamento lleno de paz y sosiego que no excluye la denuncia política y social. Un espejo retrovisor en el que mira atrás para seguir avanzando:
"Puede que no me atreviera a pensar en el futuro. Era territorio incierto, minado. Así que volvía continuamente a la infancia. Trataba de arenas movedizas. De cómo un hombre, vestido con un uniforme de color caqui y con un rifle al hombro, equipado para una expedición, pisa por casualidad un banco de esas arenas traicioneras, que lo atrapan en el acto. Al final, la arena empieza a taparle la boca y la nariz. El hombre está condenado. Se ahoga y el pelo que le cubre la cabeza desaparece finalmente sumergido en la arena.
Las arenas movedizas estaban vivas. Los granos se convertían en tentáculos
espeluznantes que engullían a un ser humano. Un agujero de arena que comía carne.
Cuando supe que tenía cáncer, ese miedo volvió. Me afectó igual que la primera vez, ahora lo comprendo. La sensación que experimenté fue precisamente ésa, el pavor que me causaban las arenas movedizas. Me resistía a que tiraran de mí y me tragaran. La certeza paralizante de que sufría una enfermedad grave e incurable. Me llevó diez días con sus noches, con muy pocas horas de sueño, mantenerme en pie y no quedar paralizado por el miedo que amenazaba con destruir toda mi capacidad de resistencia.
Ni una sola vez, que yo recuerde, me vi tan desesperado como para echarme a llorar. Tampoco grité de angustia en ningún momento. Fue una lucha silenciosa por sobrevivir a las arenas movedizas".

jueves, 5 de noviembre de 2015

Profesores buenos y malos: un falso debate sobre el profesorado

Otra vez demonizando al profesorado y, lo peor, que esta vez lo hace un catedrático de instituto.


Me quedo con la frase escrita por Manuel Pérez Sola en un foro: "Yo quiero ganar más y jugar al candy crush". Y con el compañero de fatigas y luchas Agustin Moreno
Educar con la tribu o a destajo

domingo, 1 de noviembre de 2015

La tentación de vivir: teatro joven y divertido para congelar los problemas


Todos los viernes a las 9 de la noche en la pequeña sala de teatro Estudio 3 se presenta La tentación de vivir, comedia escrita por la autora uruguaya Denise Despeyroux. La recomiendo porque es muy divertida y está muy bien interpretada. Además actúa Luis Riera Ramírez, autor y actor, al que ya he dedicado alguna entrada y que aquí da vida a un joven inseguro que aprovecha las reuniones de Alcohólicos Anónimos para ligar.
¿No puede más con su vida? ¿Le invade la desesperación y llora todas las noches? ¡No espere más!: CONGELE SUS PROBLEMAS.


La Tentación de Vivir habla sobre cosas que no podemos controlar, o de que en realidad no podemos controlar casi nada. Nos conocemos poco, conocemos poco a los demás y conocemos también poco del mundo y de sus leyes. Solo queda ir sorteando escollos o aventuras, relacionarnos con el azar, con el destino, o con la falta de ambas cosas; creer o no creer en los signos, pero no tener otro remedio más que interpretarlos. Mientras tanto, hay cosas que el destino se propone con obstinación.

Samarcanda en otoño

Cuando era pequeña me aburría muchísimo en todas las clases y me entraba un sueño invencible que solo podía esquivar metiéndome en el libro de Geografía donde veía las fotos de lugares exóticos. Me imaginaba visitándolos, viviendo mil y una aventuras como las de los protagonistas de las películas. Por eso siempre quise ir a Atenas, a las pirámides de Egipto, a las ruinas del Machu Pichu  y a los templos budistas de la India. Allí descubrí uno de los sitios más increíbles: la ciudad de Samarcanda, en la ruta de la seda, nudo de comercio y de comunicaciones donde se encontraban todos los viajeros de Oriente y Occidente. 
Por fin, este mes de octubre, aprovechando el clima benigno del otoño, se ha cumplido mi sueño, he viajado a Uzbekistán y he visto con mis propios ojos la insólita ciudad. Como no me atrevo a viajar por mi cuenta, opté por un viaje organizado por Periplos que trabaja con la agencia de Nuestro Pequeño Mundo de Alicante.  El país es barato, pero el viaje no tanto porque no hay vuelos directos y viajar con las líneas turcas encarece los precios; además realizamos un vuelo interno desde aeropuertos sin aviones y un trayecto en Talgo con tecnología española un tanto anticuada. Muchos kilómetros y poco tiempo libre para rentabilizar el viaje de ocho días. Todo estaba medido y bien organizado por Eugenio y Alberto, con un guía acompañante, Ruslan, que nos explicaba con todo detalle la historia, los monumentos y los personajes importantes que hicieron que este país, lejos del mar y situado en espacio inhóspito, apenas sin vegetación, con un clima extremo, fuera el centro del mundo, donde confluían los saberes de Persia, China, India, Bizancio y Roma. La arquitectura impactante, es muy similar en todas las ciudades y al final, con el síndrome del turista empachado, no lográbamos distinguir una madrasa de una mezquita ni una ciudad de otra. Todas las ciudades responden a la arquitectura de las  cinco M: mercados, madrasas, minaretes, mausoleos y mezquitas. Solo vimos camellos de cartón piedra decorando plazas.
A Uzbequistán llegan pocos turistas y los que vamos somos observados con las mismas caras de sorpresa que ponemos nosotros ante esos rostros sorprendentes,  resultado de mestizaje entre mogoles, árabes y rusos. No me gusta fotografiar a las personas porque creo que deben respetarse sus creencias y gustos, pero extrañamente aquí fui yo la fotografiada. Reverencian a los ancianos y llaman la atención, sobre todo, los grupos de mujeres sonrientes con dientes de oro, que según nos explican llevan en su dentadura un capital por si son repudiadas. El fotógrafo Serguéi Mijáilovich Prokudin-Gorski nos dejó unas espléndidas fotos de principios de siglo XX que todavía siguen vigentes, sobre todo sus retratos:



En este viaje he conocido historias heroicas de conquistadores legendarios como Gengis Khan,que saqueó el país; el persa Ismael Samanní que gobernó en los siglos noveno y décimo; Tamerlán, el conquistador que creó el imperio timúrida en los siglos XIV-XV y de sabios como Al Juarizmi, el matemático, introductor del cero y padre del álgebra; Avicena el médico descubridor de la circulación de la sangre;Ulugbek el astrónomo, nieto de Tamerlán. En Samarcanda nos encontramos con una calle con el nombre de Rui Gonsalez de Clavixo, embajador madrileño que envió Enrique III de Castilla en 1403 con el fin de convencer a Tamerlán para que guerreara con los turcos otomanos y así impedir que se expandieran por Europa.
En la actualidad, las ciudades más importantes son calcos de una ciudad rusa: grandes avenidas y jardines, aceras  inapropiadas para el peatón por su falta de iluminación, asfalto estropeado por los hielos y monumentos megalíticos a sus antepasados (las esculturas de Lenin y Marx han dejado paso a Tamerlán en todas las plazas).  No ocurre lo mismo en  Khiva y Bukhara, ciudades menos conocidas, que todavía conservan su casco antiguo.
La comida es rica y abundante, numerosos entrantes de verduras, sopa y carne. El plato típico de las celebraciones es el plov, una especie de cuscús con arroz que ellos tratan de relacionar con la paella. 
 El estado es laico aunque en su calendario conservan todas las fiestas islámicas  y deja solo una pequeña parte de las mezquitas para el culto, vigilando y censurando todo lo que suene a fundamentalismo porque tiene como vecina a Afganistán. El gobierno es supuestamente democrático con un dictador claramente pro-ruso; admiten el aborto y han abolido la pena de muerte. Se están abriendo ahora al turismo y sorprende que, en lugares históricos en plena reconstrucción, se pida una pequeña cantidad para hacer fotos sin que conste en ningún lugar. Los museos son pequeños y cutres, pero los artesanos y los mercaderes de baratijas han usurpado el lugar de los antiguos estudiantes de las madrasas para vender sus productos, lo que nos choca sobre todo a los cristianos acostumbrados a oír el episodio de Jesús y los mercaderes en el templo.  No hay muchos hoteles y estos no responden a los gustos del viajero occidental. Los aseos públicos son escasos y sucios, unisex y a la turca, a pesar de que también te cobran dinero. En un largo trayecto en autobús no quedó más remedio que parar en medio de la carretera y hacer nuestras necesidades entre campos de algodón con el culo en pompa reluciendo al sol. No vimos pobreza en ningún momento y los zocos eran un ejemplo de higiene.
Samarcanda responde a su aura de leyenda: no tiene mar pero es azul, por su cielo, por los reflejos de las cúpulas turquesas y los azules de los minaretes. La cerámica y los mosaicos que recubren sus estructuras de barro relucen majestuosas bajo un sol implacable. Es un oasis en medio del desierto que lleva siglos sorprendiendo a los cansados viajeros. Un faro para guiarte en el desierto. Se siente el síndrome de Stendhal: la belleza de su construcción arquitectónica es sublime, los espacios son majestuosos tanto de día como de noche.  Pero, en realidad es un espejismo, queda muy poco de la ciudad antigua de Samarkanda, excepto los monumentos, que están muy reconstruidos desde la época soviética. Se ha perdido la pátina del tiempo y se tiene la impresión de estar en un magnífico e insólito decorado de cine. 
En uno de los mausoleos de la colina de Shahi Zinda se pueden ver fotos del antes y el después de la reconstrucción y se duda si lo que vemos en la actualidad es lo que existió antes.  En una ciudad azotada por vientos implacables, los arquitectos querían sorprender a la gente con la majestuosidad de las cúpulas y los minaretes nunca vistos para engrandecer al Islam, aunque no tuvieron en cuenta que los materiales utilizados, sobre todo los mosaicos y azulejos, no durarían siempre.
Estoy convencida de que se volverán a estropear (las palomas anidaban bajo cúpulas recién abiertas al público) y habrá que volver a reconstruirla mil y una veces, como una muestra más del esfuerzo inútil que supone la frágil existencia humana. 
Cuando volví a Madrid, después de tocar los sueños con la mano, exhausta, presentaba las tres C del viajero: cagalera, constipado y estaba llena de morados por las caídas.  

Nuestro amigo y viajero Jaime Ortolá Crespo ha hecho unas magnificas fotografías:
Aconsejo admirar las fotos y oír la música de Borodin al mismo tiempo. 


En El rincón de Sele se encuentran fotografías de todos los lugares visitados y 
muchos más datos, sobre todo para los que quieran viajar por libre.