leído un libro (Arenas movedizas), que hablan de la vida como antesala de la muerte y afrontan con enorme dignidad lo que vendrá después. En la película estuve llorando desde el primer fotograma hasta el último; el libro, que me leí de un tirón en un solo día, me produjo un inquietante insomnio. En Truman, Julián (Ricardo Darín) vuelve a tener cáncer y decide vivir sus últimos días sin tratamiento; el tema es la amistad y las despedidas. Mankell cuenta el duelo con la muerte desde la perspectiva de la vida, porque el autor se cree capaz de vencer. En el descenso a los infiernos, encuentra alivio en la lectura de los libros, las fotografías de las obras de arte y la música. Escribe la avalancha de recuerdos que le vienen a la mente durante las sesiones de quimioterapia y elabora un testamento lleno de paz y sosiego que no excluye la denuncia política y social. Un espejo retrovisor en el que mira atrás para seguir avanzando:
"Puede que no me atreviera a pensar en el
futuro. Era territorio incierto, minado. Así que volvía continuamente a la
infancia. Trataba de arenas movedizas. De cómo un hombre, vestido con un
uniforme de color caqui y con un rifle al hombro, equipado para una expedición,
pisa por casualidad un banco de esas arenas traicioneras, que lo atrapan en el
acto. Al final, la arena empieza a taparle la boca y la nariz. El hombre está
condenado. Se ahoga y el pelo que le cubre la cabeza desaparece finalmente
sumergido en la arena.
Las arenas movedizas estaban vivas. Los granos se convertían en
tentáculos
espeluznantes que engullían a un ser humano. Un agujero de arena que comía carne.
espeluznantes que engullían a un ser humano. Un agujero de arena que comía carne.
Cuando supe que tenía cáncer, ese miedo volvió. Me afectó igual
que la primera vez, ahora lo comprendo. La sensación que experimenté fue
precisamente ésa, el pavor que me causaban las arenas movedizas. Me resistía a
que tiraran de mí y me tragaran. La certeza paralizante de que sufría una
enfermedad grave e incurable. Me llevó diez días con sus noches, con muy pocas
horas de sueño, mantenerme en pie y no quedar paralizado por el miedo que
amenazaba con destruir toda mi capacidad de resistencia.
Ni una sola vez, que yo recuerde, me vi tan desesperado como para
echarme a llorar. Tampoco grité de angustia en ningún momento. Fue una lucha
silenciosa por sobrevivir a las arenas movedizas".
Henning
Mankell pide tregua al cáncer para escribir unas memorias de urgencia. Noticias
de Cultura http://goo.gl/9v9K9w
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