En 1891 Torcuato Luca de Tena lanza la revista Blanco y Negro. Quiere ser, según sus palabras, “una crónica constante de todo lo que constituye la vida moderna”. La publicación, que se vende por 15 céntimos –una suma importante en la época– se agota en pocas horas cuando se lanza el primer número, el 10 de mayo. Tiene el objetivo de informar y entretener. Su lanzamiento revoluciona el sector. Usa buen papel y la mejor tecnología de la época para la impresión. Pero hay otra novedad: es una revista ilustrada. Algunos colegas criticaron que una publicación no podía ser a la vez de información y de monos (ilustración y fotografía), él respondió “la letra con monos entra”. Monos que dibujaban grandes ilustradores de la época como Eugenio Varela, Narciso Méndez Bringa o Ángel Díaz Huertas, a los que se sumaron durante las siguientes décadas firmas como Joaquín Xaudaró, Francisco Sancha, Rafael de Penagos, Ramón Gaya o Antonio Mingote. Un conjunto de obras que permanecen unidas y forman la Colección ABCMadrid está profundamente unida a la revista Blanco y Negro y al periódico ABC. Atraídos por su modernidad en su sede se reunieron numerosos escritores y artistas que retrataron la vida misma: los lugares, los edificios y los personajes madrileños de todas las clases sociales. La exposición La jaula de los monos. 6 miradas a la colección ABC, en el Museo ABC de Madrid que comparte con el Centro Cultural Clara del Rey, realiza un itinerario pictórico por distintos periodos cronológicos, desde sus comienzos hasta los 2000. Los 6 encargados de la selección de cada época son Inmaculada Corcho, Víctor Zarza, Eduardo Alaminos, Fernando Castillo, Juan Manuel Bonet y Julieta de Haro. A ellos se suma la propuesta de Andrés Trapiello Este Madrid.
ESTE MADRID
Madrid como
entidad pictórica cristaliza tarde, con Goya. Antes hubo, claro, artistas que
llevaron la ciudad de Madrid a sus cuadros, como asunto principal o como fondo
y acompañamiento. Acaso, como no podía ser de otro modo, el gran pintor de
Madrid fue Velázquez, que pintó como nadie «el aire de Madrid», el de la sierra
del Guadarrama, observada por él desde la Torre del Viento, y el de los
interiores del Alcázar. Y su yerno Mazo, y otros más en pinturas con más valor
documental que pictórico. Pero fue Goya, con sus praderas de San isidro y sus
escenas matritenses (carnavales, cacharreros, placistas) quien fijó el tema
madrileño. Tras él otros, Lucas, Alenza… Hasta los del 98. Estos, con Beruete y
Regoyos a la cabeza, hicieron con Madrid lo opuesto a Velázquez, que vio de
dentro afuera, y sacaron sus caballetes a los arrabales de Madrid, para
retratar, de fuera adentro, su palacio, su río, su lejanía… En unos años Madrid
fue uno de los asuntos preferidos de los pintores, como lo fue también de sus
escritores, y surgieron cien ilustradores que trabajaron con los textos de
Larra, Mesonero, Alarcón, Fernández de los Ríos y, por supuesto, Galdós. Y por
supuesto cien periodistas y escritores más que acercaban a la curiosidad de los
lectores de Madrid, de España y aun, de Hispanoamérica, los mil aspectos de una
ciudad cada vez más cosmopolita y atractiva. Muchos de esos ilustradores que
trabajaron desde el último tercio del XIX hasta casi finalizado el XX figuran
en la extraordinaria colección procedente de los archivos del ABC y de Blanco y
Negro, publicaciones para las que hicieron sus trabajos.
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