viernes, 19 de agosto de 2022

A la vejez, comedia



No sé si hacen más daño los años que los perjuicios o las lesiones (los prejuicios, también). Envejecer es una putada, pero es una etapa más de la vida que nos ha dado y quitado tanto. Recuerdo que mi padre siempre leía en el periódico la sección Necrológicas y se ponía contento cuando alguien más joven que él había muerto. Una alegría triste porque sentía enormemente que hubiese sido antes de tiempo, pero de esa manera manifestaba su deseo de seguir vivito y coleando. Y eso que la vejez, como las canas, no nos llega a todos a la misma vez. Se empieza a asomar a cualquier edad cuando el cuerpo se convierte en tu carcelero, andas como una tortuga y vas más a la farmacia que a los bares. Duermes poco y te ilusionas menos. Prefieres quedar a comer que a cenar. Hablas en diferido, los nombres se te enganchan en la punta de la lengua. Miras sin ver y oyes sin entender. Tienes la mente frágil y el metabolismo atascado. Cometes errores imperdonables en el blog. La televisión no tiene nunca el volumen adecuado a tus oídos, los jóvenes actores no saben vocalizar como los que salían en Estudio1. Vendes el coche y no renuevas el carné. Te da pereza llamar por teléfono. No te has fumado un cigarro desde la última vez que hiciste el amor, sino cartones. Gruñes más que ríes y piensas que los demás, que son tu espejo, son insoportables. No nos queda otra que tomárnoslo con humor. Sentimos las molestias de la edad que nos causan dolencias y las molestias que causamos a las demás por nuestras dolencias, pero todavía nos queda mucho por disfrutar. Como dice Maitena, humorista gráfica, todavía hay cosas que son dignas de envidiar a los mayores: no trabajamos, tenemos todo el tiempo libre; vestimos, hacemos y decimos lo que nos apetece; no sentimos apego por las cosas materiales; disfrutamos de los amigos sin competir con ellos... ¡Fuera las prisas! ¡Qué bien que sigo vivo! 
Cuando alguien me pregunte ¿Cómo estás?, responderé: mayor, que es una forma más acertada de decir vieja. Así me ahorro de dar otro tipo de explicaciones que pueden ser engorrosas. 


Para mí, las frustraciones de la edad avanzada se ponen de manifiesto sobre todo a principios del verano, cuando trato de entrar en la ropa y en los zapatos del año pasado, tarea imposible. Encima, el médico me vaticina que mis curvas junto a mis análisis ahora son peligrosas de verdad. Creo que las personas mayores todavía llevamos dentro el joven que fuimos (ver sexalescencia) y algunas almacenan toda la sabiduría adquirida con los años. Por eso me gusta relacionarme con personas de mi misma quinta, me hacen sentirme joven, van a mi compás. 
La vida es rica en todas las edades a pesar de sus ridiculeces y de la manera estúpida en que nos obsesionamos con lo superfluo. El humor es nuestra tabla de salvación, nos hace reírnos de nuestras vulnerabilidades. A la vejez, comedia.

Interesante el artículo de El Confidencial Esas pequeñas cosas que te irritan cuando te haces viejo: la sátira irresistible de Nora Ephron. "El pasado se me escapa y el presente es una lucha constante. Me resulta imposible seguir el ritmo". 'No me acuerdo de nada' es una recopilación de artículos que ahora recupera en castellano Libros del Asteroide.

Víctor Hugo: Poniéndome viejo.

Benedetti, en el poema Pasatiempo, refleja la percepción de la vida y la muerte desde niño hasta la vida adulta:

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía

luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra

ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros

ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

5 comentarios:

Guillermo Cabañas dijo...

¡Por fin te acuerdas de tus fans! Ya era hora.
Me he sentido totalmente identificado con tus opiniones. Sobre todo con lo importante que es mantener el sentido del humor y saber reírse de uno mismo y de los inevitables achaques.
Pero el joven que llevo dentro no quiere ni pensar en no renovar el carnet de conducir. Cuando eso ocurra te llamaré para que me consuela y me animes.
Hasta entonces, y siempre, sigue alegrandonos con tus reflexiones en el blog.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Mª Ángeles Cuéllar dijo...

Los viejos moteros nunca mueren. Un abrazo.

Angeloxo dijo...

Fantástico!

Mª Ángeles Cuéllar dijo...

Muchas gracias, Ángel, los buenos ojos con los que me lees. Un abrazo.

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