lunes, 10 de agosto de 2020

Mi ilustre vecina, Emilia (Pardo Bazán)


A través de la biografía de Emilia Pardo Bazán, he descubierto que la escritora gallega, que conquistó espacios públicos vedados a las mujeres, vivió desde 1890 en el número 35 de la calle de San Bernardo donde creó una de las tertulias más afamadas del Madrid de su época, allí radicaron también sus aventuras editoriales, la Biblioteca de la Mujer (en la que editó su propia obra) y la revista literaria Nuevo Teatro Crítico.
Su relación con distintos espacios del barrio está bien documentada y comenzó incluso antes de ser vecina del mismo (la calle de San Bernardo, la plazuela de Santo Domingo, la calle del Pez, la Gran Vía… salen reflejadas en Morriña). Habitando ya en la zona, Pardo Bazán frecuenta la calle de los Libreros, la Universidad, el Teatro Lara, la redacción de El Imparcial, el Instituto Cardenal Cisneros –donde estudió su hija Blanca–, o la farmacia del D. Garrido (en la calle de la Luna, hoy Farmacia Cardona). Por su cercanía de la Universidad Central, el barrio era rico en librerías, cafés literarios e imprentas. En la misma calle San Bernardo estaba, por ejemplo, la imprenta de Agustín Avrial, donde se imprimió en 1899 la versión en papel la conferencia La España de ayer y la de hoy, que doña Emilia impartió con gran éxito en París. Pardo Bazán tiene estatua frente a los números 2 y 4 de la calle de las Negras, en su cruce ya con la calle Princesa, en los recientemente bautizados como Jardines de las Feministas.
Las tertulias de San Bernardo primero fueron semanales (los jueves), y luego quincenales y vespertinas. A su casa, de modesta fachada y de estancias lujosamente decoradas, en la que destacaban la biblioteca y el salón, asistían escritores, pero también políticos, artistas, aristócratas y, en definitiva, todo aquel que era alguien en Madrid.

El monólogo Emilia 



 Emilia de Noelia Adánez es un monólogo mezcla de alegato y biografía en el que la escritora se despacha a gusto contra la sociedad que quiere encorsetarla. Un discurso imaginario que ha servido para construir un monólogo de una gran fuerza histórica. La función comienza con la irrupción de Emilia Pardo Bazán en la Real Academia de la Lengua en 1889. Las eminencias del momento, Clarín, Valera, Zorrilla… se le echan encima desde sus sillones con abucheos y campanillas intentando frenar su discurso. Pero Emilia es una mujer adelantada a su tiempo que no está dispuesta a que la aparten del camino. Ni a callar. 

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