En el Museo del Prado, ahora sin visitantes, se expone, desde
junio de 2018, El Tesoro del Delfín,
una colección de vasos en cristal de roca y piedras ornamentales, enriquecidos
en su mayoría con guarniciones de oro y plata, y con diamantes, rubíes,
esmeraldas, perlas y otras gemas. Las piezas fueron traídas a España por Felipe
V, primer rey Borbón español y nieto de Luis XIV, que las heredó de su padre, Luis, el Gran
Delfín de Francia (1661-1711).
A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un
ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo
porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro
que por milagro no se le han roto.
Este lujoso conjunto viene ahora a completarse por unos meses
con la exposición temporal (programada desde el 9 de marzo hasta 13 de
septiembre de 2020) El otro tesoro: Los
estuches del Tesoro del Delfín, compuesta por ciento un estuches que, junto
con los veintitrés expuestos en la sala del Tesoro del Delfín, fueron diseñados
para proteger esas piezas. Fabricados en madera con forro de diversos
materiales, están recubiertos por finas pieles o ricas telas y decorados con
estampaciones heráldicas. El conjunto constituye uno de los más completos del
mundo, con ejemplares de los siglos XVI al XVIII.
Mientras leía la información, me preguntaba si algún estuche no pudo proteger alguna de esas hermosas obras de arte en sus múltiples viajes. En seguida me acordé del
microrrelato de Julio Cortázar Historia
verídica, donde el protagonista intenta proteger sus gafas de una caída con un nuevo estuche
acolchado, pero el destino hace una de las suyas y se produce un extraño
milagro, acaban rompiéndose. Pertenece al libro "Historias de cronopios y de famas" (1962), conjunto de sueños y maravillas en los que
autor argentino nos muestra su universo mágico y absurdo, tan real como la vida misma, una muestra más del
profundo sentido lúdico que puede tener la literatura.
Historia verídica
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y
comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se
encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero
almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde
se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los
anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los
designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha
ocurrido ahora.
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