miércoles, 17 de febrero de 2016

El violín de Ingres





 En la exposición de Ingres me he encontrado con un retrato que no conocía: el de Louis-François Bertin, director del Journal des Débats, un rico empresario editorial en la época de Luis Felipe, el arquetipo del retrato burgués de la época. Si le ponemos unas gafas, el parecido es más que razonable con el director del diario La Razón y expolítico Francisco Marhuenda. El primero, con más canas,  está a punto de explotar y el segundo ya lo ha hecho.
Dejando de lado la tontería, me acordé de la expresión el violín de Ingres, hoy casi en desuso y que hace referencia a personajes que, conocidos por alguna faceta profesional, social o laboral, ejercían ocasionalmente y de manera destacada otra en apariencia muy alejada de  la primera, como es el caso del famoso pintor que era un virtuoso de violín y siempre viajaba con él. También me acordé de Man Ray, artista estadounidense que impulsó los movimientos dadá y surrealista en Estados Unidos tras su paso por el París vanguardista de los años veinte. Como otros muchos surrealistas, se sintió atraído por la obra de Ingres y fotografió a la modelo Kiki de Montparnasse de espaldas, con turbante (como en el cuadro La bañista de Valpinçon) y le pintó los calados de un violín, transformando el cuerpo desnudo de la mujer en el sinuoso instrumento. Haciendo una analogía entre la pasión de Ingres por el violín y la fascinación que le provoca el cuerpo de Kiki de Montparnasse.


























Otra tontería:  qué mal proporcionados están los sensuales desnudos femeninos de Ingres. La columna vertebral de las mujeres parece tener más vértebras de las necesarias y no resistirían ponerse en pie.

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