martes, 13 de julio de 2010

Lectores en las fábricas de tabaco


Una tradición en las fábricas de tabaco de Cuba es la del Lector, una persona que lee a los obreros una gran variedad de textos, desde los periódicos hasta las novelas. Como en los monasterios medievales donde un fraile leía a sus hermanos desde un púlpito pasajes de la Biblia o lecturas sacras mientras almorzaban en el refectorio.
Liadores de historias
Los lectores de tabaquerías comenzaron su labor pagados mediante una modesta cuota semanal entregada por los trabajadores, costumbre que perduró hasta el triunfo de la Revolución. En sus inicios, la lectura se realizaba por los trabajadores designados, los que se turnaban cada cierto tiempo. Generalmente era una persona instruida y educada a quien se le dispensaban grandes atenciones. El lector debía poseer las aptitudes necesarias: tener voz clara y pronunciación correcta, ser lo suficientemente culto para poder interpretar cuando leía o, en muchas ocasiones, evacuar las dudas o servir de árbitro en discusiones sobre materias históricas, literarias y hasta científicas. Para probar sus aptitudes, el nuevo lector, por lo regular, debía pronunciar un discurso que ocupara la atención y la voluntad de los obreros. Uno de estos lectores afirma:“Es la mejor profesión del mundo, la única en la que trabajas mientras lees”. Cuando algún pasaje de la lectura generaba gran interés, los tabaqueros manifestaban su entusiasmo golpeando con su chaveta repetidamente sobre la tabla de hacer cigarros.

Habanos ilustrados
Víctor Hugo, Alejandro dumas, Cervantes y Balzac eran los grandes best sellers de la fábrica. Los libros que más entusiasmaron eran Los miserables, Nuestra Señora de Paris, El jorobado de Nôtre Dame, Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo. Las marcas Montecristo, Romeo y Julieta son un claro homenaje a esas lecturas que tardaban en leerlas cuatro o cinco meses.
De esta manera los tabaqueros se convirtieron en unos grandes eruditos analfabetos, porque apenas un quince por ciento de los trabajadores sabía leer. Como en El Lector, de Bernard Schlink, en la que un adolescente lee los libros a una mujer que no sabe leer, en las fábricas de tabaco cubanas la literatura entraba por el oído.

Para saber más:
http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1024-94352007000600004&lng=en&nrm=i
http://www.elnuevoherald.com/2009/09/25/552069/habanos-ilustrados.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

esto me fue de mucha ayuda, gracias!

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