jueves, 22 de julio de 2010

La cuestión gitana 2: no es lo mismo escolarización que educación


La enseñanza en un principio era sólo para las clases privilegiadas, hasta que se fueron incorporando todas las clases sociales, luego les tocó el turno a las mujeres y finalmente, en los últimos treinta años, se han incorporado los gitanos. No cabe ninguna duda que supone un gran logro y que es un paso más para conseguir su inclusión en la sociedad. Pero las políticas que se han llevado a cabo en educación (hablo de la Comunidad de Madrid) no son las más adecuadas.
La política de realojo ha hecho que los gitanos se concentren en determinadas zonas y que vayan a los mismos colegios e institutos públicos generando muchos y nuevos problemas, de los que no se habla por miedo a ser tachados de racistas. La realidad es que las aulas en las que están presentes son ingobernables; que los alumnos gitanos que llegan al instituto sin saber leer y escribir salen de la misma manera dos años después, a pesar del esfuerzo de buenos profesionales, que se dejan la salud y las energías en ello, y de la cantidad de dinero que se está invirtiendo. No podemos buscar soluciones si no admitimos la realidad.

Institutos- gueto

En el instituto donde entran los gitanos desaparecen los “payos”, que son sustituidos por alumnos extranjeros. Si son minoría en el aula, al ser absentistas, el problema casi no existe, pero si conviven con otros gitanos, imponen sus reglas del juego, a saber: hacer la vida insoportable al resto de sus compañeros y a los profesores como representantes de unos valores que desconocen y que rechazan. Permanecen escolarizados a la fuerza o por el IMI (Ingreso Mínimo de Inserción social o salario social que se da indiscriminadamente a todos los gitanos para escolarizar a sus hijos).
Hay que señalar que no todos los gitanos son iguales, los hay muy educados, con un gran conocimiento de su cultura y dominando las destrezas básicas: los que van al culto evangelista que estimula la aparición de una conciencia moral más exigente, que rechaza ciertos hábitos como el fumar o beber en exceso o consumir otras drogas y también el juego, el adulterio o la violencia. Ellos nos explican claramente que lo que les enseñamos, la cultura paya, no les interesa para nada. Pero tampoco son puntuales, no cumplen los castigos, no compran los libros, no traen el material. Si llueve no vienen, si van al médico tampoco. Si ha habido una defunción familiar están más de una semana fuera. Se olvidan de hacer la matrícula. No traen nunca un justificante escrito.

Alumnos de compensatoria
Los gitanos se convierten en alumnos de compensatoria dadas las graves deficiencias escolares que arrastran desde Primaria, ya que no asisten a Preescolar. Se les coloca por su etnia y por su comportamiento, no por su nivel de conocimientos, con los alumnos inadaptados y difíciles. La discriminación positiva hace que la mayoría de los recursos vayan para ellos aunque abandonen sin titular la escolaridad a los 16 años. Las causas son sobre todo culturales. Las expectativas en el terreno educativo para muchos padres aún se concretan en la frase “con que sepa leer y escribir es suficiente”. La mayoría de los niños gitanos tiene la necesidad de ayudar en las ocupaciones y trabajos de los padres (en su mayoría, venta ambulante), que se acentúa en los desplazamientos de toda la familia por motivos laborales, necesidad de los padres de contar con la ayuda de sus hijas para cuidar a hermanos más pequeños, etc.

Objetores, insumisos y disruptores
Como forman un grupo deficientemente escolarizado no comprenden las normas escolares, como el horario. Presentan comportamientos hiperactivos y dificultades de atención, debidos a la falta de motivación, a la ausencia de protagonismo y a la estructura cerrada de la escuela o el instituto. Carecen de los hábitos y esquemas de conocimientos previos necesarios para aprender y adaptarse, sobre todo en secundaria donde hay más profesores y más materias. En las asignaturas de Lengua y Matemáticas existen desdobles, pero no en el resto de las materias. A veces, ni con dos profesores en el aula se consigue un clima favorable para el aprendizaje.

Profesorado estresado
Los profesores más novatos -interinos, funcionarios en expectativa- son los que se encargan de estas clases que nadie quiere y , después de pasar un calvario, terminan pidiendo el traslado del centro. Los gitanos y, en cierta manera, los inmigrantes plantean desafíos nuevos que sacuden las rutinas escolares, cuestionan los presupuestos aceptados y nos exigen unos conocimientos que no poseemos, porque no hemos sido formados para ello. Además son reticentes ante la autoridad de la mujer. Las armas que tenemos para hacernos con ellos son insuficientes: solo suspensos y castigos.

La Administración y la dirección de los centros no buscan soluciones
Consideran que en las aulas no hay segregación porque está impuesta por la Ley. Las Comisiones de Escolarización deberían servir para repartirlos por la zona, incluso en la enseñanza privada, pero no lo hacen. Tampoco se evita el recurso de llamada que consiste en que vengan todos los integrantes de un mismo clan a un centro para así poder campear a sus anchas. Por parte de la Comunidad Autónoma no se oferta ni un solo curso sobre diversidades culturales, ni existe un asesor de educación sociocultural, ni mediador, por lo menos yo no le he he visto por el centro en el que he permanecido dos años.

El equipo de orientación desbordado
Hace lo que puede: nos llena de información y de buenos propósitos que rara vez se pueden llevar a la práctica. Al final la respuesta es siempre la misma: “esto es lo que hay”. En los claustros tampoco se trata el asunto. Como mucho, al final de curso se realiza una actividad cultural donde demuestran sus habilidades para la música y el canto.

Los padres ausentes

Ni colaboran ni responden a las llamadas y si aparecen es para defender a sus hijos y para amenazar a algún profesor o al equipo directivo (a veces se llega hasta la agresión). Tampoco he visto que se haya intentado crear una escuela de padres.
Los gitanos han pasado -como antes lo hicieron los proletarios y las mujeres- de la exclusión a la escolarización segregada y de ahí a una escolarización unificada. En este tiempo de democracia han dejado de ser marginales para ocupar un lugar privilegiado, que ya lo quisieran muchos alumnos inmigrantes, gracias a la discriminación positiva. Pero, a diferencia de los otros colectivos, no han accedido a la educación que es la que protege contra la explotación laboral, permite el acceso a la cultura y a la igualdad de oportunidades.
La mayoría de la información que he recabado en internet es de hace más de 10 años, pero todas las orientaciones para intentar solucionar esta cuestión siguen sin cumplirse. ¿Hemos pagado con esta situación insostenible los años de marginación de otras épocas? ¿Ahora que ya están realojados en sus casas y matriculados en los institutos de la zona qué más se va a hacer? ¿Cómo se va a seguir trabajando?

¿Problema insoluble?
Ante este problema insoluble, que está costando muchos recursos materiales y humanos, además de las propuestas realizadas por personas más informadas, sólo se me ocurren, desde mi humilde experiencia, algunas medidas que, por lo menos, deberían debatirse:
-Controlar mejor el IMI para concedérselo sólo a aquellas personas que realmente lo necesiten. No para los ricos cuyo dinero viene de la droga, a juzgar por lo que nos dicen los propios alumnos, vemos (vienen al instituto en auténticos cochazos y se gastan una media de 6 euros al día en desayunar) y leemos en los periódicos.
-Evitar la existencia de institutos-gueto.
-Crear becas y ayudas para los buenos alumnos para potenciar que el alumnado gitano termine la ESO.
-Favorecer al profesorado que da clase en estas aulas con más puntuación para los concursos de traslados y/o con rebaja de horas lectivas y guardias.
-Colaborar con el pastor del culto de la zona o con los patriarcas.
-Trabajar conjuntamente con otros Institutos que presenten problemas parecidos.
-Que el mediador sea de etnia gitana o, en su defecto, un gran conocedor de esta realidad social.
-Formar profesores gitanos para que den clases en estos cursos, sólo así en unos años se podrá formar una enseñanza mixta en las dos culturas que propicie la interculturalidad.
- Dotar a los centros de materiales relacionados con la cultura gitana.

Para terminar, tengo que añadir que siempre he pensado que yo no tenía ni un gramo de prejuicio racial. Tanto los gitanos como los payos tratamos de evadir impuestos, tanto gitanos como payos queremos una vivienda de protección oficial. Los gitanos son tan limpios, perezosos e inteligentes como el resto de los españoles, los rumanos, los venezolanos o los chinos. Todos los alumnos disruptores tienen el mismo comportamiento. Tal vez sea víctima de otros prejuicios tales como que la enseñanza tiene que ser común a todos los ciudadanos de un país (independientemente de su raza, religión o sexo) para que haya una verdadera educación que propicie igualdad de oportunidades. No creo que la discriminación positiva remunerada a favor de ningún colectivo sirva para mucho, solo para crear más agravios comparativos de los que ya hay. Por cierto, he estado buscando a cuánto asciende el dinero que reciben los gitanos por llevar a sus hijos al instituto y no he encontrado ninguna respuesta. ¿Alguien lo sabe?

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