miércoles, 3 de julio de 2013

Otro mazazo


Los reyes Magos son los padres, Dios no existe, don Quijote es un personaje de ficción, la lotería no toca nunca, el sueldo no te lo regalan, Marx se equivocó con lo de la dictadura del proletariado, Plutón ha dejado de ser un planeta y Tere y Roberto se separan.
 La noticia me tuvo intranquila toda la noche, se me venían a la mente imágenes captadas por mi retina tiempo atrás: tu emoción al coger el teléfono en los viajes de las chicas de oro, la descripción de vuestros encuentros, vosotros y vuestros hijos, vosotros preparando una cena maravillosa entre miradas cómplices, el regalo de la escuela de letras, el baile acompasado, los monólogos…
Sé que lo llevabas tiempo rumiando y hasta te vi contenta y liberada. Sé que no me has comentado nada porque te  hubiese dicho lo de siempre: calma, sosiego, olvídate de todo, se pasará… Parece que estás viviendo un desamor tan intenso como el amor. La mayoría de las parejas se separan cuando ya no sienten nada. No hay parejas ideales, la vida –sola o acompañada- está llena de espinas, de malentendidos,  desengaños, irritabilidad, pérdida de confianza. Pero si se está acompañado hay que cuidar esa relación como una planta, como una máquina de carbón. A lo mejor este es el mejor momento para volver a conquistaros, a disfrutar de lo prohibido, a romper la monotonía.
Creo que los hombres (y las mujeres también) somos, además de bípedos implumes, polígamos por naturaleza y tenemos que arrostrar esas pasiones como buenamente podamos, incluso enamorándonos al mismo tiempo de dos personas. Todos podemos mentir u ocultar nuestros sentimientos, porque estos son demasiado fuertes y no nos los podemos explicar. Queremos lo que no tenemos, descuidamos lo seguro, valoramos lo incierto. Los arrepentimientos tienen su valor, aunque no sirvan de goma de borrar. Las palabras nos dejan mudos, decimos lo que no pensamos. Hacemos daño y nos hacemos daño, sin quererlo. En fin, un lío. El matrimonio es como una plaza sitiada, los que están fuera quieren entrar y los que están dentro, salir.  Y como se dice en estos casos: que sea para bien.

lunes, 1 de julio de 2013

Palmeras en la nieve, Luz Gabás


Palmeras en la nieve, tras su intrigante título, se esconde una novela de lectura amena y entretenida, ideal para las vacaciones. La acción nos sitúa en Fernando Poo y en Asturias. Una mujer viaja a  Guinea para conocer mejor las conexiones de su abuelo, padre y tío  con la isla a la que emigraron para buscar una vida mejor. La novela está muy bien documentada y nos hace acercarnos a una época colonial olvidada en los libros de historia. Tal vez sobran algunas páginas dedicadas a las relaciones sentimentales. Un buen argumento para una serie de television.

Tomadura de pelo

La peluquería es para algunas mujeres un suplicio, una pérdida de tiempo y de dinero, pero cuando todo te va  mal, cuando estás insatisfecha contigo misma, te acuerdas del anuncio  “Ruppert, te necesito” y acudes a ella. Estoy convencida de que si se hiciese un estudio sobre las horas tontas que, con una pinta infame, pasamos hojeando revistas del corazón delante de un espejo, así como  del dineral que nos hemos gastado a lo largo de nuestra vida, nos asustaríamos. Tener una peluquería en España siempre ha sido un buen negocio, porque todas las mujeres acudimos allí más que a nuestro médico, atávicamente empeñadas en un una lucha encarnizada contra las canas, en busca de la eterna juventud, luchando tinte a tinte contra el tiempo airado,  impidiendo que se cubra de nieve nuestra hermosa cumbre. De joven lo haces  para convertirte en una rubia peligrosa o en una extraña pelirroja, o te pones el pelo azul para fastidiar a tus padres, es un juego; de mayor es una condena para oír por lo menos que te conservas bien. Pero una cosa es ir por diversión y otra por obligación para luchar contra las canas que siguen misteriosos designios de la herencia.  Un tinte en condiciones solo dura un mes como mucho y nos empeñamos en alargar su vida hasta límites insospechados, con lo cual algunas siempre estamos mal tintadas y peinadas.  En un país de teñidas, son pocas las mujeres que se atreven contra corriente a lucir sus canas con el orgullo de quien confiesa que ha vivido. Esta presión no existe en los hombres cuyo pelo blanco está unido a prestigio social y a dinero, su lucha es contra la calvicie.

Tenía que ir sin falta a la peluquería, la luz del techo del cuarto de baño caía inmisericorde sobre un centímetro y medio de canas resplandecientes. Acudí por la tarde, aunque sabía que mi peluquera de siempre, la que me comprende o me ha dejado por imposible, no estaba. ¡Que haya suerte!, me dije. Me tocó un sudamericano de unos cuarenta años y de modales delicados, con pinta trasnochada de galán de fotonovela. No nos entendimos, desde el primer momento nos miramos con desconfianza. Él pensó que con su buen hacer conseguiría un buen porcentaje con los extras insistiendo en que mi pelo estaba hecho un asco y yo luché para que no lo consiguiera.  Y así fue como empezó el duelo en la alta peluquería que terminó en una tomadura de pelo.
-¿Cómo quieres que te llame, Mª Ángeles o Ángeles? -me preguntó amablemente mientras procedía a lavarme el pelo.
-Me da lo mismo- contesté mientras pensaba que de ninguna manera.
-¿Te pongo champú especial apropiado para tu cabello o normal?
-Normal, me arriesgaré.
-Conviene que te pongas una crema para que el tinte te dure más- insistió, armado de paciencia.
-No, gracias. El tinte dura lo que tarda en crecer el pelo, ni un día más.
-Pero es conveniente -continuó incansable al desaliento-. Todo el mundo lo hace.
-Me da igual lo que haga todo el mundo –repliqué-. ¿O es que los tintes que sutilizáis son de mala calidad?
-De ninguna manera. Es que no te voy a poder peinar bien y te voy a dar tirones de pelo.
-Me da igual, no quiero suavizantes.
-Es que tienes el pelo muy dañado y estropeado.
-Claro, de tanto utilizar tintes.
-No te preocupes por el precio- concluyó pensando que era una cuestión de dinero y no de dignidad-. Yo te voy a  cobrar lo mismo y así verás la diferencia.
Una vez más sospeché, porque siempre que voy, pago una cifra diferente y más abultada. La venganza llegó cuando me cortó el pelo, me lo dejó como a un marine de los EEUU y ni siquiera me puso un espejo para que contemplase el desaguisado. No le di propina. Al salir, el peluquero, ya menos amable, me devolvió el abrigo, pero no las plantas de perejil que llevaba en una bolsa aparte. Tuve que volver más tarde a por ellas a encontrarme con su mirada cabreada.

Continuación del texto en:  ¡Vivan las canas! (2016)

jueves, 27 de junio de 2013

Una novela muy divertida: Braille para sordos de José María Mijangos

A José María Mijangos lo podemos ver en una librería, convertido en uno de los personajes que inventa, músicos o escritores que han nacido para perder incluso en los momentos de mayor éxito. La primera novela que leí,  Soul Man, narra las hilarantes peripecias de Cleophus Taylor Brown, un afroamericano oriundo de Menphis haciendo barrabasadas por el Madrid casposo y provinciano de los sesenta. La segunda, publicada unos años antes, Braille para sordos, para mi gusto mejor y más divertida, cuenta la historia de un escritor de novelas policíacas, con ecos de Max Estrella y del protagonista de La tía Julia y el escribidor,  que había disfrutado también de los años sesenta y que malvivía arrastrando su ceguera tras pasarse media vida en la cárcel. Las dos novelas son tremendamente divertidas, con un ácido sentido del humor, parecido al de Tom Sharpe.  He disfrutado leyéndolas y el único pero que puedo poner es la ausencia de personajes femeninos creíbles: las pocas mujeres que aparecen son unas arpías que destrozan a los hombres con los que se casan.

domingo, 16 de junio de 2013

Cuesta arriba


No se estaba nunca quieto, en las fotografías siempre aparecía movido, columpiándose en todo lo que pillaba de tal manera que mayores y pequeños aparecían descolocados, más pendientes de él que del objetivo. Un torbellino de cinco años que, sobre todo, inquietaba al padre Basilio por su espíritu indomable y su inteligencia fuera de lo común. Sus orejas de soplillo estaban atentas a cualquier novedad y sus ojos de miope le daban un aire maduro irritante. Cuando recibía la paga los domingos, salía disparado, con la fuerza que le daba su cuerpo pequeño, a comprarse golosinas y tebeos al quiosco de periódicos, luego se sentaba a silbar en un banco mientras leía. Iba a hacer la comunión junto a sus compañeros en la iglesia de los salesianos y  las horas de catecismo se le hacían interminables. El día que le tomaron la foto estaba escuchando en boca del salesiano: “Dios lo puede todo, es omnipotente, no hay nada que se escape a su sabiduría, es el creador del universo, puede hacer lo imposible…”. Emilito se rascó la nuca y le interrumpió:
-Padre, Dios no lo puede hacer todo.
El sacerdote se preparó para regañarle y le contestó:
-¿Cómo que no puede hacerlo todo?
-¿A que no es capaz de hacer una cuesta arriba que no tenga cuesta abajo?
Rojo de ira y sin palabras, el padre Basilio le dio un reglazo en toda la cabeza que le dolió más a él que al niño. Cuando llegó el fotógrafo, los alumnos, dóciles y calmados, siguieron las instrucciones. No hubo que repetir la instantánea.

domingo, 9 de junio de 2013

El placer de aprender y la pasión de enseñar

Interesante artículo que contiene muchas verdades:

"Pero es que el desprecio con que se trata a los profesores desde la implantación de la dictadura, y que apenas se ha mejorado en la democracia, es otra de las simas que no se han superado y que condenan irremisiblemente al fracaso a nuestro sistema educativo. Mal pagados, abrumados por tareas superiores a cualquier capacidad humana, y denostados como culpables del retraso endémico de nuestra instrucción, los profesores se han convertido en un colectivo de segunda categoría al que muy pocos querrían pertenecer. De tal modo, la enseñanza es el último remedio para obtener un empleo, cuando no se puede administrar una empresa rentable o el nivel de las pruebas no permite acceder a la física nuclear. En consecuencia, una buena parte del profesorado no tiene vocación alguna para una tarea tan dura, tan ingrata, tan mal retribuida y tan poco estimada. Y con la desgana con que enseñan los alumnos no pueden sentirse motivados. En consecuencia, unos constituyen una clase explotada y sin reconocimiento, y los otros se convierten en ciudadanos mal formados, desinteresados de la cultura y frustrados en sus pretensiones de hacerse ricos".

Una mujer de bandera


Parecía una estrella de Hollywood: melena negra y rizada, ojos soñadores, tez blanca, cuerpo delgado y cinturita de avispa. Una luz en el panorama gris de la posguerra, un plato de miel rodeado de abejas, una luciérnaga en la noche oscura. Era oficialmente la guapa del pueblo, la insignia, el estandarte junto con el castillo y la iglesia arciprestal. A su paso se abrían las persianas envidiosas de las mujeres y se levantaban las pasiones de los hombres que, firmes y hechizados, la reverenciaban. Ella lo sabía, aunque su familia puritana la llevaba a raya. “Eres guapa entre las feas, pero fea entre las guapas”, le repetían continuamente. Se fue a estudiar a la capital,  lejos del fichaje familiar. “Para qué querrá estudiar con lo guapa que es”.  Allí le llovían pretendientes de todas las edades y condiciones. En el escaparate de una joyería, un estraperlista con sombrero y anillo de diamantes, se le acercó: "Lo que le guste es para usted". Halagada,  se escapó sonriendo.
Los días de arroz y tartana pasaron pronto, su padre murió, apenas quedaba dinero en casa, era hora de casarse y de sentar la cabeza. Se decantó por un vecino. Fue una sabia decisión, su marido, conocedor de que en la educación cristiana no cabe la infidelidad, estuvo enamorado hasta el último día. Y  ella siguió levantando pasiones hasta que el otoño de la edad media apareció y su estrella se eclipsó: “Con lo guapa que era".  Entonces, con su bandera a media asta,  dejó de ser un blasón para la hombría de los varones y nunca comprendió el dicho popular de que la suerte de la fea, la guapa la desea.

sábado, 18 de mayo de 2013

Eufemismos de la crisis

Interesante artículo de "El País": No digan recortes, llámenlo amor 


Las otras palabras de la crisis ("20 minutos")
PAGO (Repago) Entre los recortes  aplicados al sector  farmacéutico se habló de copago. Pero los ciudadanos pagan dos veces,  con los impuestos y en la farmacia, sus medicamentos.
MOVILIDAD EXTERIOR (Fuga de cerebros) La ministra de Empleo, Fátima Báñez, se refirió como «movilidad exterior» a la salida de jóvenes al exterior en busca de oportunidades.
VEHÍCULOS DE LIQUIDACIÓN DE LARGO PLAZO (Banco malo) Cinco palabras para evitar otras dos que el Gobierno intentó esquivar el mayor tiempo posible.
MEDIDAS EXCEPCIONALES PARA INCENTIVAR LA TRIBUTACIÓN DE RENTAS NO DECLARADAS (Amnistía fiscal) A esas medidas se refirió el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, el mismo día en que de la presentación de los Presupuestos de 2012.
FLEXIBILIZAR EL MERCADO LABORAL (Despidos baratos) Así se presentó la reforma laboral, que se interpretó como despidos más baratos.


La escalera interminable

Apenas jubilado, fue consciente de su decadencia. En un café le robaron, sin que se diese cuenta, el reloj Omega que había permanecido en su muñeca desde que se casó. Fue la primera de una serie de pérdidas a las que asistió con una mezcla de rabia y frustración. Trabucaba los nombres. Farfullaba sin que le entendiesen. Cometía faltas de ortografía. Él, que era matemático, se quedaba en blanco al hacer una suma. Vagaba por la casa sin saber dónde se encontraba. Buscaba objetos que desaparecían misteriosamente. Se volvió taciturno y silencioso, el más tonto de los tontos. Se deslizaba inexorablemente por una interminable escalera de pequeñas ausencias y olvidos.
Su ritmo de vida se hizo más metódico y predecible. Todos los días hábiles a la misma hora, periódico en ristre,  acudía al hermoso edificio de la Bolsa de Madrid para estirar las piernas y de paso observar in situ los movimientos azarosos de los pocos ahorros que había conseguido. Un día espléndido del mes de marzo, junto a las columnas hexástilas del pórtico, buscó en su bolsillo las monedas que tenía preparadas para su mendiga particular y se acordó extrañamente del chiste que le contaba a su hija, el del tonto más listo del pueblo que escogía los céntimos y no el duro, porque así se aseguraba un dinero mientras se extendía su fama por la comarca. Después de pagar este peaje cotidiano y oír el consabido piropo: “Adiós, guapo”,  el sol le cegó. Fulminado por un rayo interno, se desvaneció mientras sentía una inundación relajante en su interior y caía a cámara lenta 
 como un pelele por la escalinata interminable. Los cuatro relieves que representan el Comercio, la Industria, la Agricultura y la Navegación asistieron mudos al tránsito. 

miércoles, 15 de mayo de 2013

Tu perfume embriagador

La atraía más que una tarta de chocolate.  Daba vueltas ciegas a su alrededor como una polilla ante la luz, notaba que un inexistente imán la acercaba a su cuerpo más de lo que dictan las buenas costumbres. Era su olor lo que la subyugaba, un perfume embriagador (tatatatatataaaaa que decía la canción de El Padrino) que le hacía quedarse en éxtasis con cara beatífica. Le atraía más su olor que su sonrisa, la fragancia que exhalaban sus poros más que su generosidad, el aroma percibido más que su sentido del humor, la vaharada de sensaciones más que su inteligencia. Lo notó nada más darle la mano y lo percibía todas las mañanas cuando le veía por los pasillos, incluso cuando se confundía con el olor de la tortilla de patatas del desayuno. Unas veces henchida de satisfacción y otras herida de hiperestesia vagó todo un año husmeando ese efluvio atávico destilado con feromonas y masculinidad. Envidiaba a la mujer que se bañaba en ese prodigio todos los días y que seguramente era el origen de esa esencia artificial. Pasado un tiempo se lo encontró por casualidad y en un beso de rutina recordó todas las sensaciones pasadas. Armándose de valor, por fin,  se atrevió a preguntar como quien no quiere la cosa:
-       -  ¡Qué bien hueles! ¿Qué colonia utilizas?
Sorprendido, le respondió: Massachusetts. Con esa estrambótica marca por botín,  se fue inmediatamente a pedir la droga más dura que había inhalado. Cuando llegó a casa se la regaló al hombre de su vida y todas las noches ponía la nariz en su hombro para sentir la más absoluta plenitud.

domingo, 12 de mayo de 2013

¡Cómo odio a mi endocrino!


La sala de espera del endocrino es la antesala de la depresión, el calvario de la autoestima, el sepulcro de los placeres, el cadalso de las menopáusicas. Allí las pacientes arrastramos lastimeramente kilos de infelicidad y de colesterol como Sísifo empuja su enorme piedra.
El colesterol me apareció a los veintipocos años en un análisis rutinario. No me sorprendió, en mi familia se han dado casos de esta enfermedad genética y silenciosa. Hice régimen estricto, entonces estaba delgada y la comida era algo secundario para mí, pero la cifra no bajó y empecé a tomar pastillas, una servidumbre eterna que te obliga a tener una sensación lacerante de cometer pecado mortal cada vez que comes embutido o un huevo frito, cosas simples y placenteras. En estos años me han tocado todas las modas restrictivas sobre el colesterol: al principio el pescado azul estaba prohibidísimo, igual que los frutos secos, y ahora lo aconsejan. No hay duda, estos palos de ciego solo sirven para beneficiar a las multinacionales farmacéuticas, porque yo no tengo muy clara la relación entre hipercolesterolemia familiar y enfermedades coronarias.
A los cuarenta me diagnosticaron hipotiroidismo y mi colesterol llegó a la alarmante cifra de 500. A partir de entonces me lo tomé más en serio y empecé a ser asidua a los endocrinos. Hasta ahora llevo dos: el primero, el doctor Chorra, un impresentable que hablaba por teléfono mientras te desatendía y que intentaba sacar dinero para compensar, supongo, lo que no le pagaba Asisa, por medio de estudios del índice de masa corporal,  pastillas saciantes a precio de caviar beluga o un curso prescindible sobre colesterol. Lo abandoné a los diez años y me fui con otro, al doctor Alacana que tiene una extraña forma de atrapar a las enfermas: te obliga a un análisis cada cuatro meses si has sido buena y tus niveles han bajado; si has sido mala, cada mes y medio. Su régimen es tan rutinario e insoportable como la propia vida: verduras, carne y pescado a la plancha, sin un ápice de imaginación. Siempre pregunta: "Cómo está usted" mientras lee tus análisis y te fulmina con una acusadora mirada desde su colosal altura. Tus problemas, tus dudas le traen sin cuidado, solo se oye un silencio vergonzante mientras firma un nuevo volante. Su consulta es un trajín de mujeres entrando y saliendo y ninguna de ellas está gorda. ¿Por qué solo van mujeres? ¿Por qué no hay gordas? Me lo he preguntado muchas veces y creo que ya tengo la respuesta: las gordas glotonas no han podido soportar sus reproches, solo se mantienen las super-mujeres con ligero sobrepeso y gran fuerza de voluntad y yo, que tengo el síndrome de Estocolmo y lo paso tan mal como cuando iba al colegio de monjas. ¡Cómo odio a mi endocrino!
Como todas las gordas me he mentido a mí misma y he dicho que como muy poco, que engordo cuando comen los demás a mi alrededor. He hecho de todo en la báscula para pesar menos que la vez anterior: ir sin ropa interior y casi desnuda, intentar ponerme en el borde, no desayunar; pero no ha servido de nada. Cada vez que me peso tengo instalados incómodamente doscientos gramos más en mi cuerpo dispuestos a no abandonarme. En los últimos diez años he engordado diez kilos y he desarrollado todos los efectos rebote de una dieta aburrida: solo me gustan las comidas grasas y los dulces, odio las frutas y las verduras. Definitivamente, al borde del infarto, como para engordar mi colesterol, ese alien inmisericorde que tengo instalado en mi interior, que me hace pasar hambre y que se ha apoderado de mi voluntad. Como como mucho, me siento culpable y como más como para fastidiarlo. Que reviente.
¡Qué envidia me dan las gorditas felices sin colesterol y sin remordimientos!

He encontrado en la red, la viñeta de Forges que aparecía en unas tazas de café de El País: dos muchachas en un bar y la una le susurra a la otra: “El rubio del fondo no te quita ojo”, a lo que la otra le contesta: “Es por mi bocata panceta… es mi endocrino”. Gracias a Rafa García, que hizo la foto. 



De repente llaman a la puerta, Etgar Keret


Ángel, seguro que este libro te gusta por la portada (¿a qué se debe esa extraña obsesión que muestras por las portadas de los libros?) y por el disparatado sentido del humor (como el tuyo)  que rezuma su autor, un judío inteligente. Son cuentos sorprendentes, surrealistas, que ayudan a entretener cualquier momento, incluidos los trayectos del metro.
No soy lectora de narraciones breves, me cuesta entrar en ellas y, cuando lo hago, me da rabia que haya terminado tan pronto; además es difícil encontrar un libro de relatos en los que te gusten todos.

 Si pinchas el enlace encontrarás una muestra.

domingo, 28 de abril de 2013

La verdad de la señorita Harriet, Jane Harris


La verdad de la señorita Harriet, bien escrita,  se lee con interés desigual. Empieza con una trama lenta,  la intriga va apareciendo en la segunda parte y se hace vertiginosa al final. La autora nos plantea un juego muy interesante entre la realidad y la apariencia. El punto de vista de la protagonista nos atrapa desde el principio para hacernos dudar de lo que ha contado. ¿Es una dama encantadora y altruista o una arpía que busca la infelicidad de los que la rechazan? ¿Por qué su padrastro no quería ni verla? Todo parece indicar que el veredicto tiene razón. Esta vez sí recomiendo la novela. 
Como Mihura, yo siempre he sospechado de las visitas, del enemigo silencioso, de los quintacolumnistas que poco a poco se van apoderando de ti y de tu espacio, porque lo que quieren es huir de su aburrimiento y vivir tu propia vida. 

¿Por qué no fui?


El concurso de redacción del instituto en el Día del Libro empezaba con la frase escogida al azar en un libro de lengua: ¿Por qué fui? Mientras ellos escribían intenté pergeñar unas líneas en un papel. Tuve que modificar el título con un adverbio de negación para que las musas me acompañasen porque últimamente estoy enquistada, hay demasiado ruido en unas mañanas interminables que solo puedo compensar con soledad y susurros.
¿Por qué no fui? Por el miedo a encontrarme con recuerdos del pasado, de otra época, de otra vida. No quiero ver a las personas que una vez amé y no me correspondieron, porque nunca me comprendieron. No quiero preguntas y respuestas banales, no quiero ironías ni condescendencia, no quiero ver en sus rostros los estragos del paso del tiempo ni en sus ojos la cobardía, el egoísmo, la falta de empatía. No quiero saber de su existencia porque antes buscaba su presencia. No quiero encontrar más vacío a mi alrededor. No hubo buenos tiempos, fueron unos momentos jóvenes y difíciles que intentamos llenar de cualquier manera. No quiero preguntarme por qué los deseé, si no merecen la pena, si sé todos sus miedos. No quiero encontrarme a esos profesores. No fui al funeral, porque hace más de veinte años que asistí al nuestro; no quise ir a la obra de teatro porque, en carnaval, en un portal cercano al instituto a distancia, arrojé bilis entretejida con ácido acetilsalicílico y versos malos; no me interesa saber que vives y  das clases de dibujo en un pueblo de Madrid, supongo que para no se te olvide llegar pronto; ya ni te saludo, vecino, donjuán de pacotilla, camino a las tragaperras. Todos sus recuerdos fundidos en negro sólo me aportan  desamor. ¿Qué fueron en mi vida? Nada. ¿Qué signifiqué yo en las suyas? Nada. Estamos en paz. ¿Por qué no fui? Por el miedo a encontrarme en el desierto agosto una mirada directa a la médula ardiente que no podría esquivar. Quería encontrarlo en la Gran Vía y, por eso, lo rehuí.

Los profesores de literatura, Luis García Montero

Interesante artículo de Luis García Montero de Público (lectura en internet que recomiendo a todo el mundo porque encima es gratis) que me manda mi alumno Angeloxo y del que destaco las palabras que nos dedica a los sufridos profes de literatura que nos debatimos entre la realidad y el deseo:

"Los planes de estudio suponen la decisión más evidente sobre el futuro. ¿Qué lugar ocupa la literatura en los colegios y los institutos? Si pensamos en la crisis del libro, no está de más recordar –en medio de las celebraciones del 23 de abril y de las campañas oficiales de animación a la lectura- la pérdida radical de espacio que la literatura ha sufrido en ese horario escolar que luego contagia cualquier minuto y se extiende por todos los rincones de la vida. Ninguna campaña ocasional marcada por un día festivo en el calendario puede compensar la situación precaria de la literatura en los planes de estudio.
Guardo pocas certezas sobre el futuro. Una de ellas es que la debilidad de la literatura en los planes de estudio simboliza los aspectos más negativos del mundo que se nos prepara. La aspiración de formar personas ha sido desplazada por el adiestramiento en una información seca al servicio de los mercados y de la servidumbre. En medio de esta inercia, los profesores de literatura son unos verdaderos resistentes cuando procuran contagiar el amor por los libros y por la imaginación. Su vocación les lleva a no dar la batalla por perdida. A ellos les pertenece el 23 de abril tanto como a los escritores, los editores, los bibliotecarios y los libreros".

domingo, 14 de abril de 2013

Lecturas no recomendadas


Es lo que tiene el e-book, las lecturas que haces son a ciegas, sobre todo si son gratuitas porque te las ha pasado la amiga de una amiga. Te mandan libros sin portada, sin que puedas hojear el contenido, sin que tengas ninguna referencia del autor. A eso se añade que lees en el metro porque gran  parte de tu jornada laboral la pasas allí y sigues la lectura porque no tienes otra cosa que hacer. No recomiendo ni Mañana lo dejo ni El verano sin hombres. Ambos libros los leí porque me gustaba el título, nada más. Han supuesto una pérdida de tiempo, ¡tantos clásicos que leer o revisitar y yo con tonterías que ni siquiera me han entretenido!
El verano sin hombres es una novela feminista bienintencionada, pero aburrida y previsible. La protagonista ha sido abandonada por su marido y en ese verano escribe un diario sobre sus relaciones con mujeres de todas las edades. Siuri Hustvedt es la mujer de Paul Auster. ¿A qué averiguáis el final?
 Mañana lo dejo es una novela para adolescentes tontorronas que recuerda al diario de Bridget Jones. La protagonista, torpe y divertida, se ha enamorado (busca desesperadamente su media naranja) de su misterioso vecino. El libro es tan pastelero que pensé que lo había escrito una mujer (tampoco escapo de los prejuicios), pero me he dado cuenta al buscar información para escribir esta reseña que es un hombre. Tal vez el descubrimiento justifique la visión tan estereotipada de los planteamientos vitales de la protagonista. Ha sido un éxito de ventas en Francia, pero no entiendo que le pueda gustar a alguien que tenga más de quince años. Y el caso es que el comienzo de la novela prometía. 

domingo, 31 de marzo de 2013

El hombre que amaba a los niños, Christina Stead


Leí la crítica que hizo Almudena Grandes en El País y me pedí para mi cumpleaños El hombre que amaba a los niños . Leí el prólogo de Felipe Benítez Reyes y me enfrenté a la novela  como si se tratará de una obra maestra. He tardado más de una semana en leerla y su lectura, a ratos, se me ha hecho insoportable. La novela no ha respondido a mis expectativas, es  repetitiva e incongruente. El estilo de la autora resulta cargante sobre todo en los múltiples diálogos entre el padre y los hijos en los utilizan un lenguaje dadaista. En esta pesadilla kafkiana, el matrimonio tiene mucho odio y  poco dinero; el padre es una mezcla de anarquista nazi que pretende vivir con su extensa familia como en un falansterio; la madre es una Madame Bovary, llena de deudas y de hijos. La hija adolescente del primer matrimonio del marido ejerce de cenicienta vengativa, refugiada en sus amistades lésbicas y en la literatura. Los niños son aparentemente felices en ese nido de cuervos.  Los episodios transcurren sin ningún interés entre escenas de malos tratos. La diferencia social entre los personajes no justifica su comportamiento. Estaba deseando acabarla y cuando cerré el libro, el hedor insoportable de la cocción del pez aguja en Spa House desapareció. Por fin se acabó la pesadilla de crueldad obsesiva y té negro. 

martes, 26 de marzo de 2013

Blue Valentine


Resultado de imagen de blue valentine bloggelesBrillante historia de amorChico guapo, solitario, sensible y un poco simple, se enamora a primera vista de chica lista con un novio bruto y con una familia donde reinan los malos tratos. Ella está embarazada y, en lugar de salir huyendo, se agarra al espejismo del enamoramiento. Seis años después la historia de amor es de desamor, como casi todas. La película utiliza los saltos temporales de modo que hace interesante lo previsibleEl encanto, la diversión y la pasión del comienzo se convierten  en hastío, monotonía, tristeza y pérdida de respeto.  En la habitación del futuro de un motel absurdo comienza el finalAquí también pierden los dos, aunque aparentemente lo haga solo uno, el que quiere vivir tranquilamente sin desasosiego. Los actores, muy atractivos y  perfectamente caracterizados, bordan su papel, aunque su edad actual no encaje con ninguno de los dos segmentos temporales.  El ambiente gris, sin salida personal ni profesional, se pega a los personajes  como la pintura que lleva él adherida a su piel.
Al salir del cine tienes la sensación de que tú también has vivido algo parecido en algún momento de tu vida. A veces, has sido el chico y otras, la chica.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Quesada Graciosa: fácil y sabrosa

En el instituto es la tarta que todos hacemos para quedar bien, es muy suave y fácil de hacer (recomendada para los inútiles como yo). Gusta a todos. Nos la pasó Gracia Ramírez, profesora de Química. Es la primera receta que pongo en el blog:
Ingredientes:
  • tres quesitos
  • tres huevos
  • brik de nata líquida (200 o 250 gramos) 
  • yogur natural
  • una medida de yogur de harina 
  • Dos medidas de yogur de leche
  • dos o una y medida medidas de azúcar
Se mezcla todo muy bien con minipimer y se vierte en un recipiente plano untado de margarina y harina. Se introduce en el horno durante 20 o 30 minutos. Si se quiere más dulce, hay que sustituir el azúcar por leche condensada.

Gracias, Gracia, por la tarta, por los libros, por tu amistad.  No pude ir ni al tanatorio ni al funeral. Llámalo debilidad, cobardía, comodidad o falta de ganas. Tal vez te fallé. Pero sé, o  quiero creer, que me comprendes.

Adiós, tambucho


Veinticinco años después, por fin, hacía la reforma de su casa. Los recuerdos embalados. El alma por los suelos. Los apuntes en la papelera. La memoria en el olvido. Las fotos a buen recaudo. El suelo, mil veces pisado y fregado, había sido forrado con tarima flotante.  Las puertas de cartón piedra, llenas de rasguños, eran ahora de un blanco resplandeciente. Los sanitarios rotos de color sepia inmaculadamente sustituidos. Ya no había  grifos goteando por la cal, ni nidos de cable escalador por las paredes. La regleta del aire acondicionado había desaparecido a golpes de albañil y de talonario,  incluida la mordida para Hacienda. Pero de lo que más liberada se sentía era de soltar lastre, de deshacerse del tambucho, de la caja situada encima de la ventana del salón dentro de la cual se enrollaba la persiana. Bonita palabra que se convertía en la metáfora de estos años con abultados recuerdos, impregnados de polvo, descascarillados, estancados y retorcidos. Tenía la esperanza de que con la pérdida irreparable del tambucho desapareciera también el insistente dolor de muelas, que tenía instalado en la mandíbula hacia más de tres meses, sin que los antibióticos le hubiesen ganado la batalla a la infección que anidaba en lo más profundo de la raíz; pero no ha sido así, la muela deberá ser arrancada como el tambucho. 

viernes, 8 de febrero de 2013

Antigua luz, John Banville


«Billy Gray era mi mejor amigo y me enamoré de su madre. Puede que amor sea una palabra demasiado fuerte, pero no conozco ninguna más suave que pueda aplicarse.»
Buen comienzo para una novela y sorprendente final,  que no cuento. Un actor de teatro recuerda su iniciación sexual a los quince años en un pequeño pueblo de Irlanda en los años cincuenta. Al mismo tiempo  entabla relación con una joven actriz que ha intentado suicidarse y busca las claves del suicidio de su hija en la costa italiana. Pero lo mejor de la novela es cómo está escrita. Como dice su autor, John Banville: “Lo siento, la escritura es mucho más interesante que la vida”.
Nota: La protagonista de Antigua luz es la señora Gray, el libro es erótico como sugiere la portada, pero no hay que confundirlo con el erotismo barato de "Cincuenta sombras de Grey".

sábado, 2 de febrero de 2013

Casa de verano con piscina, Herman Koch


No conocía nada de su autor y el libro me llegó por casualidad. Se lee como una novela negra. El protagonista es un cínico médico de gente burguesa relacionada con el teatro, que desprecia olímpicamente a sus pacientes. Lo más llamativo es que el cuerpo humano le provoca repulsión. Leyendo algunos pasajes he recordado cómo me he sentido a veces en la consulta de algunos médicos. Sólo trata afectuosamente a su familia y un hecho  trágico ocurrido en vacaciones en una casa de verano cerca del mar  le hace saltarse todas las normas del código ético. Aparecen transcritas lecciones de un profesor de universidad que nos explican con un profundo conservadurismo las claves de la sexualidad humana. Provocadora novela que no nos deja indiferentes. 

domingo, 27 de enero de 2013

Nada se opone a la noche, Delphine de Vigan


Nada se opone a la noche es la historia de una familia como cualquier otra, aunque no lo parezca, lo que ocurre es que en ella  se dan con más profusión que en otras suicidios, accidentes, adopciones, embarazos adolescentes, alcoholismo, ataques psicóticos, incestos... Y estos se cuentan sin ningún tipo de pudor, probablemente porque están educados fuera de cualquier sentimiento religioso de culpa. La autora, Delphinede Vigan, trata de indagar en la vida de su madre para comprender su anunciado suicidio y así  encontrar su propia paz. La novela es desigual en el estilo y en cierto modo predecible;  sin embargo va directamente a nuestros sentimientos y a nuestra memoria. Se sigue con interés. 
La primera parte es la historia autobiográfica de los abuelos y su familia numerosa, la vida alocada y feliz de la infancia, aunque no exenta de tragedias. La segunda parte es la historia de Lucile, madre casi adolescente con un trastorno bipolar, y de la relación con sus hijas. Entrelazadas a estas historias aparece el problema de cómo conseguir que el relato fiel a la realidad,  para ello la autora utiliza distintos testimonios.

lunes, 21 de enero de 2013

El río que se secaba los jueves (y otros cuentos imposibles) de Víctor González



Un libro de cuentos (Anaya 2006)  para todas las edades y  para saborear a pequeños sorbos, lleno de humor gallego y de guiños a la literatura. Está magníficamente ilustrado. Pinchando en el enlace de su autor se pueden leer algunos. Destaco: El cuento de la lechera, Honolulú existe, la máquina de cuentos,  El prólogo más largo del mundo y los patos de Chelm que transcribo:
Este cuento no es mío sino de Samuel Tenenbaum, pero es tan bueno que lo pongo aquí igual.
«Los habitantes de Chelm conocen una manera infalible de distinguir un pato de una pata. Le tiran un trozo de pan. Si el pato corre en su busca, es pato; si es la pata la que corre a buscarlo, es pata.»

domingo, 20 de enero de 2013

Misteriosa reducción de la letra de los periódicos y de los asientos de los vagones del metro


Con los asientos del metro está pasando lo mismo que con la letra de los periódicos, ambos están reduciendo misteriosamente su tamaño. Un día, inexplicablemente, se van haciendo muy pequeños  y te preguntas por qué no los harán más grandes, total qué más les da. Parece una conjura para los mayores de cuarenta años. Primero pruebas a acercar y alejar el periódico, pero ni por esas. Has entrado en la espiral de la vista cansada sin que nadie te haya avisado. Compras con vergüenza unas lentes de una dioptría en un todo a cien y ya estás perdida, ya no podrás vivir sin ellas, el cuerpo de la letra ha recobrado su tamaño original y además con luz, no como en los libros electrónicos donde todo es gris (excepto los caros y de última generación). Pero la alegría, como el enamoramiento, dura poco. En seguida el fenómeno paranormal del oscurecimiento del papel y el empequeñecimiento de las letras hasta el tamaño de hormigas vuelve a ocurrir: pasas en pocos meses de una dioptría a tres. ¡Dios mío, si esto sigue así tendré que ponerme dos lupas en los ojos! ¿Por qué los actores de Hollywood  no las utilizan? ¿Por qué me está pasando sólo a mí? Te gastas un dineral en gafas porque las pierdes en todas partes, las rompes porque te sientas encima de ellas, las patillas se caen con tanto tira y afloja, los cristales están siempre sucios y sirven de imán para cualquier tipo de comida. Sin darte cuenta pasas a estar colgada de unos anteojos, ahorcado por una cadena que te condena a vivir dependiente con la fecha de nacimiento escrita en la cara. Asustada, acudes al oftalmólogo que te recibe con tus mismas gafas de presbicia anidadas en la punta de la nariz y te dice que es irremediable, que solo se solucionará cuando tengas cataratas, la única noticia buena que te da es que de cuatro dioptrías no pasa. A tus alumnos se lo pones fácil, ya eres fácilmente parodiable. 
Pues ahora, con más de cincuenta (años, no dioptrías), me está ocurriendo el mismo fenómeno con los asientos del metro: se están haciendo cada vez más pequeños. Otra confabulación inexplicable. Al principio pensaba que los estaban reduciendo para que cupiera más gente sentada o que me había tocado el transeúnte gordo. ¡Mira que culo tiene, invade mi sitio! ¡Es que con los abrigos es muy difícil moverse! Empecé a utilizar los asientos externos para poder desenrollar sin dificultad mi periódico al mismo tiempo que el cordón de mis gafas, lo que tiene su intríngulis, mientras el viajero de al lado se removía y me clavaba su codo. ¡Qué impertinente, se cree que todo el asiento es para él! Hubo un día en que mi vecino se levantó después de rezongar ininteligiblemente. Hoy, por culpa de la publicidad, el espejo del probador de las rebajas me ha contestado a una pregunta que no le he hecho: estás poniéndote gorda como una foca, a tu lado, en el metro,  no se sienta nadie porque no cabe. 
¿En qué libro de texto te enseñaban que con la edad todos los cuerpos se expanden con gafas colgadas del cuello? Pues yo, para remediarlo, no pienso volver a leer sentada en el metro y, menos aún, ponerme delante de un espejo acusador con voz de malvada madrastra.

sábado, 19 de enero de 2013

Ángel Lucas, parecido razonable

A Ángel Lucas, con su torpe aliño indumentario, me lo encuentro cada cierto tiempo en el ascensor de Conde de Toreno. Trabaja en el Ministerio de Injusticia y antes fue alumno, delegado de clase y administrativo del Colegio Covadonga. Es un seguidor fiel que me recomienda libros y me hace acertados y divertidos comentarios. Algunos de sus escritos los he utilizado como ejemplo en el blog. Le he visto crecer, pero no he conseguido enterarme bien de todo su historial amoroso  por distintas zonas de Madrid. Ahora anda por la Fuente del Berro con una estela de hijos adoptivos. 
Ayer nos volvimos a encontrar y me di cuenta de que es clavadito a Vincent D ´Onofrio, actor de la serie Ley y Orden, una de mis favoritas.
Angeloxo, acuérdate de mandarme el libro que me prometiste.

domingo, 13 de enero de 2013

Ediciones Pregunta

David Francisco, mi querido ex alumno del IES Luis Buñuel, vino a enseñarme su primer hijo, un libro de relatos. Ha sido una niña, pequeña, sonrosada, guapa, producto de muchos meses de trabajo, que viene con un pan debajo del brazo: un proyecto de futuro. Los dos la mirábamos arrebolados.
 Las pérdidas rojas, escrito por Chusa Garcés, es el primer libro que edita en Ediciones Pregunta, empresa que lleva en común con su pareja, Reyes. Espero que se venda mucho y que sea el primogénito de una familia muy numerosa. Los escritores inéditos ya tienen una editorial que les publique. Pregunta.

Lecturas navideñas


Estas navidades he leído con emoción e interés Shefarad de Muñoz Molina,  el libro me había echado para atrás varias veces por su desagradable portada, pero su lectura ha sido como una intensa lluvia en tiempos de sequía. Absolución de Luis Landero ha hecho que los trayectos en metro sean una delicia, aunque el final me ha defraudado un poco. El protagonista del libro es un inolvidable ser solitario, apático y divertido, que huyendo de sí mismo, va  en busca de la felicidad para acabar huyendo de la felicidad en busca de sí mismo. Los dos libros me han servido para conocer más a los dos autores y, sobre todo, para quererlos. He aquí una muestra de la acertada visión del profesorado que tiene el autor (quién lo probó, lo sabe):
"Y luego estaban los profesores. Había que verlos. Unos parecían descorazonados, otros cansados o aburridos, otros lo confiaban todo a la severidad y a la eficacia, y otros fingían un dinamismo que quería ser sincero y contagioso pero que a Lino le recordaban a esos payasos de circo que, de pueblo en pueblo, se esfuerzan cada noche en divertir a la concurrencia porque no tienen otra opción, porque ese es su oficio y en él han de poner lo mejor de su talento, de su pasión, de sus a veces escasas energías. Parecían buhoneros yendo y viniendo con sus fardos de sabiduría a cuestas, subiendo y bajando por valles y collados, escaleras arriba a, escaleras abajo, a campo través por los pasillos. Y si eran dignos de admiración, también daba un poco de lástima el verlos allí, adultos y tan sabios como eran, y algunos eran viejos, mezclados siempre con los muchachos, condenados a convivir con la incansable, y cansina, y bullanguera juventud".
Misión Olvido de María Dueñas es, como su propio título indica, un libro para olvidar. El tema a priori parecía interesante (exiliados españoles en EE.UU),  pero el desarrollo de la trama, los personajes y  el estilo resultan  perfectamente olvidables. En esta novela tan desigual solo se salvan algunas historias secundarias.
La trayectoria de Muñoz Molina y Luis Landero es la dos magníficos escritores  de escritura magnética, siempre tienen algo interesante que contar con ironía y sentido del humor. María Dueñas, hasta ahora,  parece una mediocre escritora de estilo romo que una vez tuvo la suerte de contar una buena historia en forma de ameno folletín.