Leí la crítica que hizo Almudena Grandes en El País y me
pedí para mi cumpleaños El hombre que amaba a los niños . Leí el prólogo de Felipe Benítez Reyes y me
enfrenté a la novela como si se tratará
de una obra maestra. He tardado más de una semana en leerla y su lectura, a
ratos, se me ha hecho insoportable. La novela no ha respondido a mis expectativas,
es repetitiva e incongruente. El estilo
de la autora resulta cargante sobre todo en los múltiples diálogos entre el
padre y los hijos en los utilizan un lenguaje dadaista. En esta pesadilla
kafkiana, el matrimonio tiene mucho odio y
poco dinero; el padre es una mezcla de anarquista nazi que pretende
vivir con su extensa familia como en un falansterio; la madre es una Madame
Bovary, llena de deudas y de hijos. La hija adolescente del primer matrimonio
del marido ejerce de cenicienta vengativa, refugiada en sus amistades lésbicas
y en la literatura. Los niños son aparentemente felices en ese nido de cuervos. Los episodios transcurren
sin ningún interés entre escenas de malos tratos. La diferencia social entre
los personajes no justifica su comportamiento. Estaba
deseando acabarla y cuando cerré el libro, el hedor insoportable de la cocción del pez aguja en
Spa House desapareció. Por fin se acabó la pesadilla de
crueldad obsesiva y té negro.
domingo, 31 de marzo de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
La portada es ya para cagarse ...
Publicar un comentario