Los apodos o motes han tenido una gran importancia como
signo de identidad a lo largo de la historia. Un apodo, según el Diccionario de
la RAE, es un nombre dado a una persona, inspirado en sus defectos corporales o
alguna otra característica o circunstancia. El mote no entiende de clases
sociales ya que no es exclusivo del pueblo llano, ni de la realeza, ni de la divinidad y se impone con mayor o menor fortuna. De hecho, es frecuente
que el último en enterarse de su mote sea el afectado, excepto los que debido a
su profesión se los asignan ellos mismos, como en el caso del nombre artístico. Los sobrenombres
buscan su inspiración en las profesiones, la procedencia, las particularidades
físicas, las marcas comerciales, los nombres o apellidos deformados, los
animales o las frases hechas. En la
actualidad es más propio de las zonas rurales, donde todo el mundo se conoce,
que en las ciudades. En mi pueblo se utilizan mucho y hay que reconocer la
gracia y el salero con los que se aplican en algunos casos. Allí los Caturla somos conocidos
como los de las Punchas (haciendo referencia a la fábrica de clavos de la
familia que ya no existe) y los Rodes como los de los Sondeos (empresa dedicada a la prospección de aguas).
Jacobo, el amigo de mi sobrina (que no novio) ha pasado a
ser conocido como el Chino gracias al sentido del humor de la familia. Ni que
decir tiene que Jacobo no es originario de China, ni tiene rasgos asiáticos, es
ingeniero y tenista; pero, dado lo arcaico del nombre difícil de pronunciar y
cuyo diminutivo, Jaco, es sinónimo de la heroína o de un caballo de mal aspecto,
nos resulta más fácil llamarle por su apodo que no tiene nada que ver con una
cualidad suya, sino con una anécdota casual de este verano como resultado de una
elipsis gramatical. Veamos.
· Marisa, la madre de Marta
·
Tere, la tía
·
Isabel, la prima de trece años
·
(Casa Zoilo, a las 12
de la mañana un día de agosto)
Marisa: Voy a Villena, ¿queréis que os traiga algo?
Tere: ¿Qué tienes
que hacer?
Marisa: Ir al tren a recoger a Marta y al chino.
Isabel (Sorprendida, levanta la mirada del teléfono móvil): ¿Pero es que el novio de Marta es chino?
Marisa (Entre risas): Perdón, a recoger a Marta al
tren y a por la comida que he encargado en el restaurante chino. El novio de Marta es de Cuenca.