En la lucha que llevamos los vecinos de Malasaña contra el
parque de bomberos de San Bernardo hemos sido frenados muchas veces por componentes de otras
asambleas que negociaron la cesión de las plantas superiores para un centro
cultural que llegó a ser anunciado como muestra la fotografía. El nuevo consistorio se ha dado prisa para romper los anteriores acuerdos de la época de Carmena y
ahora lo va a llenar de funcionarios desalojados de sus despachos por
operaciones urbanísticas del periodo de Ana Botella. Una bofetada en toda regla, ni para ellos ni para nosotros. Resumiendo, tenemos
bomberos innecesarios y ruidosos y ningún centro cultural. Entre esas cuatro paredes han quedado
enterrados todos los sueños de un barrio que necesita la participación de los
vecinos contra la gentrificación que nos
acosa. Somos Malasaña lo explica muy bien. Una vez más se ha cumplido la maldición de los votantes de izquierdas: divide y perderás.
miércoles, 17 de julio de 2019
martes, 16 de julio de 2019
José Luis Pérez Santiago, pintor y copista
A través de otros profesores del I.E.S. Luis Buñuel que le dieron clase, tuve la
suerte de conocer hace poco a José Luis Pérez Santiago del que ya había oído elogios como pintor y copista. Este joven pintor de hablar pausado, simpático
y sabio, transmite gusto por todo lo que hace. Pasamos un buen rato disfrutando
de su compañía. Ojalá le hubiese conocido antes para contratarlo y así
recuperar el retrato perdido de mi padre que debería figurar junto al resto de
los directores de la fábrica militar El Fargue y del que solo nos queda una
fotografía; pero ahora ando preocupada por problemas y enfermedades cotidianos
y poco me puedo ocupar de vanidades del pasado.
Viendo en Instagram Un cuadro al día, me acordé de él porque hablaba de los copistas del
Museo del Prado, que ya me llamaron la atención cuando fui por primera vez de la mano de mi padre. Entonces se decía que las copias se hacían para
aprender y para venderlas a personas adineradas para que en formato adecuado
adornasen sus paredes. Y es que El Prado nació para ser una escuela con el
objetivo de concentrar una gran cantidad de obras y hacerlas accesibles a todo
el mundo. Desde su apertura en 1819, existen copistas en sus salas. Algunos fueron
pintores conocidos: Manet, Picasso, Sorolla, Sargent; y otros resultan sorprendentes: la Reina María
Cristina, el poeta Alberti o el compositor Verdi. En la actualidad se cursan unas treinta
solicitudes al año, menos que antes cuando las reproducciones gráficas solo se hacían en blanco y negro. No se pueden copiar ciertas obras porque son las más
visitadas del museo y la instalación del copista en la sala supondría un
estorbo para el público, como sucede con “Las meninas”, “El jardín de las
delicias”, “La maja vestida” y “La maja desnuda”. Y como anécdota, señalaré que los cuadros copiados no pueden
tener las mismas medidas que los originales para evitar que estos puedan ser robados y sustituidos por su copia.
Vista de la rotonda de "Goya alta" del Museo del Prado |
Vista del interior de San Antonio de los Alemanes |
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Trinidad Cuéllar Caturla
domingo, 7 de julio de 2019
Visita al Cementerio Británico
Hace unos años los alumnos de bachiller del IES Iturralde visitaron el Cementerio Británico en una actividad conjunta del Departamento de Lengua y de Inglés que se materializó en el periódico Iturre@lizate presentado al País de los Estudiantes. Desde entonces recibo puntual información sobre las visitas programadas. Esta vez, me han mandado este vídeo realizado por Simon Edmondson, artista británico residente en Madrid, que nos ofrece vistas insólitas del entorno de la necrópolis.
El recinto, fundado en 1854 y situado en Carabanchel, fue
construido para dar sepultura a los protestantes que no podían ser enterrados
en cementerios católicos. Se calcula que hay más de 600 tumbas tanto de
ingleses protestantes como de judíos, ortodoxos rusos, masones e incluso hay
una tumba de un musulmán. Entre quienes
moran allí, destacan Margarita Kearney Taylor, fundadora del
salón de té Embassy, el suizo Emilio Lhardy, creador del mítico restaurante
Lhardy, William Parish, fundador del Circo Price o los miembros de la familia
Loewe.
David
John Butler es el encargado de cuidarlo y darlo a conocer, realiza visitas
guiadas en las que narra la vida de los personajes más importantes que
descansan en este reducido y recoleto espacio rodeado de edificaciones.
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jueves, 27 de junio de 2019
Pic-nic, obra de Arrabal y sala de teatro
Hace unos meses leí en El País que en la calle
Minas de Madrid hay una sala de teatro llamada Pic-Nic y que ha ayudado a
reinventar la comedia en España. Enseguida me acordé de la obra de teatro de
Fernando Arrabal del mismo nombre, todo un descubrimiento para mí a finales de los 80 que me
salvó de más de un apuro. La obra es corta, dura aproximadamente 45 minutos,
mezcla el humor y la sátira en la línea del humorista Gila, y entre risas y
bromas expone lo absurdo de las guerras, sobre todo si son civiles.
Pic-nic
presenta la anómala situación de un matrimonio que va de visita al frente de
batalla con la intención de pasar un divertido día de campo junto a su hijo que se
encuentra en una trinchera. Pronto aparece un soldado enemigo con quien
comparten la comida en un clima amistoso y unos desalmados camilleros buscando
muertos. Sorprendidos, descubren que ningún bando desea la guerra y deciden
terminar con ella. La ingenuidad de los personajes se rompe cuando la realidad
acaba con sus ilusiones al final de la obra.
Cuando estaba en el
Colegio Covadonga* del Hogar del Empleado, una vez desmantelada la sala Cadarso
que utilizábamos como salón de actos, representé la obra con un grupo de
alumnos del nocturno, aprovechando el vestuario y los decorados de otro grupo
de la mañana. Desde el principio todo salió mal, la bicicleta que nos prestó el secretario del centro se
cayó sobre los espectadores; un camillero llegó con un botellín de cerveza en
la mano, que previamente había ingerido para armarse de valor; la señora Tepán perdió una uña postiza y se puso a buscarla porque en
aquel entonces eran muy caras. Al apuntador se le oía más que a los
protagonistas y, a pesar de ello, los padres se encasquillaron en el diálogo
con el enemigo. La música y los efectos especiales nunca llegaron a tiempo.
Menos mal que en el surrealismo todo encaja. La tortilla era de verdad,
la había hecho con amor la madre de una alumna y nos la comimos al final. No sé
si por la propia obra o por la mala actuación, conseguimos la hilaridad de
los espectadores, que nunca se lo habían pasado tan bien en un teatro.
Algunos de los actores estuvieron unos días sin volver al cole de avergonzados que
estaban. Ni que decir tiene que yo lo pasé fatal entre aterrorizada y
emocionada. Menos mal que entonces no había móviles y no se hicieron fotos
porque resultaban carísimas. La primera y única representación solo
vive en nuestro recuerdo.
Después, cuando fui interina, llevaba siempre el
primer día fotocopias de la obra en la carpeta para leerlas en clase porque
tenía que meterme en el aula sin saber ni el nivel ni las características de
los alumnos. Me sacó de muchos aprietos. Pero ya se
sabe que la mujer y el hombre son animales que tropiezan siempre con la misma
piedra y volví a representarla en el IES Luis Buñuel de Alcorcón con un grupo
de diversificación al que daba teatro. No nos salió perfecta, pero sé que esos
alumnos vivieron su momento de gloria delante de sus compañeros de clase que
eran los pocos que cabían en una pequeña aula que tenía hasta telón. Esta vez,
realizamos los cascos y la tortilla de patatas con cartón y el mejunje de
Art-Attack.
Así que se la recomiendo a todos los profesores
de Lengua de Secundaria apurados como yo al comienzo o al final de curso. Será
un éxito total, sobre todo si toda la clase realiza los efectos especiales de
los aviones, las bombas y las metralletas. El texto sigue teniendo sentido porque ha habido más guerras. La única
novedad es que ahora también participan las mujeres. Ojalá que la obra haya servido también para despertar el interés por el teatro de todos los alumnos que la leyeron, o que alguno al pasear por Minas la recuerde.
*No recuerdo la fecha exacta, pero nos encerramos toda la noche en el bar del centro protestando por la guerra de Irak- Irán que tantas similitudes tenía con la obra. El 22 de septiembre de 1880, tropas iraquíes invadieron Irán, provocando una guerra de desgaste que ha sido comparado en sus tácticas con la Primera Guerra Mundial, por el uso de trinchera, cargas de bayoneta, alambres de púas, armas químicas y una gran cantidad de bajas en ambos lados. Termina el 20 de agosto de 1988, con un millón de muertos.
*No recuerdo la fecha exacta, pero nos encerramos toda la noche en el bar del centro protestando por la guerra de Irak- Irán que tantas similitudes tenía con la obra. El 22 de septiembre de 1880, tropas iraquíes invadieron Irán, provocando una guerra de desgaste que ha sido comparado en sus tácticas con la Primera Guerra Mundial, por el uso de trinchera, cargas de bayoneta, alambres de púas, armas químicas y una gran cantidad de bajas en ambos lados. Termina el 20 de agosto de 1988, con un millón de muertos.
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miércoles, 26 de junio de 2019
La ciudad secreta de los libros, sede de la BNE en Alcalá de Henares
La Biblioteca Nacional de España es nuestro tesoro secreto, pero nadie parece estar prestándole mucha atención. Es una pena.
El artículo de Rosa Montero La ciudad de los libros, sobre la segunda sede la Biblioteca Nacional de España en Alcalá de Henares, me ha hecho recordar los tres meses que pasé realizando el Servicio Social en la sede central. El Servicio Social femenino, instaurado por la Sección Femenina de la Falange Española en 1937 y abolido en 1978, era el equivalente al Servicio Militar obligatorio (la popular mili) establecido para los hombres. Se trataba de una prestación obligatoria para las mujeres solteras entre 17 y 35 años que quisieran acceder a un trabajo remunerado o a un título académico u oficial, pero también se exigía para unirse a una asociación, obtener el pasaporte o el carné de conducir. Me presenté voluntaria porque quería acceder a todo lo que me posibilitase ser libre y no depender de un hombre: estudiar, trabajar, viajar... Además soñaba con ser bibliotecaria, no se me ocurría mejor trabajo que estar rodeada de libros.
El artículo de Rosa Montero La ciudad de los libros, sobre la segunda sede la Biblioteca Nacional de España en Alcalá de Henares, me ha hecho recordar los tres meses que pasé realizando el Servicio Social en la sede central. El Servicio Social femenino, instaurado por la Sección Femenina de la Falange Española en 1937 y abolido en 1978, era el equivalente al Servicio Militar obligatorio (la popular mili) establecido para los hombres. Se trataba de una prestación obligatoria para las mujeres solteras entre 17 y 35 años que quisieran acceder a un trabajo remunerado o a un título académico u oficial, pero también se exigía para unirse a una asociación, obtener el pasaporte o el carné de conducir. Me presenté voluntaria porque quería acceder a todo lo que me posibilitase ser libre y no depender de un hombre: estudiar, trabajar, viajar... Además soñaba con ser bibliotecaria, no se me ocurría mejor trabajo que estar rodeada de libros.
La prestación la realicé en el año 71, de 9 a 1, en la sección de Cartelería, un bajo oscuro que
olía a polvo y suciedad donde se guardaban en estanterías todos los carteles publicados en España, plegados y recogidos con cuerdas, además de folletos y programas de fiestas. Mi jefe llevaba manguitos y en los dedos se
ponía dediles para separar bien las páginas. Toda la catalogación se hacía a
mano en grandes cuadernos, exactamente igual que en siglos anteriores. En el tiempo que estuve nadie acudió en busca de un ejemplar. Además llevábamos la estadística de los libros que se pedían
en la sala de lectura. Como no tenía mucho trabajo, podía recorrer otras
secciones a mi gusto; recuerdo, sobre todo, la de África y Manuscritos porque tenía dos amigas allí. Ellas se encargaban de hacer las
fotocopias, una novedad en aquella época (se realizaban solo para los investigadores). Éramos las becarias no remuneradas de
entonces.
Por eso me quedé
atónita viendo el vídeo de Instagram sobre la nuevas instalaciones que no
tienen nada que ver con los lúgubres sótanos habitados por diligentes bedeles de
la sede de Recoletos y suscribo el comentario de Rosa Montero: "Ha
sido un momento cumbre de mi vida". Para mí lo fue cuando accedí al edificio central y lo ha sido ahora cuando he visto la modernización de la sede de Alcalá para que el legado llegue más rápido a los lectores y en mejores condiciones a nuestros descendientes. Y es que los tiempos están cambiando
en muchas cosas para mejor.
martes, 25 de junio de 2019
Luciano López Gutiérrez, Amor y sexo en el Siglo de Oro
Interesante reseña, casi un resumen, sobre el nuevo libro de mi colega del IES Iturralde Luciano López Gutiérrez, Amor y sexo en el Siglo de Oro, periodo sobre el que ya publicó Portentos y prodigios del Siglo de Oro. Los dos libros, oro fino, no tienen desperdicio, son amenos y rigurosos. La capacidad de trabajo de Luciano es extraordinaria, a pesar de unas jornadas interminables en el instituto, es capaz de dedicar el poco tiempo libre que le queda a investigar con excelentes resultados. ¡Enhorabuena!
sábado, 15 de junio de 2019
El abrazo de la desconocida neumática
Por fin volvíamos a casa, solo nos quedaban unas horas en el
aeropuerto de Lima. Estaba destrozada, me dolían las piernas hinchadas, tenía falta de sueño y solo añoraba mi cama rica. La sala de espera para el embarque estaba casi vacía, mi grupo buscó unos asientos casi al final, a mi lado quedaban
siete asientos libres. Pasado un tiempo, me fijé en una desconocida que caminaba con
paso firme hacia nosotras para sentarse justo a mi lado. Me tuve que incorporar
para no invadir su espacio. ¡Qué lata! ¡Qué
sinsentido! Me dije. Inmediatamente se puso a hablar por el móvil en voz alta
con su suave acento, primero con su asistenta para que le arreglara la casa
como a ella le gustaba, luego con lo que
parecía que era su familia y finalmente con su secretaria a la que le dio toda una
lección de cómo debe funcionar una empresa. Fue imposible no escucharla.
Estuve a punto de levantarme pero, en esos momentos, todas las demás filas de
asientos se estaban llenando y me dio pereza. Cuando colgó el teléfono, empezó
a preguntarme por la puerta de embarque, de dónde era, qué me había parecido el
viaje, qué edad tenía. Apenas escuchaba mis respuestas y aprovechó para contarme su vida.
Trabajaba en una multinacional de minería y viajaba mucho al extranjero, se
había casado a los dieciocho años con un japonés del que se había divorciado,
tenía cuatro hijos y diez nietos. Iba a visitar a su hija y a su yerno
que eran médicos en Guadalajara. Tuve
que fingir interés mientras observaba su bello rostro cincelado por la cirugía. La piel tersa como recién planchada, sin bolsas en los ojos, las
cejas pigmentadas, los pómulos elevados, los labios excesivamente carnosos, la dentadura prominente, el pelo negro azabache recién teñido. En un momento
acercó su brazo al mío afirmando que ella estaba tan blanca como yo, pero sin
una mancha, sin una peca. Me dijo que como era de la zona norte, de la selva, utilizaba
productos de medicina natural para retrasar el envejecimiento y aclarar la piel.
Me fijé en su pecho firme y bien colocado que no se correspondía con los cincuenta
y nueve años que me me había confesado que tenía. No me quedó más remedio que alabar
su belleza. ¿Tendría el mismo cirujano que Isabel Preysler o Ana Obregón, de
las que parecía hermana? El cartel luminoso nos avisó de la inminente salida de
nuestro vuelo, nos despedimos con un cariñoso abrazo de su parte, de la mía no
tanto y, al darle dos besos en la mejillas, en lugar de hueso encontré dos
almohadillas suaves, minúsculas comparadas con las de su pecho, contra las que previamente
había rebotado. Era la primera vez que abrazaba a una mujer recauchutada.
También observé que su altura era ficticia, unas plataformas de casi veinte
centímetros la elevaban del suelo. Entonces me acordé de las chicas neumáticas de
la novela de Huxley Un mundo feliz. Lenina,
la chica alfa de la que se enamora Bernard Marx es voluptuosa y sexy, con un
cuerpo acolchado, pero también insípida, sin sentimientos ni interés en nada,
como el nuevo mundo.
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