Madrid me gusta
aunque a veces me mata. Madrid hizo pop en los ochenta, con mucho retraso y mucha energía. Había que contrarrestar con la modernidad el exceso de costumbrismo y casticismo
chusco de la dictadura. En la exposición Pongamos que hablo de Madriden el Conde Duque, paseando entre pinturas,
dibujos y obras gráficas de artistas tan relevantes como Javier de Juan,
El Hortelano, Ceesepe, Úrculo, Miguel Trillo, Fernando Vellver, Luis Gordillo
o Ouka Lele, he vuelto a recordar esos movidos años juveniles en mi
ciudad, “donde
se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre
el fugitivo”.Años después Madrid hizo plof.
En la sala, no os perdáis el divertido video interactivo realizado por el
equipo de videoartistas Refugio 93, que describe la evolución de la historia
del arte del siglo XX y su conexión con algunas de las piezas de la exposición.
Enorme sorpresa la que me llevé al entrar en el patio central del Centro
Cultural del Conde Duque que, como todo el mundo sabe antes fue cuartel, y ver
diseminadas unas enormes esferas que asemejan bombas resquebrajadas, solo al aproximarme me di cuenta de que están hechas de madera maciza. Forman parte de la exposición
Semillas(resurrección) del artista Jaime
Miranda a partir de madera de árboles caídos, casi todos eucaliptos, en la costa y la cordillera de Perú, debido a
la tala indiscriminada e ilegal que se realiza allí y en el mundo
entero. Las piezas se han pulido para generar una especie de germinación que
ayude a sembrar diversos espacios con el fin de concienciar sobre este
problema medioambiental. Las semillas mayores miden 2,10 metros de diámetro y
pesan casi 4 toneladas. Son objetos que ocupan físicamente un
espacio, pero también son ideas que inseminan la psique del espectador. Bombas cargadas de deseos de fecundidad. Nada mejor que un cuartel para sembrarlas. Impactantes.
En los alrededores de la calle del
Pez aparecieron hace tiempo unos misteriosos y originales pantalones-maceteros,
esculturas realizadas con pantalones viejos, rellenos con papeles de periódico impregnados
en alquil para dar forma a las piernas, apoyadas en zapatos, que sirven de soporte a
macetas con plantas. Estas esculturas espontáneas provocaban en el paseante primero
extrañeza y luego una sonrisa. Hasta El País se hizo cargo de la noticia y nos
presentó a su autor, un jubilado del barrio de 70 años, nacido en Alicante, que estudió
Industriales. Cuando puse cara al vecino, esta me resultó conocida y al ver su
email, ya no tuve ninguna duda, es de Villena como toda mi familia y casi
estamos emparentados porque su hermana se casó con un primo mío. Además, los
dos pertenecemos al gremio de la enseñanza, nos une el gusto por las plantas -en las casas antiguas del pueblo siempre había un patio interior cuajado de
aspidistras- y la obsesión por hacer de Malasaña un lugar bello y acogedor.
Ahora también están repoblando los alcorques, iniciativa que se llevó a cabo este otoño por parte del Ayuntamiento, tras una propuesta
incluida en los presupuestos participativos 'Tu barrio se planta', que busca
la implicación de vecinos y comerciantes en su cuidado. Una buena idea la de plantar estos mini jardines, aunque desaparecieron en poco tiempo, se
hicieron de manera artesanal y algo chapucera, más digna de un colegio de
primaria de que de un proyecto de la capital de España. Los viandantes se llevaban las plantas, estas no se reponían y los vándalos desaprensivos que
nos invaden los fines de semana se ensañaron con ellos.
Esta semana volví a pasear por Pez, después de un tiempo sin hacerlo, y me
sorprendió la cantidad de tiendas cerradas y el abandono de la calle, al que contribuye
la proliferación de los pantalones con plantas que cuelgan ahora sin gracia, como si fuesen
ahorcados con las perneras llenas de pintadas, y los zapatos viejos que sirven de maceteros. La impresión no fue agradable, lo que al
principio era original se ha convertido en decoración cutre, más que una muestra de arte pobre*. Bien
están las iniciativas populares y participativas, pero mejor está guardar el decoro. Supongo que a algunos vecinos les gustará, a mí no, hay gustos para todo, y toda esta decoración me parece ya un poco obsesiva. Creo que es el Ayuntamiento el que debe poner plantas en condiciones con materiales apropiados, no recuperados de los ropavejeros, y
encargarse de su mantenimiento. Yo quiero arte en la calle y que mi barrio esté tan limpio y
cuidado como el barrio de Salamanca porque pagamos los mismos impuestos, no
quiero que sea pasto del mal gusto porque ya está bastante degradado. ¡Pobre barrio mío! ¡SOS Malasaña!
Marzo 2019. Así está ahora el proyecto Tu barrio se planta en la calle La Palma
*El término arte pobre (del italiano arte povera) es una tendencia dada a conocer a finales de la década de 1960, cuyos creadores utilizan materiales considerados pobres, de muy fácil obtención, como madera, hojas o rocas, vajilla, placas de plomo o cristal, vegetales, telas, carbón o arcilla, o también materiales de desecho y, por lo tanto, carecían de valor.
El jardinero urbano que creó la instalación de plantas en
2018 desmonta su cuerpo principal en torno a uno de los edificios. Juan dice
estar más que orgulloso de la experiencia disfrutada con los vecinos y que
“todo tiene su final, como la vida misma”.
En 1846, Esquivel pintó también Ventura de la Vega leyendo en el Teatro del
Príncipe que dejó inacabado y que podemos admirar en el Museo del
Romanticismo. En él realiza otro retrato de grupo, esta vez ambientado en el
madrileño Teatro del Príncipe, una de las instituciones más emblemáticas de la
época cuya trayectoria como corral de comedias se remontaba al siglo XVI, en el
que quedan reflejados algunos de los actores más célebres del momento, como
Julián Romea, Teodora Lamadrid o Carlos Latorre. La arquitectura interior aparece descrita con detalle, con la distribución de la platea y los espacios en torno al palco real, oculto tras la cortina y los dos palcos laterales reservados para las autoridades. La reunión tiene lugar en el
propio escenario del teatro, en cuyos laterales vemos las tramoyas de los
distintos decorados y las figuras que se distribuyen ordenadamente en tres
filas alrededor de Ventura de la Vega, que lee unas cuartillas a todos los
actores que, en la mayoría de los casos, aparecen distraídos o ajenos al
acontecimiento trascendental que les reunía: la lectura del proyecto de
creación de un Teatro Nacional con compañía propia. Aunque para otros autores,
Ventura de la Vega estaría leyendo su célebre obra Un hombre de mundo,
estrenada sobre esas mismas tablas el 2 de octubre de 1845.
Como retrato colectivo de los principales actores del Madrid
isabelino, se pueden identificar a los siguientes personajes: Fernando Osorio
Romero (1831-1862), Antonio Guzmán (1786-1857), Juan Lombía (1806-1851), Vicente
Caltañazor (1814-1895), Joaquín Lledó, Teresa Baus, Javiera Espejo (doc.
1852-1868), José Valero Villavicencio (1808-1891), Carlos Latorre (1799-1851),
Florencio Romea Yanguas (doc. 1840-1862), Josefa Valero (1820-1850), Manuel
Osorio Romero (1827-1890), Jerónima Llorente (1815-1848), Joaquín Arjona
(1817-1875), Cristina Osorio Romero (1835-1920), ¿Rosa Tenorio? (doc. 1872),
Cándida Dardalla (1841-1903), Pepita Hijosa (doc. 1857-1899), Bárbara Lamadrid
(1812-1893), Ántera Baus (1787-doc. hasta 1834), Teodora Lamadrid (1820-1896),
Julián Romea Yanguas (1818-1868), Matilde Díez (1818-1883), Ventura de la Vega
(1807-1865).
Para terminar mencionar el boceto que se encuentra también en el Museo del Romanticismo, titulado Reunión
Literaria. Reparto de premios en el Liceo, que guarda similitudes
estilísticas con los otros dos citados. Algunos investigadores han querido ver en este retrato colectivo a las figuras de la reina Isabel II y al célebre actor Julián Romea.
En los tres lienzos citados, presenta a los
grupos en disposición circular o elíptica y los integra en la arquitectura, siendo esta parte importante de la composición. El pintor sevillano lleva a cabo una
minuciosa descripción de cada uno de los personajes representados, encontrando
entre las figuras multitud de posturas, actitudes e indumentarias: unos están
de pie, otros están sentados, algunos entablan conversaciones animadas con las
damas.
El cuadro Los poetas contemporáneos. Una lectura de Zorrilla en el estudio del pintor aparecía en el
manual de Literatura Española Contemporánea
de Preuniversitario de Lázaro Carreter y Correa Calderón (1966) con el que yo
estudié. La foto pequeña, borrosa y en blanco y negro, hacía imposible saber
quién era quién en esa galería de escritores románticos. Casualmente, por
Instagram, Un cuadro del Museo al día, he descubierto que el lienzo pintado en 1846 por el sevillano
Antonio Esquivel se encuentra en el Museo del Prado desde 1971. La escena se enmarca
en el estudio del pintor, un salón iluminado por un gran ventanal lateral, junto al que se sitúa en un pedestal el busto de la reina Isabel II,
en el reúne de forma ficticia a los literatos, pintores, músicos e historiadores más
relevantes de su tiempo, pertenecientes en su mayoría al Liceo
Artístico y Literario de Madrid (1831-1851) que no contó con la presencia de ninguna mujer. Las paredes aparecen
cubiertas con lienzos del propio autor y otras obras de su colección privada, entre ellas destaca una Venus púdica cuya zona púbica está
cubierta por una tela transparente. La
composición está centrada por las dos figuras centrales: el dramaturgo José
Zorrilla que lee unas cuartillas y el propio pintor que se autorretrata ante
el caballete. En total, cuarenta y un personajes retratados, más dos cuadros: el duque
de Rivas a la izquierda que no se encontraba en Madrid en esos momentos, y el
de Espronceda a la derecha, como homenaje póstumo. Sin que haya sabido la
razón, faltan llamativamente dos literatos ilustres de la época: Antonio García
Gutiérrez y Mariano José de Larra, en cuyo entierro se dio a conocer Zorrilla con
una elegía (1837).
Los nueve personajes sentados son, de izquierda a
derecha, Juan Nicasio Gallego, Antonio Gil y Zárate, Bretón de los Herreros,
Antonio Ros de Olano, Francisco Javier de Burgos, Francisco Martínez de la
Rosa, Ramón de Mesonero Romanos, el duque de Frías y Agustín Durán.
También de izquierda a derecha, parados en pie, posan:
Ferrer del Río, Hartzenbusch, Rodríguez Rubí, Gil y Baus, Rosell, Flores, González Elipe, Escosura, el conde de Toreno, Pacheco,
Roca de Togores, Pezuela, Tejado, Amador de los Ríos, Carlos Doncel, el
mencionado José Zorrilla leyendo, Güell y Renté, Fernández de la Vega, Ventura
de la Vega, Luis de Olona, el propio pintor, el actor Julián Romea, Manuel José
Quintana, José María Díaz, Campoamor, Manuel Cañete, Pedro de Madrazo y Kuntz,
Fernández Guerra, Cándido Nocedal, Romero Larrañaga, Asquerino y Manuel Juan
Diana.
El retrato colectivo, inusual en la época por su carácter
gremial, nos permite apreciar un catálogo muy completo de la moda masculina de
mediados del siglo XIX: trajes oscuros compuestos por frac, pantalones y
chaleco generalmente de color claro. También, la importancia del
cuidado del cabello y de la barba. Destacan lacias o rizadas melenas brillantes
de pomada y la mayoría porta barba, bigote y grandes
patillas, pocos aparecen totalmente rasurados. Esa uniformidad en el vestir había
servido para unificar a la burguesía y a la nobleza para distinguirla de las
clases populares. Cuerpo de dandy y cabeza de artista, así podemos resumir los
cánones de su indumentaria.
No me extraña que, en el vídeo que incluyo en esta
entrada, se relacione estéticamente a estos hombres atildados con los modernos de
ahora tan preocupados por su aspecto externo. Si los románticos compartían un espacio
físico común (tertulias, sociedades, cafés) para relacionarse, los de ahora lo
hacen a través de las redes sociales.
Para finalizar, una anécdota curiosa. Se dice que el retratista Antonio María Esquivel, aquejado de una
profunda ceguera, intentó en noviembre de 1839 por dos veces seguidas poner fin
a su vida románticamente, arrojándose al río Guadalquivir. Fue rescatado a
tiempo y con posterioridad se recuperó gracias a una
exitosa intervención quirúrgica en Francia que sufragaron sus compañeros del Liceo. No me imagino pesadilla mayor para un pintor que no poder ver.
Con
motivo de la celebración de los doscientos años del nacimiento del poeta y
dramaturgo José Zorrilla (2017), el Museo del Romanticismo sorprendió a sus
visitantes con distintos dioramas formados por Clics de Playmobil, los famosos
muñequitos de plástico. Uno de ellos era precisamente Los poetas contemporáneos.
Cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. Retrato, Antonio Machado Hace dos días desapareció la foto monigote de mi perfil del blog, supongo que como un daño colateral de Google+ que ha cerrado y que tantos quebraderos de cabeza me ha dado. Así que le voy a facilitar la tarea eliminando otras fotos que se han quedado obsoletas, porque mi blog, que ha cumplido más de ocho años, se ha ido desmarcando de la ruta original que era acompañar a mis alumnosen el viaje de la vida con el equipaje de la experiencia de los libros y la literatura. Ahora solo es un cuaderno de bitácora, como el que obligaba a escribir a mis adolescentes por lo menos una vez a la semana. Y es que el peso de tanta maleta me está pasando factura, quiero transitar ligera de equipaje.
A principios del siglo XX Rusia se consolidó como uno de
los centros de la vanguardia artística mundial del que surgieron algunas de las
propuestas más radicales y revolucionarias del arte y el diseño modernos.
Muchos artistas del país viajaron a Francia y Alemania, donde entraron en
contacto con los movimientos culturales más avanzados. Estos artistas
anunciaron y acompañaron al proceso revolucionario que desembocó en la
Revolución de Octubre, hasta los años treinta, momento crítico en que ven
reducida su capacidad de acción ante la evolución del régimen a un estado
totalitario. La muestra de la Fundación Mapfre tiene como figuras de referencia
a Marc Chagall y Kazimir Malévich,
que representan dos polos opuestos en las innovaciones de la vanguardia
pictórica: el caso de Chagall, más poético y narrativo, abre el camino al
surrealismo; el de Malévich, más radical y tendente a la abstracción
geométrica. Entre ambos se despliega la obra de otros veintisiete artistas,
entre ellos, Natalia Goncharova, Liubov
Popova, El Lisitski, Vassily Kandinsky o Alexandr Ródchenko.
La mujer leía esto en el programa de la exposición, mientras pensaba que hubiese
sido mejor dejarse llevar por el placer de observar unas obras tan originalmente bellas y dejarse de tanta información previa. En casa ya buscaría el
verdadero significado de la jerga artística: constructivismo, suprematismo, cubofuturismo, neopositivismo, rayonismo.
El cuadro de Chagall El
paseo (1917) la tenía hipnotizada, por ser un canto a la alegría y al
enamoramiento a los que hay que agarrarse porque son efímeros. La pintura, nada
realista, muestra a una pareja paseando por el campo en un día luminoso: el pintor y su esposa
Vera. Ligeramente a la izquierda está la figura masculina que parece empequeñecida al lado de la mujer que, como una cometa, vuela a la derecha con un
vestido violeta, cogida a la mano de su amado que sostiene con la otra mano un
pájaro. Los dos van elegantemente vestidos, con una vestimenta no apropiada para
un picnic. De fondo Vitebsk, la ciudad natal del pintor, con casas cubistas de
madera tapizadas con el mismo verde que el campo y un templo en rosa. En la parte inferior
izquierda aparece un bodegón sobre el rojo brillante de la tela del mantel. Contraste
de colores sutiles, de figuras esbeltas, de libertad, de realidad y deseo, que reflejan un mundo onírico.
De Malévich la sorprendió el cuadro Deportistas
(1930) por su aparente simplicidad, en él aparecen cuatro figuras masculinas idénticas, realizadas con formas geométricas, sobre las que combinan los colores primarios aleatoriamente a modo de vestimenta deportiva. Todas en la misma postura rígida del cuerpo, no presentan
ningún rasgo de un rostro que los individualice. Parecen atrapados
en una habitación. Pese al título, no hay nada que los identifique
como deportistas, porque también podrían ser maniquíes vestidos con uniformes militares o disfrazados de arlequines. En el cuadro no hay emoción, solo geometría y uniformidad, arte abstracto puro. La postura de
sus manos en forma de gancho le recordaba a las figurasde Playmobil. Al
llegar a casa leyó que el artista, poco antes de iniciarlo, había pasado por
prisión por sus desacuerdos y críticas a la política cultural de Stalin, que apostaba fuerte por el realismo socialista y la supremacía del deporte. Los autorretratos de los dos pintores explican sin palabras la forma de entender cada uno de ellos el arte de la pintura.