El cuadro Los poetas contemporáneos. Una lectura de Zorrilla en el estudio del pintor aparecía en el
manual de Literatura Española Contemporánea
de Preuniversitario de Lázaro Carreter y Correa Calderón (1966) con el que yo
estudié. La foto pequeña, borrosa y en blanco y negro, hacía imposible saber
quién era quién en esa galería de escritores románticos. Casualmente, por
Instagram, Un cuadro del Museo al día, he descubierto que el lienzo pintado en 1846 por el sevillano
Antonio Esquivel se encuentra en el Museo del Prado desde 1971. La escena se enmarca
en el estudio del pintor, un salón iluminado por un gran ventanal lateral, junto al que se sitúa en un pedestal el busto de la reina Isabel II,
en el reúne de forma ficticia a los literatos, pintores, músicos e historiadores más
relevantes de su tiempo, pertenecientes en su mayoría al Liceo
Artístico y Literario de Madrid (1831-1851) que no contó con la presencia de ninguna mujer. Las paredes aparecen
cubiertas con lienzos del propio autor y otras obras de su colección privada, entre ellas destaca una Venus púdica cuya zona púbica está
cubierta por una tela transparente. La
composición está centrada por las dos figuras centrales: el dramaturgo José
Zorrilla que lee unas cuartillas y el propio pintor que se autorretrata ante
el caballete. En total, cuarenta y un personajes retratados, más dos cuadros: el duque
de Rivas a la izquierda que no se encontraba en Madrid en esos momentos, y el
de Espronceda a la derecha, como homenaje póstumo. Sin que haya sabido la
razón, faltan llamativamente dos literatos ilustres de la época: Antonio García
Gutiérrez y Mariano José de Larra, en cuyo entierro se dio a conocer Zorrilla con
una elegía (1837).
Los nueve personajes sentados son, de izquierda a derecha, Juan Nicasio Gallego, Antonio Gil y Zárate, Bretón de los Herreros, Antonio Ros de Olano, Francisco Javier de Burgos, Francisco Martínez de la Rosa, Ramón de Mesonero Romanos, el duque de Frías y Agustín Durán.
Para finalizar, una anécdota curiosa. Se dice que el retratista Antonio María Esquivel, aquejado de una profunda ceguera, intentó en noviembre de 1839 por dos veces seguidas poner fin a su vida románticamente, arrojándose al río Guadalquivir. Fue rescatado a tiempo y con posterioridad se recuperó gracias a una exitosa intervención quirúrgica en Francia que sufragaron sus compañeros del Liceo. No me imagino pesadilla mayor para un pintor que no poder ver.
Los nueve personajes sentados son, de izquierda a derecha, Juan Nicasio Gallego, Antonio Gil y Zárate, Bretón de los Herreros, Antonio Ros de Olano, Francisco Javier de Burgos, Francisco Martínez de la Rosa, Ramón de Mesonero Romanos, el duque de Frías y Agustín Durán.
También de izquierda a derecha, parados en pie, posan:
Ferrer del Río, Hartzenbusch, Rodríguez Rubí, Gil y Baus, Rosell, Flores, González Elipe, Escosura, el conde de Toreno, Pacheco,
Roca de Togores, Pezuela, Tejado, Amador de los Ríos, Carlos Doncel, el
mencionado José Zorrilla leyendo, Güell y Renté, Fernández de la Vega, Ventura
de la Vega, Luis de Olona, el propio pintor, el actor Julián Romea, Manuel José
Quintana, José María Díaz, Campoamor, Manuel Cañete, Pedro de Madrazo y Kuntz,
Fernández Guerra, Cándido Nocedal, Romero Larrañaga, Asquerino y Manuel Juan
Diana.
El retrato colectivo, inusual en la época por su carácter
gremial, nos permite apreciar un catálogo muy completo de la moda masculina de
mediados del siglo XIX: trajes oscuros compuestos por frac, pantalones y
chaleco generalmente de color claro. También, la importancia del
cuidado del cabello y de la barba. Destacan lacias o rizadas melenas brillantes
de pomada y la mayoría porta barba, bigote y grandes
patillas, pocos aparecen totalmente rasurados. Esa uniformidad en el vestir había
servido para unificar a la burguesía y a la nobleza para distinguirla de las
clases populares. Cuerpo de dandy y cabeza de artista, así podemos resumir los
cánones de su indumentaria.
No me extraña que, en el vídeo que incluyo en esta
entrada, se relacione estéticamente a estos hombres atildados con los modernos de
ahora tan preocupados por su aspecto externo. Si los románticos compartían un espacio
físico común (tertulias, sociedades, cafés) para relacionarse, los de ahora lo
hacen a través de las redes sociales.
Para finalizar, una anécdota curiosa. Se dice que el retratista Antonio María Esquivel, aquejado de una profunda ceguera, intentó en noviembre de 1839 por dos veces seguidas poner fin a su vida románticamente, arrojándose al río Guadalquivir. Fue rescatado a tiempo y con posterioridad se recuperó gracias a una exitosa intervención quirúrgica en Francia que sufragaron sus compañeros del Liceo. No me imagino pesadilla mayor para un pintor que no poder ver.
Con
motivo de la celebración de los doscientos años del nacimiento del poeta y
dramaturgo José Zorrilla (2017), el Museo del Romanticismo sorprendió a sus
visitantes con distintos dioramas formados por Clics de Playmobil, los famosos
muñequitos de plástico. Uno de ellos era precisamente Los poetas contemporáneos.