El método Pilates es
un sistema de entrenamiento físico y mental creado a principios del siglo XX
por el alemán Joseph Hubertus Pilates, que lo ideó basándose en su conocimiento
de distintas especialidades como gimnasia, traumatología, ballet o yoga,
uniendo el dinamismo y la fuerza muscular con el control mental, la respiración
y la relajación.
Lo que más me gusta es estar en casa relajada y leyendo. Siempre
odié la educación física (gimnasia en mi época) y ahora que me vienen todos los
males de la senectud, me veo obligada a hacer algo que beneficie a mi cuerpo y, por
ende, a mi alma. Así que decidí apuntarme a Pilates que todo el mundo dice que
es estupendo. Me incorporé cuando el curso ya estaba empezado y el primer día a
punto estuve de ponerme a llorar en mitad de la clase. "Haz lo que puedas,
tú conoces mejor tu cuerpo que nadie", me dijo el profesor. No había sitio
para poner la esterilla, ni oía ni veía, era imposible realizar los ejercicios
que todo el mundo se sabía de memoria. Cuando intentaba repetirlos después de
haber convertido mi cuello en un telescopio, ya habían pasado al siguiente; si
todos se giraban a la derecha, yo lo hacía a la izquierda; no sabía respirar
con el diafragma y me faltaba el resuello. Pero lo peor vino cuando nos
tumbamos boca arriba y comenzamos a hacer abdominales, las posturas eran imposibles
y me sentía como Gregor Samsa aleteando mis
extremidades sin orden ni concierto, tratando de estirar unos músculos que ni
sabía que existían. El tiempo se me hizo eterno, al final me incorporé como una
anciana de noventa años y llegué a casa tan dolorida que me metí en la cama.
Intenté buscarme excusas, pero volví a la tortura como el asesino al lugar del
crimen. Poco a poco he ido interiorizando los ejercicios, la clase se me pasa más rápida, pero en ningún momento he tenido la sensación placentera que
produce el dominio del cuerpo como recompensa al esfuerzo. Mis compañeros,
llenos de endorfinas, están encantados como si perteneciesen a una secta. Solo
me consuelo cuando llega un alumno nuevo y le cuesta tanto esfuerzo como a mí.
La única ventaja del método es que no hay que dar saltos, las tetas no se
mueven, se suda poco y el corazón no se te pone en la boca. ¡Cómo admiro a los
gimnastas! Y digo yo si a los normalitos no nos vendría mejor andar y follar más
y dejarnos de dislates.