domingo, 29 de mayo de 2016

Un relato y una película: La venganza de una mujer



Está claro que una película que no te ha gustado da mucho más juego que una que te ha entretenido o impactado. Como voy todas las semanas al cine, a veces decidimos en el momento qué película ver.  La venganza de una mujer tenía buena pinta. El resumen del argumento prometía: "Roberto es un hombre sumido en el más profundo de los aburrimientos, ya que ha agotado y satisfecho todos los placeres de la vida. Hasta que conoce a una cortesana que le introduce en una historia de amor verdadero, pero también de pasados imperfectos". La foto que acompañaba al programa nos presentaba a una mujer, ataviada con un traje romántico, con un libro en las manos. Inmediatamente la uní a mi galería de mujeres insatisfechas del siglo XIX que tanto me gustan. Además, la directora era una mujer portuguesa y sabemos tan poco del cine portugués…
Entré en el cine confiada en pasar un rato estupendo viendo una película de autor fuera de los círculos comerciales. Craso error, el comienzo ya lo presagiaba: un narrador en un espacio teatral nos presentaba a un protagonista hierático que pretendía ser un don Juan, pero que no lo demostró a lo largo de los interminables cien minutos que duró la cinta ni por su apostura ni por el don de la elocuencia, aunque una escena nos lo presentase como James Bond acosado por cuatro mujeres. Los decorados eran tan de cartón piedra como su rostro. La música, bella y estremecedora, no encontraba paralelismo con la absurda historia que nos presentaba. Paciencia, me dije, seguro que se arregla. Pero el espectáculo se iba haciendo insoportable a medida que transcurrían los minutos, porque el texto era excesivamente literario y chirriaba a cada momento en una atmósfera fantasmagórica. El momento más melodramático, el asesinato del amante platónico de la heroína a mano de unos criados negros y el deseo de esta de comerse su corazón, antes de que los perros lo devorasen, solo causaba risa por lo ridículo. Pero lo peor era el interminable monólogo pausado hasta el infinito donde ella contaba su historia atroz y su determinación de abandonar al marido, noble de España, y dedicarse a la prostitución para mancillar su honor. Algunas personas empezaron a salir del cine, mi compañera de butaca se revolvía en la butaca y bostezaba sin ningún pudor. Aguanté como pude hasta que, al final, el cura que asistió a la protagonista en sus últimos momentos cuenta que un ojo se cayó de su órbita como una moneda. Salir a la calle fue una liberación de una puesta en escena teatral, barroca y preciosista. Un texto literario debe ser adaptado al cine porque son lenguajes diferentes, a no ser que se quiera provocar un soberano aburrimiento; por lo visto, la critica no lo ha visto así y ha calificado a la obra de conmovedora, sublime y absorbente,
No leí toda la información de la hoja hasta llegar a casa, allí me enteré de que era una adaptación libre de uno de los cuentos del francés Barbey d´Aurévilly, incluido en el libro Les Diaboliques, hecha por Rita Azevedo Gomes,  admiradora de Oliveira, cineasta portugués que no he podido nunca aguantar por lo plasta. Como tenía el libro en casa, decidí leer el relato que, en contraposición con su versión cinematográfica, me gustó porque es ágil a pesar de responder a los gustos estrafalarios y  refinados de finales del siglo pasado. Localizado en París, allí sí que tienen sentido los protagonistas, el don Juan se convierte en un hombre de carne y hueso, que hastiado de todo, se ve perturbado por la historia de esta bellísima mujer. La muerte del amante es por ahogamiento y la desesperación romántica de ella y su absurdo e inútil deseo de venganza a la española atacando el honor de su marido se comprenden mejor. Es más, se observa un tono sarcástico, ausente en la película, que presenta a una nobleza sin sentido abocada a morir sin descendencia.
Sé que el próximo miércoles la película habrá desaparecido de la cartelera, porque no creo que haya muchos espectadores influidos por la crítica o confiados en una imagen publicitaria como yo.

sábado, 21 de mayo de 2016

La península de Cilemaga, Helena Santolaya



Ayer pasé un rato emocionante en la presentación del libro de Helena Santolaya La península de Cilemaga (ediciones Pregunta). Me reí con el vídeo inicial, conocí a una original artista, disfruté de los silbidos de la silbatriz, me reencontré con el poeta Ángel Guinda, me fundí en un abrazo de oso con mi antiguo alumno, David Francisco, y con su pareja, Reyes. ¡Qué más se puede pedir!

El vídeo inicial era un resumen de los seis volúmenes de imágenes poéticas sobre la Historia del pensamiento: Metafísica del polvo, Estética del estropajo, Epistemología de los chorros del oro… Al fin, las ideas de los pensadores más sofisticados de todos los tiempos (Adorno, Bacon, Descartes, Hume, Montaigne…) se arremangan la camisa, remojan bien los puños, doblan el espinazo y se ponen al servicio de las tareas domésticas que sus autores nunca llegaron a realizar.



La península de Cilemaga es un original y hermoso álbum ilustrado para niños de 7 a 90 años que une las dos facetas de la autora, su pasión por las letras y las bellas artes, gramática y estética. Su aire antiguo, papel amarillento y ausencia de colorido, contrasta con las ediciones al uso de los cuentos actuales.  Cilemaga es un sitio donde sucede algo insólito: bajo las piedras abandonadas al tiempo nacen las palabras. Allí viven Irene, Jorge y Margarita, tres niños que se preguntan por la forma y el significado de las palabras.

El 20/6/2017 leo la noticia: La península de Cilemaga’, libro mejor editado en Aragón.  Enhorabuena a su autora y editores.  

jueves, 19 de mayo de 2016

Sin protector solar

Había salido rubísima, con una piel transparente que relucía al sol. En el siglo XIX habría causado furor; pero, en los años sesenta del siglo XX se sentía como el patito feo del cuento, desentonaba con la familia que era de tez morena.  En la playa, debajo de un sombrero, a las horas de más calor, cubierta por una camiseta y con crema Nívea en la punta de la nariz, observaba como los demás se iban tostando lentamente al sol y adquirían un atractivo bronceado. Al volver a casa, descubría que se había quemado todo lo que sobresalía: la raya del pelo, la frente, las rodillas y el empeine del pie. La piel empezaba a arder al atardecer y no se aplacaba en toda la noche, de nada servían las friegas de vinagre. Su hermana y sus primas se asaban alegremente, tumbadas al sol como en una barbacoa, aderezadas con la crema de la vaca o con un mejunje de aceite y vinagre que olía a ensalada. Y estaban guapas y saludables cuando salían por la noche, mientras ella se quedaba ardiendo en su habitación. Su piel después del color rojo tomate, pasaba a un suave salmón, se pelaba y se poblaba de pecas como si hubiese tomado el sol a través de un colador o se hubiese espolvoreado canela. Pero cómo quedarse en casa, si lo único que le gustaba de verdad era meterse en el mar, fundirse con las olas, bucear, nadar, sentir el sabor salado en la boca y el escozor en los ojos.
Hubiese vendido su piel al diablo con tal de conseguir una nueva, más resistente, que la protegiera del sol y de los comentarios maliciosos que provocaba. Entonces no existían las cremas con factor de protección y ella pertenecía a ese 5% de la población mundial de fototipo 1, raro y anómalo, que presenta una piel pálida y rosada sin melanina. Ya mayor, guarda la memoria de esos años como su piel guarda la memoria de las quemaduras pasadas. Tiene que ir una o dos veces al año al dermatólogo para eliminar las manchas precancerígenas del rostro (una quemadura con otra se quita) y luchar con las dermatitis, irritaciones, rojeces y granos que se apoderan de su cuerpo. A veces, en las noches de insomnio, piensa en las extrañas relaciones que se establecen ente la piel y la personalidad. 

Usa protector solar

Este vídeo, basado en un poema-discurso de Mary Theresa Schmich (1997) titulado Wear Sunscreen (Usa protector solar) se realizó en 1999 por la agencia publicitaria brasileña DM9. Aunque no me gustan nada los textos de autoayuda, este optimista texto con ecos de Palabras para Julia de Goytisolo se puede utliizar en clase de tutoría.


Mi amiga Lina

Siempre la recordaré sonriendo, cerca de la treintena, con su larga melena rizada, su corta falda negra de cuero y sus medias de rejilla. Era muy atractiva, tenía una talla 44 y ningún complejo. Entró en el colegio para sustituir a un profesor que daba clases a los difíciles alumnos de graduado escolar, a los que enseguida se llevó a su terreno. Nos hicimos muy amigas. Los viernes entre confidencias y filosofías nos acercábamos al bar El Dormilón a esperar a que terminara de trabajar su novio. Al curso siguiente ambos decidieron irse a vivir juntos en una casa baja del barrio de Prosperidad. La casa era inhóspita y lúgubre, pero ellos la hicieron atractiva con kilos de pintura y una farola que encontraron abandonada en una calle. Nunca la vi tan feliz. Pero todo se torció cuando prescindieron de sus servicios sin previo aviso. Había estado trabajando sin contrato. Decidió denunciar a la empresa y necesitaba un testigo. Recurrió a mí. Cómo le iba a decir que no, si era mi amiga y una injusticia. Afortunadamente, no llegaron a los juzgados, firmaron un acuerdo y no tuve que testificar. Consiguió el reconocimiento por su trabajo y una miseria de pesetas que fueron a parar a su hermano que estaba rehabilitándose en Proyecto Hombre. Yo me quedé en una posición incómoda en un centro educativo que se llenaba la boca hablando de experimentación pedagógica y socialismo. Ya distanciadas por la vida, supe que se había ido a vivir fuera de Madrid y que había tenido varios hijos. Siempre generosa y maternal, había realizado sus sueños.

sábado, 14 de mayo de 2016

La España de los colegios concertados




España es el segundo país con más alumnos en aulas concertadas (privadas subvencionadas) o completamente privadas, solo tras Bélgica, y se sitúa hasta 22 puntos por encima de la media —en el caso de primaria— en el porcentaje de estudiantes que se educan en centros bajo una gestión o capital privados. La Iglesia ha estado históricamente detrás de la educación concertada y privada de España —también en el caso de Bélgica, donde la fuerte influencia eclesial y el apoyo de las fuerzas políticas liberales a la educación privada explican su tradicional apuesta por este modelo. En general, los sistemas segregadores obtienen peores resultados que los generales, suele aumentar el rendimiento de una parte de la sociedad, pero no del conjunto.

Ahora que volvemos a estar de elecciones, conviene recordar estos datos para que la nueva izquierda aborde este tema. La escuela concertada acaba de cumplir desvirtuada 25 años: Los centros públicos asumen el 90% de los inmigrantes y la gratuidad de los concertados es incompleta. Los creadores del sistema, por una ley socialista, admiten su actual distorsión. Sigue leyendo el artículo de Diego Barcala en el diario Público
Para saber más: Antonio Ortuño Escarabajal La España de los colegios concertados en el diario Información de Alicante.

Dinero Público, educación pública 

lunes, 9 de mayo de 2016

La importancia del título

En la actualidad, el titulo es fundamental para un libro, sobre todo para una novela, tiene que ser original, atractivo, fácilmente memorizable, coherente, corto o largo, pero siempre sugestivo, porque es el resumen del argumento, lo que el escritor ha querido comunicar.  Un buen título es la carta de presentación de un libro, una presentación adecuada puede acercarlo a más lectores. En alguna parte del texto tiene que ser explicado. Si el autor no es muy conocido, el título tendrá la máxima importancia. Un consejo: un título no debe dar muchas pistas sobre qué la historia o el lector perderá el interés. Debe ocultar siempre la verdadera clave de la narración, permitir que quien lo lea se sorprenda por sí mismo. Los hay de todas clases, con el nombre del protagonista ("Marianela");  con una sola palabra ("La Busca", "La colmena");  con toda una oración ('La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada' de Gabriel García Márquez, "El guardían entre el centeno" de Salinger); con títulos extraños y sorprendentes ( "El abuelo que saltó por la ventana y se largó", de Jonas Jonasson, "Las ardillas de Central Park están tristes los lunes" de Katherine Pancol, "Cuando Hitler robó el conejo rosa" de Judith Kerr); con una metáfora evocadora ("La sombra del viento" de Ruiz Zafón). El título llega siempre a la mente del escritor al comienzo o al final de la creación de una forma mágica.

Todo esto lo explicaba el profesor a sus alumnos somnolientos y desinteresados. Sus títulos preferidos eran los que constaban de sustantivo y adjetivo: lo objetivo y lo subjetivo, lo esencial y lo accesorio. Siempre pensó en un banco de títulos gratuitos que ayudaría a los escritores poco inspirados en la difícil tarea de ser originales. Y empezó a coleccionarlos de lecturas de aquí y de allí: Aletargado aburrimiento, Amada mascota, Acciones borradas, Atención maniática, Ávida vida, Vinoso ponto, Bellos públicos, Brutos secos, Caótica belleza, Casa fuerte, Cicatrices ocultas, Complaciente papanatas, Conjunción copulativa, Cubiertas desgastadas, Desengaño despiadado, Desorden preciso, Dulce mar, Entrañas extrañas,  Entrañas palpitantes, Equilibristas ciegos, Estado conectado, Espectador domesticado, Estrategias narrativas, Extraño Esclavo, Estados excitados, Feroz felicidad, Franco fresco, Frugales fruslerías, Fuegos fatuos, Habas vanas, Heridas abiertas, Heteronimia ominosa, Horda devoradora, Implacable rudeza, Impúdico imprudente, Indigencia insignificante, Indigencia intelectual, Olor húmedo, Larga pesadumbre, Larvado resentimiento, Lava candente, Manchas limpias, Masa amorfa, Mate amargo, Mentiras contrastadas, Mezcla perfecta, Misericordiosa inconsciencia, Misógino contumaz, Niebla meona, Obcecado ludópataOtoño dorado, Paisaje sonoro, Parálisis general, Placer culpable, Plazo aplazado, Puro humo, Realismo visceral, Recuerdos materiales, Repugnante vileza, Rigor artis, Salvajismo jovial, Secreta receta, Silencio espeso, Silencios elocuentes, Sucio socio, Sol mustio, Sospechoso inocente, Sueño invencible, Tradiciones brumosas, Tensa espera, Trivial deseo, Vacas salvajes, Vivos colores. Al final, confesó que su favorito era Agua frita y papel asado. Y de los ya publicados, Papel mojado de Juan José Millás.