¿Cómo es posible que se pierda la amistad de más de treinta
años en un instante? Pues se rompió en un segundo,como un jarrón. El cariño, forjado desde la
adolescencia, se terminó en una tarde fría y lluviosa del mes de octubre en una
cita por sus cumpleaños respectivos. Juntas, las dos amigas habían vivido los acontecimientos más
importantes de sus vidas: los guateques, el primer amor, la facultad, la primera
borrachera, la tesina, la boda, el nacimiento
de un hijo, las oposiciones, las visitas al sanatorio, la muerte de los padres,
viajes, el adulterio, la muerte del
marido. Al principio compartieron amistad y barrio, al final solo reproches. Habían
quedado para comer ese día aciago y no se encontraron a la hora prevista. Una de
ellas, de baja por depresión, bañada en
alcohol durante la espera, se puso fuera de sí como ya había hecho otras veces, y recibió a la otra chillando.
Carente de toda lógica, la echó de su casa con cajas destempladas. El recuerdo
del portazo en la entrada entre insultos, mientras el cachorro de perro
adoptado se restregaba en su pierna, es una escena que se repite muchas veces
en las pesadillas de ambas. Fue la gota que colmó el
vaso, pensé mientras mis lágrimas se mezclaban con la lluvia que caía
salvajemente sobre mi rostro y mis medias rotas; muerta de hambre y de
rabia llegué a duras penas al metro, veinte minutos después. Fue imposible pegar
los fragmentos de esa amistad rota. La llamada de la reconciliación no se produjo
y el tiempo ha ido pasando inexorablemente sin que ninguna de las dos haya
pedido perdón.
martes, 10 de marzo de 2015
domingo, 8 de marzo de 2015
Malas noticias
La taimada, mentirosa, incombustible y mala actriz, ha sido designada para la alcaldía de Madrid. No tengo palabras. Solo palabrotas. ¡Qué mala imagen para el día de la mujer trabajadora!
Paralelismos
Como cada vez que uso el transporte público urbano suele tocarme de compañera gente de pocos recursos y bajo nivel social, a veces extranjeros, que hacen que mi trayecto no me resulte lo cómodo que podría esperarme, voy a proponerle a mi alcalde que suprima alguna línea actual y en su lugar cree otra que, para el mismo trayecto, cueste algo más cara, lo suficiente como para que esa gente siga usando la línea antigua y en la nueva sólo vayamos los que disponemos de más medios. Total, a ellos les dará igual tenerme o no de compañero y yo, desde luego, iré más cómodo así. ¿Que soy un egoísta? ¿Que mis argumentos son despreciables? ¿Que ninguna Administración pública será tan irresponsable como para hacerme el juego? ¡Qué va! Cambiemos “transporte” por “educación” y… ¡ahí está!: ¿o qué es, si no, la enseñanza concertada?— Roberto García de la Calera.
Como cada vez que uso el transporte público urbano suele tocarme de compañera gente de pocos recursos y bajo nivel social, a veces extranjeros, que hacen que mi trayecto no me resulte lo cómodo que podría esperarme, voy a proponerle a mi alcalde que suprima alguna línea actual y en su lugar cree otra que, para el mismo trayecto, cueste algo más cara, lo suficiente como para que esa gente siga usando la línea antigua y en la nueva sólo vayamos los que disponemos de más medios. Total, a ellos les dará igual tenerme o no de compañero y yo, desde luego, iré más cómodo así. ¿Que soy un egoísta? ¿Que mis argumentos son despreciables? ¿Que ninguna Administración pública será tan irresponsable como para hacerme el juego? ¡Qué va! Cambiemos “transporte” por “educación” y… ¡ahí está!: ¿o qué es, si no, la enseñanza concertada?— Roberto García de la Calera.
sábado, 7 de marzo de 2015
Extraños compañeros de viaje
jueves, 5 de marzo de 2015
Las cuatro estaciones
Hice estas cartulinas para ayudar a una compañera que estaba preparando las oposiciones de infantil. Solo se necesita un poco de paciencia y creatividad. Utilice elementos diversos que hay en todas las casas: cartulinas de distintas texturas, telas, algodón, rotuladores, fieltros... Las pongo aquí por si sirven para otras personas.
Peligrosa obra del futuro parque de bomberos de la zona centro
Como se acercan las elecciones e interesa que la economía se reactive, se está empezando a crear empleo en la construcción. Primero suprimieron todos los puestos de trabajo, echaron a la gente a la calle, para luego volverlos a contratar con peores condiciones laborales y por el precio de uno, ahora tenemos hasta tres trabajadores. De esta manera es muy fácil conseguir más contratos y más cotizantes a la seguridad social que maquillen las estadísticas para hablar del milagro de la regeneración de la crisis. La calle San Bernardo es un ejemplo de ello. Este mes, el Ayuntamiento ha empezado, en un solar abandonado hace más de 6 años, las obras de lo que será el nuevo parque de bomberos de la zona centro, después de muchos años de haberse olvidado del asunto. Ignoro de quién habrá sido la genial idea de poner un parque de bomberos en una de las calles más estrechas y con más tráfico de Madrid, donde es imposible descargar o bajarse de un coche sin formar un atasco desde la Gran Vía hasta los bulevares. Pero, ahora mismo, lo que más me preocupa es que la empresa constructora se ha apoderado de toda las aceras circundantes instalando unas casetas gigantescas. De nada les valen a los alumnos del Lope de Vega los carteles prohibiendo el paso y advirtiendo del peligro, ellos siguen jugándose la vida en la calzada. Estoy convencida de que habrá un accidente. Me dicen que este tipo de instalación paga muchos impuestos y por eso no se suele hacer. No creo que la empresa concesionaria del ayuntamiento pague ni un duro por esta invasión peligrosa. Una vez más, el depauperado casco viejo de Malasaña sale perdiendo. No me creo que no haya mejores solares en todo el centro de Madrid con mejores accesos para instalar estas dependencias. He llamado al ayuntamiento y a la policía municipal del peligro y no me han hecho ni caso. ¿Qué podemos hacer los sufridos vecinos?
Dónde andará el CPHC (Comando de Peatones hasta los
Cojones) que allá por los noventa, para defender los derechos del viandante, realizaba
ingeniosos actos sobre los vehículos mal aparcados, amenazando a sus conductores
con tomar medidas drásticas. Lo necesitamos.
Etiquetas:
Bomberos Malasaña,
Equipaje profesora
Acerca de un libro que trata de la rivalidad entre escritores
Este es un libro que preferiría
no haber leído. Lo he hecho casi a hurtadillas, como temiendo a cada momento
ser sorprendido en una práctica vergonzosa, a regañadientes, tomando el libro
cada vez con cierta repugnancia y dejándolo ya francamente en la náusea, pero
sin ser capaz de abandonarlo definitivamente y acechando pronto la ocasión de
retomarlo, como uno de esos vicios que nos estragan pero nos retienen con su
viscoso atractivo. Pero, como han dicho muchos, Cervantes entre otros, no hay
libro, por malo que sea, que no contenga algo bueno.
Algunas de las trifulcas recogidas en el volumen son muy
conocidas, pero otras muchas no, al menos para un lector medio no
especializado, como es el caso. La impresión general es profundamente
desagradable, pero, por decir también de entrada algo positivo, nos hace bajar
del pedestal a algunas de las grandes figuras de nuestras letras de ambas
orillas, por si acaso alguien pensara que eran seres adánicos, angélicos y
seráficos. Pero hay más problemas.
El primero es el de la crítica de los
textos en que se fundamenta el volumen. En general, el autor los documenta de
modo genérico, pero no preciso (en general no se cita por página, párrafo,
referencia bibliográfica exacta, es decir, si los textos provienen de consulta
directa o de segunda o tercera mano… etc.). Es verdad que el volumen no parece
pretender ser una obra de investigación rigurosa stricto sensu, sino más bien de
carácter divulgativo. Pero en un terreno tan delicado como la imagen personal,
literaria, ideológica, histórica de los autores tratados todo el cuidado es
poco. Se precisaría una crítica textual depurada para asegurar en lo posible
(siempre hay en esto un margen de duda e inseguridad) la fiabilidad de los
documentos aducidos. El autor del libro, o los precedentes consultados, ¿han
hecho ese trabajo crítico en todos los casos? ¿Cuántas erratas o errores
(involuntarios o deliberados) se han podido deslizar en la larga cadena de
transmisión textual hasta llegar al libro editado? No se trata, por supuesto,
de las posibles malevolencias y tergiversaciones que entren en las opiniones
vertidas por los personajes, sino de la limpieza básica de las fuentes. Por
otra parte, ¿se han contrastado siempre las distintas y a menudo divergentes
versiones de un mismo hecho o de las palabras pronunciadas? El autor del libro
presenta en ocasiones algunas variantes de los hechos, pero otros muchos quedan
en la duda. Estamos, pues, en un terreno peligrosamente resbaladizo entre la
divulgación científica o cultural de carácter serio y la prensa amarilla y sensacionalista,
lejos del buen periodismo (si este emparejamiento no es oximórico) que siempre
contrasta fuentes, exige más de un informante, etc. Desde luego no quiero decir
que el libro caiga siempre de ese lado malo, sino de la inseguridad que nos
transmite en una lectura crítica.
Otro aspecto, más de fondo, es la finalidad a que apunta la obra. ¿Qué nos
aporta saber que un escritor haya dicho de otro que olía mal? Los insultos (y
hasta golpes) que otros se cruzaron en un lance de acaloramiento ¿deben influir
en nuestra consideración de sus respectivas obras? Recuerdo el desagrado que me
produjo leer que una de nuestras cimas poéticas quedó horrorizado al ver en
casa de otro gran autor un huevo frito olvidado en una silla (y luego lo
contó), incidente omitido, por fortuna, en el presente libro, como tampoco
aparece lo que vi, con crispación paroxísmica, hace muchos años en la crónica
de un escritor de 2ª o 3ª fila donde relataba que, al ir a entrevistar a un
gran prosista que vivía retirado, ya anciano, en su masía, este lo recibió “con
la bragueta aparatosamente abierta”.
Dicen los sabios que las especies carroñeras (buitres, hienas…) contribuyen
eficazmente a mantener un buen nivel de salubridad en el medio ambiente, pero
en el caso que nos ocupa no se trata de drenar y, por tanto, hacer desaparecer
los detritus, sino de hacinarlos y depositarlos de modo permanente, como un
gran muladar, ante el público, y además con la agravante de que, por las
razones antes apuntadas, no hay seguridad sobre el fondo y la forma de los
testimonios.
martes, 24 de febrero de 2015
La memoria del olvido
Me ha impresionado para bien la película Siempre Alice. Una profesora de Lingüística
sufre al drama de la pérdida del lenguaje y del pensamiento cuando le detectan a
los cincuenta años Alzheimer precoz. Esta enfermedad me asusta sobremanera porque
la he visto asomar sin diagnóstico en mi abuela y en mi padre y yo me parezco
mucho a ellos. Mis manos, que han entrelazado las suyas, son una réplica
perfecta: el mismo tamaño, los mismos dedos, las mismas uñas. De pequeña tuve
que luchar con una dislexia que me hacía cambiar las sílabas de orden. Con el
paso del tiempo he ido trabucando los nombres de los autores o de las personas
que conozco. Los últimos años he sido incapaz de aprenderme los nombres de los
nuevos alumnos. A veces, me he quedado en blanco mientras explicaba y el nombre
de los actores de las películas que me gustan se me enredan en la lengua para
salir diez minutos después. No sé la de veces que pierdo objetos cotidianos o realizo
acciones automáticamente. Tampoco sé qué contienen los cajones de los armarios
que una vez al año me obligo a ordenar para tirar lo superfluo. A veces, por sitios
poco habituales, me desoriento. Nunca me acordé del final de las películas y
los libros, y ahora no retengo ni el título ni el autor; me digo
para justificarme que la culpa la tiene el ebook que carece de las solapas y solo marca la página en la
que detuviste la lectura. Otras veces, me empeño en repetir una palabra que no
es la correcta y, muchas veces, me callo por no meter la pata. También sufro y
lucho con el mal humor que provocan estas pérdidas constantes y, hasta ahora,
poco significativas. Internet me ayuda para salir de dudas y repasar lo que
creía aprendido. Procuro reírme de mi misma y soltar la frase de todos los de nuestra edad: “¿Te
acuerdas cuándo hablábamos de corrido?”. Antes lo achacaba al estrés y a la
edad, consciente de que todavía tengo memoria de lo que olvido; ahora, que
estoy jubilada, espero no tener que hacerlo a este mal incurable más duro que
el cáncer.
Por fin te has decidido a poner algo más, y uno de esos algos es lo de Tánger, que está muy bien, y esperamos que sea el comienzo de una miniserie. Lo otro es más duro y no va a colar: no conseguirás que te tratemos como una prejubilada precozmente preenferma preferentemente preterida. Esa pretendida preentrada presumiblemente prepóstera predice predicaciones prematuras precedidas de prevalente preeminencia. Y los premonstratenses, en su precalentada prevención previsora de prelados, se prevalen de su presunta prefectura.
Premoniciones de preseas
Por fin te has decidido a poner algo más, y uno de esos algos es lo de Tánger, que está muy bien, y esperamos que sea el comienzo de una miniserie. Lo otro es más duro y no va a colar: no conseguirás que te tratemos como una prejubilada precozmente preenferma preferentemente preterida. Esa pretendida preentrada presumiblemente prepóstera predice predicaciones prematuras precedidas de prevalente preeminencia. Y los premonstratenses, en su precalentada prevención previsora de prelados, se prevalen de su presunta prefectura.
Premoniciones de preseas
Etiquetas:
Emilio García Ruiz,
Equipaje profesora,
fruslerías
Suscribirse a:
Entradas (Atom)