-No sé si sabrás que varias generaciones de mujeres se han enamorado de
ti y de tus canciones, pero no les ha quedado más remedio que acostarse con
otros.
-¡Pues que alegría! (Risas). Menos mal que se acostaban con otros
porque con todas no hubiese podido.
Entrevista a Aute para
el periódico El ojo de la libertad, del I.E.S Luis Buñuel de Alcorcón
Creo que solo he tenido dos amores platónicos en mi vida:
Luis Eduardo Aute y J. M.; el primero está recuperándose de un fatal infarto y el
segundo ha muerto este otoño. Con los
dos compartí momentos pletóricos en el IES Beatriz Galindo en distintos cursos de reciclaje. Ya sé que los
amores platónicos se basan en la búsqueda de la persona ideal y no desean el
contacto físico para no darte cuenta de que son como el resto de
los mortales, hechos de barro y de miserias; pero la posibilidad del encuentro
y la sensación de plenitud ante su presencia han desaparecido. Solo (y ya es bastante) me quedarán su obra y su recuerdo.
En el 2006 me declaré AUT-tista (seguidora incondicional
hasta el ridículo) en el artículo del periódico escolar que transcribo:
La
profesora que se quedó encerrada
Me declaro autista (seguidora incondicional hasta el
ridículo del cantautor Luis Eduardo Aute). Mi despertar musical siempre ha
estado unido a él. En tiempos pretéritos, cuando gobernaba el invicto, oí por
primera vez que podíamos desear lo imposible (Rosas en el mar) y me enamoré de su pelo liso, de sus grandes ojos,
de su cara redonda y de sus manos de artista. En Algunas de las primeras
manifestaciones canté Yankee go home
y descubrí que había muchos Fantasmas.
Disfruté del amor sin velos de novia (Anda,
quítate el vestido) y del desamor (De
alguna manera tendré que olvidarte). Asistí atónita a los últimos
fusilamientos de Franco (Al alba).
Incluso pasamos los dos una larga temporada tristes, él cada vez más críptico e
irónico (Si estás triste que te cuenten
algún chiste). Sólo una vez le fui infiel con Hilario Camacho. En los ochenta
llegó la movida y tiempos de no pensar. Surgieron Krahe y Sabina. Muchas le
abandonaron por Sabina, más seguro de sí mismo, más exhibicionista (Mira que eres canalla). Yo me quedé con
Aute, con el tímido e inteligente, con el monógamo que por aquel entonces
quería cambiar a la de cuarenta por dos de veinte. Empezó a adelgazar hasta
convertirse en espíritu impuro, al contrario que todos nosotros que ahora
degustábamos la nueva cocina. Me subí en el Suburbano y me enteré por mi amiga
Lina que sus hijos no le habían salido muy estudiosos en un colegio cercano a
la Fuente del Berro. Le vi en la Feria del Libro firmando autógrafos de su
primer libro y no me atreví a saludarle, me moría de vergüenza, los amores
platónicos deben seguir siéndolo. Escribí musarañas mientras él escribía
poemigas. He visto Un perro llamado dolor
cuando les ponía a mis alumnos El perro
andaluz. He observado su curiosa pérdida de pelo sin llegar a tener canas,
mientras me teñía el mío. Nos hemos puesto gafas al mismo tiempo, el de
hipermétrope y yo de presbicia. Sus manos de artista, que parecen odiar los
instrumentos cortantes, no envejecen. La cabecera de nuestro periódico se parece
al inicio de su página web.
Yo también creo que Las palabras son falsas y traidoras y
que, de todas las palabras, nación es una de las más feas. Que el peor enemigo
de Dios son las iglesias, que la aldea global perfectamente se podría llamar esfinternet, que todos llevamos la
piedra de Sísifo en un riñón, que no hay que dar órdenes, que el hombre está en
perpetuo desvalimiento, que los cuerpos después del amor apestan a alma y que
lo peor que le puede pasar a uno es una muerte colateral, que persiste siempre
el erotismo y la mirada y que deberíamos tener el derecho de ausentarnos y
hacernos invisibles. Comparto con él la curiosidad por el mundo y el hastío que
la política produce. También me asombra que no haya femeninos de algunas
palabras (la Dios, la yo, buenhembría); Incluso el año pasado pusimos una
pintura suya en el periódico para ilustrar el tema del maltrato a la mujer (Mortal de necesidad).
Menos mal que nos queda, me queda, Aute
J. era mucho más cercano porque le
podía tocar y abrazar cuando me lo encontraba de Pascuas a Ramos, casi siempre rodeado de profesoras, en la presentación de sus libros. Era encantador. Con su tranquilidad y sonrisa
perenne te dulcificaba la vida. Sabía escuchar y me ayudó mucho cuando, ante su
perplejidad, le expliqué cómo era víctima de acoso laboral en un instituto. Fue
en el café Comercial, ¿te acuerdas? Eran las siete y diez de una tarde triste
de invierno y no nos retrasamos ninguno de los dos.