lunes, 4 de abril de 2016

Crónicas cretenses















Nunca había viajado hasta ahora con un cronista oficial (Brígido González) ni con una ilustradora (no cito su nombre porque sé que no le gusta aparecer en los papeles y pido disculpas porque la foto de su cuaderno ha salido movida) que tomaran apuntes de los hechos más significativos. Ellos han simplificado mi labor.
 El viaje a Creta en semana santa, capitaneado por Maxi, profesor de griego, reunió a más de treinta personas excepcionales y entrañables, relacionadas con profesores del IES Carpe diem de Getafe. El buen rollo duró incluso en los momentos más difíciles. Confieso que fui incapaz de hacer una foto al campamento de refugiados de El Pireo, asolado por un viento helador. Solo eché de menos a un guía oficial que nos adentrase por las ruinas de la mítica civilización y nos informase de la vida y costumbres de esta isla atípica con horarios inverosímiles que parece un trozo desgajado de Despeñaperros. No me pude bañar en El Egeo, porque el tiempo no acompañó. Volví muy cansada, con ganas de soledad, pero ahora echo de menos a mis queridos compañeros de viaje y a la tertulia cotidiana en torno a una buena mesa rociada con el licor raki que desata la lengua: a Conchi, mi compa de habitación; a Berta y a Pepe; a la bailona Nuria y a Jose Manuel; a los andarines Gracia y a Jesús.



Cronica cretense ed1 from Ángeles Cuéllar

La isla es atractiva por sus playas y sus paisajes, pero al estar en estos lugares míticos el viajero siente un punto de decepción. El interesante blog  Después no hay nada nos explica que Evans más que un arqueólogo, fue el inventor de un mundo a la medida de sus fantasías. Realizó un parque de atracciones del que resulta casi imposible extraer ningún dato fiable… Según él, su visión de la civilización minoica no era una opinión, mucho menos una fantasía, era una realidad pretérita recuperada a través de un serio trabajo arqueológico. Y al público de su tiempo le encantó lo que les contaba, porque los minoicos conectaban con sus esperanzas e ideales y podían identificarse con ellos en mucha mayor medida de lo que podían hacerlo con los crueles héroes homéricos, los salvajes asirios, los decadentes babilonios, los siniestros etruscos, o los fenicios (demasiado "semitas").
Zbigniew Herbert (1924-1998) condensa la esencia cretense en El laberinto junto al mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario