En las
entradas anteriores sobre algunos de los manuales escolares más representativos de la escuela española de hace siglo y medio, he intentado reflejar la información que he leído por casualidad y que desconocía porque no he estudiado pedagogía. Debo confesar que jamás leí un libro de urbanidad, aunque en mi colegio de monjas se
leían normas de buenas maneras en el comedor y teníamos una cartilla escolar
donde nos valoraban el comportamiento a base de quitarnos puntos cuando este no era
correcto, la puntuación final aparecía en las notas escolares. La buena
educación y las normas eran fundamentales tanto en la casa como en el colegio, también los castigos, aunque, afortunadamente en mi caso, sin
violencia física. Todavía recuerdo la vergüenza que pasábamos las niñas cuando
nos pillaban comiendo chicle y teníamos que llevarlo pegado en la punta de la
nariz todo el día. Una supuesta falta de respeto se pagaba con el ridículo público. Eran
otros tiempos y otras costumbres.
A pesar de mi desconocimiento teórico sobre el tema, las variadas lecturas me han permitido llegar a algunas conclusiones:
1) Ha sido un duro camino crear ciudadanos con derechos y deberes en libertad en lugar de súbditos domesticados a base de lecciones morales, utilizando el castigo y el miedo como armas. Pero, a veces, se ha olvidado que unas normas de comportamiento basadas en el respeto a los demás facilitan la convivencia y nos hacen más humanos. Los viejos códigos sociales de comportamiento ciudadano adaptados a la sociedad del siglo XXI, sin distinción de género, deberían ponerse de moda otra vez en los centros de enseñanza de primaria y secundaria porque damos por sentado que nuestros alumnos ya vienen educados de casa y no es así. Vivir en sociedad es una tarea, en ocasiones, complicada porque se están perdiendo muchas muestras de cortesía como dejar salir antes de entrar, caminar por la derecha, saludar, ceder el sitio a los mayores, hablar bajo, no hablar con la boca llena, no tirar basura, cuidar el mobiliario urbano, no pintar lugares públicos y privados, respetar espacios reservados para personas con discapacidad, etc.
2) Los manuales escolares nos sirven en la actualidad para comprender las peculiaridades de
determinados periodos históricos, porque permiten examinar las ideologías, los
conceptos y valores de los grupos sociales que ostentaban el poder, casi siempre una mezcla de innovaciones modernizadoras y persistencias arcaizantes*.
3) Durante muchos años la enseñanza
tradicional religiosa cambió muy poco
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Modernización en s. XIX de las portadas de La buena Juanita |
sus libros moralizantes, como mucho
modernizó sus portadas. La renovación pedagógica empezó en la primera República (1873) y siguió en la
Institución Libre de Enseñanza (1876) con la intención de impartir una
enseñanza no confesional, basada en las nuevas corrientes de la pedagogía, en
la libertad de ciencia, la tolerancia y el contacto con Europa. La segunda República
continuó con las reformas progresistas encaminadas al fomento de la alfabetización y permitió que la mujer fuera una ciudadana de pleno derecho y no solo ama de casa, pero el franquismo la devolvió al hogar. Los libros de texto fueron un instrumento para moldear y
encauzar a los niños y niñas en los ideales del momento: el nacionalcatolicismo. Las Enciclopedias Álvarez se impusieron como texto escolar de
referencia en nuestra infancia. De modo que el sistema educativo que había sentado sus bases en 1857 llegó hasta 1970 con escasas modificaciones:1. Educación religiosa en todos los centros y marcado contenido moral de todo el saber. El amor a la Patria debía impregnar cualquier hecho educativo.
2. Prohibición de la coeducación. El sacrificio y la disciplina se considerarán el motor del éxito.
3. Valor fundamental de la familia como eje vertebrador de la vida española. La mujer, garante del bienestar familiar al servicio del marido y los hijos.
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Edición de 1942 |
He intentado en las entradas Juanito y La buena Juanita evitar los comentarios irónicos que me surgían mientras intentaba informar objetivamente del contenido y del contexto de los libros reseñados. No recomiendo su lectura completa porque el lenguaje decimonónico a veces se hace insufrible, pero sí hojearlos para valorar lo que hemos cambiado en la actualidad gracias al feminismo. He acabado harta de tanta bondad y sumisión, empachada de tópicos, de moralejas y de diminutivos, de virtudes varoniles y de metáforas frutales aplicadas a las mujeres. Menos mal que llegó Diana y nos hizo vislumbrar la mujer del futuro.Lo que si tengo claro claro es que estos manuales de lectura auspiciados por la iglesia católica no enseñan, adoctrinan, justo lo que ahora los centros concertados religiosos critican a las nuevas políticas educativas de la sociedad democrática. La caridad no puede remediar las injusticias sociales. Segregar no es lo mismo que convivir. Discriminar es lo contrario que integrar. Las buenas costumbres no tienen nada que ver con la mojigatería y el puritanismo. Respetar el orden social no significa que tengamos que ser sumisos. La visión idílica de la infancia es tan contraproducente como una visión tremendista. La libertad no tiene nada que ver con la mala educación. Y la felicidad no va unida, desgraciadamente, a la bondad.
Alejandro Tiana Ferrer, El libro escolar, reflejo de intenciones políticas e influencias pedagógicas
Algunas elucubraciones malvadas sobre las lecturas
La boda cortés de Juanito con Juanita.
En consecuencia con lo que he leído, me atrevo a hacer un
resumen final: el buen niño Juanito se casó con la horma de su zapato, la buena
Juanita, y formaron un matrimonio burgués de provincias, aburrido, sano y santo
como lo manda la Santa Madre Iglesia. Comieron perdices en el florido pensil de
su hogar y perpetuaron a través de sus hijos el sistema social dominante.
Finalmente, sus nietos asfixiados por tanta represión buscaron la libertad como
caballos desbocados.
Jaimito frente a Juanito
En algunos pasajes de Juanito me acordé por paronomasia del
temible y travieso Jaimito de los chistes de mi infancia, caracterizado por su
descaro y malicia que fastidiaba con sus preguntas a su
profesora y perturbaba el orden con sus travesuras. Jaimito es el contrario, el
antagonista de Juanito. Estoy convencida que su creador lo escribió en venganza por
haberse visto obligado a leerse el libro de pequeño, por eso la mayoría de sus chistes
son verdes y zafios, pero graciosos y comprensibles para un público amplio.
El
nombre de Jaimito proviene o coincide con el de una revista de historietas
infantiles publicada entre entre 1945 y 1985 por una editorial de Valencia. Antes, en España, los tres sobrinos traviesos del
pato Donald en las historietas producidas por Disney se llamaron Juanito, Jaimito y Jorgito.
Las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes
Las chicas buenas, la sumisas y modosas Juanitas del siglo XIX, no cuestionaban lo que les enseñaban los viejos manuales, solo tenían deberes, las habían controlado y separado. La Diana del libro de los años treinta fue el modelo que anticipó el futuro, una chica que aprendió a comprometerse con la realidad y a buscar su propio camino. Las primeras chicas malas buscaban cambiar las normas, no se sometieron, se hicieron autónomas a través de la educación, no se quedaron en casa y ejercieron sus derechos como ciudadanas. Fueron el germen de la famosa frase "las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes", siendo abanderadas de la libertad sexual, la igualdad laboral y política. A la frase se le atribuyen diversas paternidades: la actriz Mae West, un eslogan de mayo del 68, el dibujante Quino, o a la psicóloga alemana Ute Ehrhardt. Todos contribuyeron en el siglo XX a que el ángel del hogar moviese sus alas y abandonase su jaula para reconquistar su libertad. También me vino a la mente la frase complementaria : "Cuando soy buena, soy buenísima. Cuando soy mala, soy mucho mejor".
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