En vista de la aceptación que tuvo el Juanito de Parravicini (1836), dos editores, Calleja y Faustino Paluzíe publicaron en el siglo XIX y la primera mitad del XX, libros de lectura con niñas de protagonistas cuando la ley Moyano de 1857 ordenó la creación de una escuela para niñas en toda población de más quinientas almas. Las niñas de las clases populares empezaron a asistir a las escuelas recibiendo una instrucción muy diferente a la de los niños: debían convertirse en buenas esposas y madres, además de ser excelentes hijas. Como afirma Pilar Ballarín la asignatura de «Ligeras nociones de higiene doméstica» junto con la reorientación que se dio a las «labores propias del sexo» hacia la utilidad familiar fueron los instrumentos clave para el alejamiento de las mujeres del mercado laboral y la devaluación de los trabajos que éstas desempeñan»
La buena Juanita
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La buena Juanita, 1876 |
Este es el final del libro que termina con Flora felizmente casada:
Ya veis, queridas lectoras, el fruto de la esmerada educación que vuestra amiguita ha recibido. Os la he presentado en la cuna, hemos presenciado su desarrollo, la hemos visto iniciarse en los secretos de la naturaleza y adquirir los conocimientos útiles a la mujer, corregir los defectos que se insinuaban en su corazón de niña, robustecerse en la virtud con el apoyo de sus prudentes y sabios educadores y llegar a ser, después de una hija tierna, obediente y respetuosa, una esposa modelo y excelente madre".
Os he ofrecido un modelo, el imitarle no es difícil. ¡Dichosas vosotras si podéis superarlo!
Superarlo he dicho, porque con buena voluntad todo es posible, y así como en el corazón humano hay a veces insondables abismos de perversidad, que contrastan y aterran al que los profundiza, hay también tesoros de virtud, cuyo germen colocó en él la Providencia, y que convenientemente desarrollados convierten a los niños en ángeles de inocencia y de candor, al hombre y la mujer en seres, privilegiados que derraman la dicha en su familia y en su patria, y que honran y enaltecen la humanidad.
Otros libros didácticos para las niñas
A la buena Juanita y Flora le siguieron otros libros didácticos destinados a la educación de las niñas, solían titularse con los nombres más utilizados de mujer: Carmencita, Flora, Juanita, Diana, Mari Sol. Eran modelos a imitar, un espejo en el que se miraban las pequeñas lectoras. A la niña de la época se la adornaba con metáforas botánicas (un “pensil” o “florilegio” de plantas delicadas, coloristas y perfumadas), como acompañamiento a su condición de “perla” o “ángel” del hogar. La higiene y la economía determinaban el gobierno de la casa, en el que la mujer también se aplicaría a las “labores” que aprendió en la escuela. En la calle, acomodará su conducta a las reglas de cortesía, recato y pudor. Mientras que al varón se le asignaba un carácter “viril”, procreador de la especie, y una “rosa de los vientos”, que le permitiría elegir el mejor camino hacia estudios o profesiones más en consonancia con su superior estatuto antropológico*.
Las imágenes de anatomía que circularon en las escuelas en los siglos XIX y XX trataron de ocultar los órganos sexuales externos del hombre y de la mujer en la iconografía hasta hacerlos prácticamente invisibles. Cuando estas anatomías muestran el feto de la mujer embarazada lo hacen sacándolo fuera del cuerpo de la madre, a fin de ocultar la procedencia “natural” de los recién nacidos, y de salvaguardar de este modo la doctrina de la Iglesia en la materia. El pudor y el recato eran fundamentales: "Los modales de las niñas bien educadas deben ser como las tapias del jardín del cura: flores y no espinas. Es un jardín hermoso, niñas, el alma, y el cuerpo es el cercado que la resguarda. Guardad el cuerpo, y guardaréis las flores que tiene dentro" .
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