Las sillas son algo más que un mueble funcional que nos sirve para sentarnos, un objeto doméstico, un artefacto de trabajo o un instrumento de tortura. Desde su origen poseían fuertes significados relacionados con la divinidad, el poder y el rango, por lo que se reservaba para usos ceremoniales. Las sillas son el soporte para observar cómodamente el gran teatro del mundo, una forma de socializar con el entorno, un instrumento para estudiar la historia, un lugar privilegiado para los más pudientes, un símbolo de la competencia entre las personas y un puente entre lo privado y lo público. De ahí que cuando alguien se va de su sitio un momento (normalmente si está sentado mientras hay otros de pie), lo normal sea perderlo. Además, su uso y diseño reflejan distintas concepciones y valores del pasado y del presente. También han servido de inspiración al arte, como en el vídeo que aparece más adelante, y a la literatura, como la obra de teatro del absurdo de Ionesco Las sillas (1952), representada en un escenario lleno de sillas donde una pareja de ancianos solitarios recuerda su vida: la rutina, el aburrimiento, las humillaciones sufridas y las oportunidades perdidas.
Hace sesenta años asistía atónita al trajín de sillas que se llevaban
los mayores, siempre evitando perderlas, para asistir a los actos públicos: las
plegables, una novedad que transportábamos al cine al aire libre y a la playa; las sillas vecinales de las fiestas de Moros y Cristianos; y las sillas de ir a misa. También jugaba al juego de las sillas,
mientras oía el famoso refrán "Quien fue a Sevilla perdió su silla". En mi casa, los sitios mejores eran para mis padres, luego venía el de mi hermana y por último el mío. En la imagen de la derecha, posamos mi madre y yo en una playa de Alicante, de
cuyo nombre no me acuerdo, rodeadas de sillas plegables de madera, en este caso, alquiladas
Las sillas vecinales
Bajando las sillas (Villena, 1967) |
Otro ejemplo de sillas vecinales son las que se colocaban en el itinerario de los desfiles de Moros y cristianos como se puede ver en la fotografía, donde una familia provista de sillas se dispone a buscar un sitio en el centro de Villena donde situarlas.
La casa de mi abuelo estaba situada en La Corredera de Villena. Unos días antes de que dieran comienzo las fiestas, se colocaban en la acera de la fachada sillas desparejadas de enea de todos los tamaños y formas, casi siempre bajas, para que los de detrás pudieran ver el desfile. Se reservaban para los allegados, a veces se ataban entre sí para que nadie osase sustraerlas o moverlas. Detrás se situaban las sillas que colocaba el primero que llegase. Ignoro si esa costumbre era un privilegio o se correspondía con una aportación mayor a las arcas municipales de las casas de las calles principales. Los familiares y amigos veíamos la fiesta desde el balcón del piso principal. Ahora, el Ayuntamiento alquila en los mejores sitios unas sillas de plástico horrendas que proporciona una empresa de mobiliario festero. Aunque la costumbre de las tradicionales sillas vecinales todavía persiste con restricciones, ha sido sustituida por un servicio que esconde un negocio. Para ver el espectáculo tienes que pagar, pero todo el mundo tiene derecho a sentarse en la primera fila.
"Las sillas de ir a misa" y los reclinatorios
San Juan de los Reyes, s XIX |
El cronista oficial de Algueña, Antonio Manuel Beltrá, en facebook (24 de abril) explica detalladamente la costumbres de acarrear a la iglesia distintos tipos de sillas según el nivel económico de las familias, sólo los burgueses utilizaban los reclinatorios. Un reclinatorio es un
pequeño mueble de rezo, ligero para transportar sin esfuerzo, a modo de silla de cuatro patas no muy altas. Tiene dos
funciones, según su colocación: situándolo delante sirve para arrodillarse,
mientras que girándolo y colocándolo detrás sirve para sentarse. Se compone de una
parte superior para reposar los brazos, un asiento y una pieza acolchada en la
parte inferior, sobre la que apoyar las rodillas.
Yo recuerdo los reclinatorios que abundaban en esos años en la iglesia de Santiago de Villena, sobre todo el de mi abuela Carmen
Prats que por entonces ya no utilizaba; era modesto y sobrio, muy parecido al de la imagen, la tapicería era verde y tenía las iniciales CP escritas con tachuelas doradas en la parte superior. Una de nuestras diversiones era buscarlo por toda la iglesia cuando asistíamos a algún oficio religioso. Unos
años después casi todos desaparecieron.Tal vez fueron los nuevos tiempos que trajo el Concilio Vaticano II. Seguro que acabarían en rastrillos o anticuarios.
PD. Me informan que, desde hace tiempo en una urbanización de un pueblo de la sierra de Madrid, los bañistas encadenan sus sillas plegables en la piscina para que nadie las utilice ni las robe cuando se suben a su casa. Esa sería la modalidad de sillas encadenadas.
2 comentarios:
Me gusta mucho tu blog, la forma tan amena que tienes de contarnos las cosas. Muchas gracias por tu referencia a mi publicación de las sillas de ir a misa. Un saludo del cronista oficial de Algueña.
Muchas gracias, Antonio Manuel, por tu comentario. A mí también me gusta lo que escribes.
Publicar un comentario