" Preferiría no hacerlo" es otra de mis frases favoritas que pocas veces he pronunciado en alto y que he tapado con excusas de todo tipo, sustituyéndola por "preferiría que", dándole un tono condicional. Se trata de una expresión que demuestra más que falta de voluntad y de comunicación, una insatisfacción tremenda que sale de lo profundo del alma, por eso no es bien aceptada ni en el entorno laboral o familiar, ni con los amigos. No refleja pasotismo ni vagancia ese extraño símbolo de rebeldía individual que termina con altos costes personales.
Melville no obtuvo éxito con Moby Dick. Acabó aceptando un trabajo administrativo en un despacho de aduanas. De ese tiempo saldrían relatos como Bartleby, el escribiente (1853), protagonizado por ese hombre que se enfrentaba a la vida con una educada obstinación atrincherado en su frase predilecta: “preferiría no hacerlo"*. En latín: "agere nolim" y en estos tiempos: "no quiero hacerlo" o "no me da la gana hacerlo”.
La historia de Bartleby empieza con un tono de humor que va perdiendo a medida que avanza la historia, es contada a través de un abogado de nombre desconocido. En su oficina en Wall Street (Nueva York) tiene tres empleados, los dos escribientes apodados Turkey («Pavo»), Nippers («Pinzas») y Ginger Nut («Bizcocho de jengibre») de doce años, que es el chico de los recados. Pero los dos escribientes no son suficientes y pone un anuncio para contratar un nuevo empleado. Bartleby se presenta y es contratado de inmediato. Su figura es descrita como «pálidamente pulcra, lamentablemente respetable, incurablemente solitaria». El antagonista es el jefe que rompe los estereotipos al tratar a sus subalternos de manera comprensiva y cariñosa, que pretende establecer por todos los medios una comunicación, sin conseguirlo, con el escribiente. Finalmente, tendrá que cambiar la sede de su oficina para quitárselo de encima, sin dejar por eso de preocuparse por él.
Todo el rencor y amargura de Melville se refleja en el protagonista que se presenta como su alter ego, que poco a poco se va distanciando de la sociedad porque se niega a hacer lo que los demás esperan de él. Al principio muestra diligencia, pero luego la rebeldía se convierte en una resistencia pasiva, que le lleva a vivir sin deseos ni emociones, sin pasado ni futuro. Se ha convertido en un estoico alienado que acepta lo que se ha buscado: la muerte por inanición en la cárcel.
El relato, que se lee de un tirón en poco tiempo se presenta como precursor del existencialismo y de la literatura del absurdo donde aparecen otros antihéroes que aceptan su destino sin inmutarse: Gregor Samsa (La metamorfosis), El extranjero de Camus, los personajes de Samuel Becket o El desierto de los tártaros de Buzzati que casi un siglo después, en 1940, analiza a este militar sin atributos para hacer una crítica más explícita del trabajo tedioso y monótono, sin esperanza que consume la vida. En el 2000, Vila-Matas publicó Bartleby y compañía, donde llama bartlebys a aquellos escritores que renunciaron, por diversas razones, a seguir escribiendo.
Durante los tiempos de Occupy Wall Street (en español Ocupa Wall Street o Toma Wall Street), el filósofo esloveno Slavoj Žižek propuso "Preferiría no hacerlo" como lema oficial del movimiento: estos indignados, como Bartleby antes que ellos, utilizaron la inacción como motor revolucionario para convertirse en palos en la rueda del capitalismo.
3 comentarios:
Muy interesante MG
Muchas gracias, querido lector. Un abrazo.
Maravilloso relato, como casi toda la obra de Melville. Cuantas veces en la vida preferiríamos no hacerlo...pero lo hacemos. Es el precio a pagar por vivir en sociedad y está bien que sea así siempre que no sea excesivamente represor. "El malestar en la cultura" de Freud lo refleja bien. Pero peor, generalmente, es la vida salvaje.
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