Hay paseos que se convierten en cortejos fúnebres. El paseante acaba en una fila-covid a metro y medio de distancia de los otros feligreses para despedirse del difunto mientras se liquidan las últimas existencias de la casa.
Mi madre, que este diciembre hubiese cumplido 100 años, se fue despidiendo poco a poco de sus ciudades favoritas ( Madrid y Alicante) porque no las reconocía, se perdía en ellas, las tiendas de toda la vida habían desaparecido y las calles se habían mimetizado gracias a las franquicias de nombres exóticos. Hay que huir y librarse de la melancolía que nos invade a medida que nos vamos haciendo mayores, el pasado no va a volver, el futuro nos seguirá sorprendiendo. La continua renovación que imponen los nuevos tiempos, el capitalismo impío, la interminable covid y la falta de relevo generacional están acabando con los viejos comercios que ya no son rentables. En apenas seis meses han echado el cierre en Madrid dos negocios gemelos regentados por mujeres: la href="https://www.eldiario.es/madrid/somos/chamberi/cierra-salazar-la-papeleria-mas-antigua-de-madrid_1_6407272.html">Papelería Salazar
(Luchana, 7-9) fue la primera en desaparecer. Fernanda y Ana, biznietas de la fundadora, pusieron fin a una saga familiar de cuatro generaciones atendiendo al público del barrio en el que ahora las franquicias y los comercios de todo a un euro copan el mercado de papelería. Su bisabuela Quintina abrió en 1905 un estanco en el que también despachaba productos de escritorio, un área que fue ganando peso hasta que en 1929 se convirtió en papelería. En la posguerra se reunía por las tardes a una tertulia de abogados, militares y curas que se sentaban en la misma tienda, porque los comercios siempre tuvieron sillas para sus clientes, ya que no se concebía la vida con tantas prisas como llevamos hoy. En los años cincuenta se añadió al local una imprenta.Carlos Osorio y Álvaro Benitez, http://lastiendasdemadrid.blogspot.com/
Jorge Fernández, Salazar
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