Seguramente habréis oído algo sobre un fármaco, ya comercializado hace años, que puede tener algún uso contra el virus*, la Colchicina. Se extrae de una planta algo venenosa conocida en España como cólquico (a veces escrito cólchico), también llamada quitameriendas (así aparecía en unos cromos de mi infancia), azafrán silvestre y otros nombres (y ya sabemos que las plantas tóxicas, como el acónito, la belladona y tantas otras, se han usado desde muy antiguo también como curativas).
La Colchicina y el cólquico me han recordado el origen de su nombre: la Cólquide o Cólquida, tierra de la maga Medea, la que ayudó a Jasón y sus Argonautas. Se la consideraba tierra rica en plantas medicinales, manejadas por mujeres como Medea. Es un país del Cáucaso, entre Asia y Europa, a orillas del Ponto Euxino o mar Negro, y ahora está más o menos en lo que llamamos Georgia (curioso nombre griego en ese entorno). Por una extraña casualidad (o no), parte de esa tierra se llamó Iberia, como esto, pero de eso podríamos hablar otro día.
La palabra cólquico viene del latín colchicum (pronunciar cólkicum) y esta del griego kolkhikón, por lo que al fármaco habría que llamarlo más correctamente Colquicina, siendo la forma Colchicina una transcripción del latín, tal como se usa en lenguas como el inglés, francés, etc., pero no en español. Es como si dijéramos charácter, Christo o choro, pero me temo que la colchicina se quedará así, y tampoco importa gran cosa.
Lo último, aunque no lo mínimo, sobre esto es que ya parece haber ciertas luchas más o menos soterradas por el control de este posible remedio o alivio de la peste*, pero esa es otra historia y no la contaremos otro día.
*En el original, viruchi.
*En el original, pestucia.
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