Carmen Conde, primera mujer académica |
La de la RAE es una historia llena de rechazo a las mujeres;
en pleno 2018 sólo hay ocho mujeres en un total de 44 académicos. Hace unos
días (27/9), Darío Villanueva, el director actual de la RAE, ha reconocido por fin en el programa Hoy por Hoy de la SER que
"El mayor error de la RAE en sus tres siglos de existencia ha sido cerrar
la puerta a las mujeres en el siglo XIX, a pesar de que había muchísimas mujeres
extraordinariamente capacitadas".
Así que he recordado el artículo de Belén Remacha en eldiario.es y he entresacado algunos párrafos para recordar la dura batalla que han tenido que librar.
Así que he recordado el artículo de Belén Remacha en eldiario.es y he entresacado algunos párrafos para recordar la dura batalla que han tenido que librar.
Hasta en tres ocasiones (1889, 1892 y 1910) rechazaron en la
Real Academia a Emilia Pardo Bazán esgrimiendo la simple razón de que “las
señoras no pueden formar parte de este Instituto” *. Antes que la escritora
gallega, ya había intentado entrar a formar parte la cubana Gertrudis Gómez de
Avellaneda. Era 1853 y el escritor José Zorrilla fue todavía más claro en su
caso: la mujer que escribe era “un error de la naturaleza”. También entonces
Juan Valera predijo: "No sería esto lo peor, sino la turba de candidatos
que nos saldrían luego. Tendríamos a Carolina Coronado, a la Baronesa de
Wilson, a Dª Pilar Sinués y a Dª Robustiana Armiño. Y a poco que abriésemos la
mano, la Academia se convertiría en aquelarre".
En los albores de la democracia (1972) la candidatura de María
Moliner, autora de uno de los diccionarios más completos de la lengua española,
perdía la votación frente a la del mucho menos trascendente filólogo Emilio
Alarcos Llorach. En 1978, todavía fresco aquel bochorno histórico y a punto de
estrenarse la Constitución, “tocaba” poner a una mujer. La primera desde que su
fundación en 1714. “Convenía por el ambiente general, y además, para acabar con
esta discriminación”, declaraba a El País aquellos días el académico Antonio
Tovar. El director Dámaso Alonso afirmaba por su parte que “Las mujeres tienen
siempre posibilidades de llegar a la Academia (…) No hay misoginia alguna
-añadía- por parte de la Academia como corporación”.
Entonces se presentaron tres candidaturas para ocupar el
sillón que había dejado Miguel Mihura: la de Rosa Chacel, la de Carmen Guirado
y la de Carmen Conde. El mismo diario decía entonces que una de ellas rompería
“con la tradicional reticencia de los académicos a compartir sus puestos con
colegas femeninos”. Finalmente, fue la tercera la que se convirtió en la
primera académica de la lengua en los entonces 264 años de historia (a menudo
se menciona a María Isidra de Guzmán y de la Cerda pero no, ella solo fue, leyó
su carta y se marchó, y por imposición de Carlos III). Lo hizo con un discurso
titulado Poesía ante el tiempo y la inmortalidad: “vuestra noble decisión pone
fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria”, comenzaba,
inocentemente agradecida por el gesto.
Once en tres siglos
Poco podía imaginar Conde que el suyo era el primer apaño en
una historia de desplantes (también se los hicieron a Blanca de los Ríos o a
Concha Espina, y a otras que lo hubiesen merecido como Carmen Martín Gaite o
Carmen Laforet) en una institución que por supuesto jamás ha dirigido una
mujer. Antes de que terminase el siglo XX, y como pronosticaba Valera, llegaron
dos académicas más: Elena Quiroga (1984) y Ana María Matute (1998). Luego lo
harían Carmen Iglesias (2002) y Margarita Salas (2003). Con el cambio de década
parece que planeó de nuevo la sensación de “ya toca”, porque en estos seis
últimos años han entrado más mujeres que en los otros 300 juntos: Soledad Puértolas
Villanueva (2010), Inés Fernández Ordóñez (2011), Carmen Riera Guilera (2013),
Aurora Egido (2014), Clara Janés (2015) y Paz Battaner. (…)
*Fue más grave porque el académico Juan Valera dijo que
no podía entrar en la academia Emilia Pardo Bazán, literalmente, porque su culo
no cabía en el sillón.
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