Una pareja de
ardillas se instaló hace unos quince años en los pinos que rodean la casa del
campo, luego nacieron algunas crías con un pelaje gris o azafrán. Al principio
nos alegramos de tenerlas como mascotas autónomas: adorables, listas, ágiles,
de graciosos movimientos, ojos brillantes y largos dientes, que no se asustan
del ser humano y que nos recordaban a los dibujos animados de nuestra infancia.
Enternecía verlas beber agua del riego automático ayudándose de sus manos,
incluso nos entristecimos cuando una cría se ahogó en la piscina. Después se convirtieron
en una verdadera plaga que campea a sus anchas y devora todas las piñas y
piñones que encuentra, dejando en el suelo su huella arrasadora. Hasta los
nidos de los pájaros han desaparecido de la copa de los árboles. Ahora estamos
buscando una solución ecológica para ahuyentarlas de la cercanía de la casa
donde los pinos reciben el agua del riego y las piñas son más suculentas. Se
han convertido en un peligro porque en cualquier momento les puede caer una
piña en la cabeza a los niños y no damos abasto para limpiar. Ya no nos parece
simpática su sonrisa convertida en una voraz máquina de triturar. Han pasado de ser encantadoras a detestables. A finales de agosto
dejamos el suelo limpio y en octubre lo encontramos como se muestra en las
fotos. Si no logramos que se vayan, me temo que tendremos que talar los pinos
más cercanos para que se trasladen a la pinada más lejana.
viernes, 26 de octubre de 2018
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