Le salió el tiro por la culata, vamos que se dio un tiro en el pie, que erró el tiro. "He pasado a mejor vida desde que me jubilé y quiero celebrarlo con vosotros en el bar La Gloria". Lo que era una mera invitación para tomar una copa con motivo del cumpleaños se convirtió en un homenaje por la jubilación en toda regla. Ella no quería eso, les había comentado: no quiero regalos, como mucho un poema, el mejor regalo es vuestra amistad. Lo decía de verdad, no con la boca chica. Había compartido con todos los invitados muchos momentos: cenas, viajes, confidencias, risas y, sobre todo, las barbacoas que se celebraban en el taller de automoción del instituto después de clase. Nunca hubo un sitio tan acogedor como ese marco surrealista donde se asaban chuletas con soplete entre herramientas, piezas de repuesto, motores y coches desmembrados aderezados con grasa.
En la cita le entregaron para que los leyese, ahí estuvo el error, un cuento y un álbum de recuerdos cuajado de fotos con una portada en la que aparecía un rostro sonriente y joven lleno de rizos que miraba asustado a la cámara y que no tenía nada que ver con su imagen en la actualidad. Lo piensa mientras riega las plantas que le regalaron, ahí sí acertaron. No se había llevado las gafas y apenas podía leer. Y siguieron unos minutos eternos, que a ella le parecieron de aburrimiento, en los que no pudo mirarles a la cara, porque se estaba preguntando qué es lo que había salido mal para sufrir esta tortura. No llevaba nada preparado y solo pudo darles las gracias porque sabía que lo habían hecho de corazón. Hay gente que disfruta con estas cosas. Ella no. Y ellos no se habían dado cuenta todavía, después de conocerse hace más de veinte años. El final del relato apuntaba a que todos tenemos todavía mucho pasado por delante, pero ella lo que quiere tener es mucho futuro en su compañía.
En la cita le entregaron para que los leyese, ahí estuvo el error, un cuento y un álbum de recuerdos cuajado de fotos con una portada en la que aparecía un rostro sonriente y joven lleno de rizos que miraba asustado a la cámara y que no tenía nada que ver con su imagen en la actualidad. Lo piensa mientras riega las plantas que le regalaron, ahí sí acertaron. No se había llevado las gafas y apenas podía leer. Y siguieron unos minutos eternos, que a ella le parecieron de aburrimiento, en los que no pudo mirarles a la cara, porque se estaba preguntando qué es lo que había salido mal para sufrir esta tortura. No llevaba nada preparado y solo pudo darles las gracias porque sabía que lo habían hecho de corazón. Hay gente que disfruta con estas cosas. Ella no. Y ellos no se habían dado cuenta todavía, después de conocerse hace más de veinte años. El final del relato apuntaba a que todos tenemos todavía mucho pasado por delante, pero ella lo que quiere tener es mucho futuro en su compañía.
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