He pasado
unos días en Alicante disfrutando sus playas, todavía no invadidas por los madrileños,
y en un barrio periférico he encontrado una tintorería moderna que adorna su
mostrador con una colección de planchas de hierro y con una pequeña joya: una foto
antigua de principios de siglo donde un joven, que recogía la ropa en las casas para teñirla, posa al lado del triciclo con el
cajón que lleva el anuncio de la tintorería Masip y el eslogan "Lutos en
el día". Lo curioso es que el apellido catalán Masip equivale en
castellano a mancebo (aprendiz de un oficio) y viene del latín clásico
mancipium (esclavo). Este negocio familiar empezó en Burgos allá por 1910 y se estableció en Alicante en 1971. La cuarta generación volvió al oficio en la crisis, tras haber cerrado en 2011 por jubilación.
Ahora las tintorerías se dedican a la limpieza de la ropa de vestir, pieles, textiles del hogar y alfombras. Pero a principios del siglo XX y, sobre todo, tras la guerra civil, las tintorerías hicieron honor a su nombre. porque para guardar el luto obligatorio por la muerte de un difunto (de uno a tres años según el grado de afinidad). las familias, sobre todo las pobres que apenas contaban con ropa de quita y pon, se veían obligadas a teñirla de negro. La ironía es que esas prendas desteñían al lavarlas, de modo que las vestimentas negras pasaban a ser de un gris desvaído, demostrando que no habían sido compradas para la ocasión sino apañadas para salir del paso. La costumbre del luto estuvo muy arraigada en la vida española, sobre todo en la rural, hasta los finales de los sesenta. ¡Qué alivio que esta imposición social haya desaparecido y que cada uno de nosotros lleve el dolor de la pérdida de un ser querido como quiera!
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