La mayor parte de nuestros alumnos se salta los prólogos y
van directamente al contenido perdiéndose así la explicación racional o
emocional de la obra. Por eso conviene darles importancia en las clases de
Literatura para que les sirvan de provecho e incluso utilizarlos como modelo de creación para elaborar un trabajo.
El prólogo (del griego πρόλογος
prólogos, de pro: ‘antes y hacia’ (en favor de), y lógos: ‘palabra, discurso’)
es una de las partes preliminares de la estructura de un libro, aunque su
escritura siempre es posterior. No es necesario y no debe ser extenso. Es la
explicación racional de la obra, una introducción que permite ubicar al lector
en lo que va a encontrar a continuación, donde se justifica su composición, se explica
la estructura y los criterios que se tomaron en cuenta para el desarrollo del
escrito. La mayoría de los libros tienen un solo prólogo, aunque en cada reimpresión o reedición se le puede agregar uno nuevo. Puede estar
escrito por el propio autor o por un experto, un estudioso, un conocedor o un
entusiasta del tema y sus funciones pueden ser variadas:
• Realizar
una crítica literaria sobre el autor.
• Presentar
al público la obra de un autor desconocido.
• Orientar
al lector acerca de las modificaciones que ha sufrido una obra, como
ampliaciones, supresiones, actualizaciones, el marco teórico utilizado.
• Como
agradecimiento para recordar a todos aquellos que participaron e hicieron
posible la obra y explicar el mérito que ostenta.
El prólogo desde la Edad Media era una modalidad literaria establecida llena de
códigos y tópicos repetidos que persiguen captar la benevolencia del lector
(captatio benevolentiae) mediante la humilitas, el recurso a la novedad, el
aval de autores de renombre. Solo hasta
hace muy poco ha empezado a ser estudiado como género literario, casi como un
texto de ficción que puede permitirse un lenguaje distendido. Ricardo Cuéllar Valencia, en su artículo “El prólogo como género literario y consideraciones en
torno a los prólogos de Miguel de Cervantes”, diferencia cuatro tipos: presentativos, preceptivos, doctrinales y afectivos.
Se ha escrito mucho sobre el prólogo y, como en todo, los hay buenos
y malos; unos nos servirán para decidirnos a leer
el libro y otros no deberían haberse escrito nunca. En cualquier caso, los prólogos son los preliminares necesarios para entrar en faena, el envoltorio que le da más prestancia al libro, aunque a algunos nos guste leerlos al final o saltárnoslos para que no nos condicionen su lectura, porque, sobre todo en las colecciones de los autores clásicos para estudiantes, son tan exhaustivos que nos cuentan hasta el argumento.
Cervantes: crítica a los prólogos
El autor de El Quijote se dirige a un “Desocupado lector”, el nuevo
epíteto escoge un lector libre de prejuicios preceptistas y de los cánones dominantes.
Cervantes, que al parecer no consiguió que ningún escritor de prestigio le favoreciera con poesías en elogio del Quijote, con gran alborozo de Lope de Vega, satiriza cómicamente tal costumbre, insertando a continuación una serie de poesías burlescas firmadas por fabulosos personajes de los mismos libros de caballerías que se propone desacreditar. Con ellas, el lector de principios del XVII advertía inmediatamente que tenía entre manos una obra de declarada intención satírica y paródica.
Cervantes, que al parecer no consiguió que ningún escritor de prestigio le favoreciera con poesías en elogio del Quijote, con gran alborozo de Lope de Vega, satiriza cómicamente tal costumbre, insertando a continuación una serie de poesías burlescas firmadas por fabulosos personajes de los mismos libros de caballerías que se propone desacreditar. Con ellas, el lector de principios del XVII advertía inmediatamente que tenía entre manos una obra de declarada intención satírica y paródica.
Novelistas del siglo XIX: La cuestión palpitante
Los novelistas del siglo XIX fueron muy amigos de los
prólogos nacidos al calor de los debates y las polémicas. Emilia Pardo Bazán
llegó a escribir entre prólogos propios ajenos más de 100 en los que expone sus
opiniones sobre aspectos de la vida
literaria, social y cultural de la época.
El no prólogo de Baroja a La colmena de Cela
Julio Caro, el sobrino de Pío Baroja, cuenta que Cela le
pidió a su tío que prologase La colmena en 1941, pero este le dijo que no al prólogo porque
"no quería terminar en la cárcel a su edad". Cela lo aceptó de buen
grado y hasta terminaron bebiendo un oporto.
Borges: Prólogo de prólogos
El libro Prólogo de prólogos con un prólogo reúne aquellos que Borges escribió durante más de 50 años sobre una diversa selección de autores y obras: de la poesía gauchesca de Ascasubi a la novela norteamericana, de Carlyle a Cervantes y Kafka, de Martín Fierro a Macbeth.
El prologuista nato: Vázquez Montalbán
El prologuista nato: Vázquez Montalbán
La actividad de prologuista de Vázquez Montalbán es
legendaria. De hecho Juan Marsé se propuso una vez escribir un cuento en el que
un señor entra en una librería y pide un libro no prologado por Vázquez
Montalbán. A esta declaración de guerra Vázquez Montalbán contestó que
escribiría otro cuento en el que un señor entra en una librería y pide un libro
prologado por Juan Marsé, que es un no-prologuista nato. Aquí se recogen
algunos de estos prólogos, en el orden alfabético de los autores de los libros.
Tres prólogos de Vargas Llosa (La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la catedral).
Tres prólogos de Vargas Llosa (La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la catedral).
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