domingo, 23 de julio de 2017

Joaquín Alastrué, Inventando la pólvora, fabricando la pólvora

Amazón, que es como los reyes magos ejerciendo cualquier día del año, me trajo como regalo el libro de Joaquin Alastrué Funes, Inventando la pólvora, fabricando la pólvora, El Fargue y la fábrica de Granada (Diputación de Granada, Biblioteca de temas locales, 2016). La aparición de la pólvora supuso un gran hito en la historia, propició las armas de fuego y cambió por completo el criterio de ataque y de defensa de combate en las guerras. El libro trata del origen y desarrollo de la pólvora en España, haciendo especial hincapié en la fábrica de pólvoras de Granada, situada en El Fargue, que hunde sus raíces en la época nazarí. Además, es una expresión de cariño hacia los vecinos y trabajadores de la fábrica donde vivió y trabajo el autor.
Un gran trabajo el de este químico para el público general, ameno y “deleytoso”, bien editado y muy bien documentado, con fotos, mapas, artículos periodísticos, glosarios… Su padre y el mío, ingenieros del cuerpo de Armamento y Construcción, estuvieron juntos en la que puede ser considerada la edad de plata de la fábrica (finales de los 70 principios de los 80), cuando daba beneficios y se cuidaron los aspectos sociales.

Mi enhorabuena a Joaquín por su esfuerzo y por incluir un anexo con la galería de retratos de los directores de la fábrica con la foto del cuadro desaparecido de mi padre de la biblioteca-museo de El Fargue. De la desaparición no sabemos los motivos, parece ser que se perdió en un traslado porque alguien se quedó con él o lo destruyó. Seguramente su investigación serviría para una novela negra.
La pólvora, alquimia y ciencia, tradición y progreso, refleja dos componentes inherentes al ser humano: la guerra y la fiesta, la muerte y la vida. Lo que destruye puede ser el alimento de las familias y un instrumento para la paz. Mi padre, Trinidad Cuéllar Caturla, nunca imaginó, cuando era un joven vestido de estudiante que disparaba con un arcabuz en las fiestas de Moros y Cristianos de Villena, que su vida estaría unida a la fabricación de los explosivos. Prácticamente recorrió todas las fábricas del momento: Murcia, Trubia (Oviedo), La Marañosa (Madrid) y El Fargue (Granada). No inventó la pólvora, ni mojó la pólvora (se quedó sin munición), ni disparó con pólvora del rey (corrió riesgos con patrimonio ajeno), ni tiró con pólvora ajena (malgastó), ni gastó la pólvora en salvas (utilizó medios inútiles), solo trabajó incansablemente de manera honrada y honesta.
Pólvora y tiempo vuelan como el viento.

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