El francotirador paciente es más que un buen título, es buena literatura a ratos con un ritmo vertiginoso y apuntes de novela negra que
seducen al lector, y supongo que, sobre todo, lo hará al adolescente. Para Reverte los
grafiteros son los últimos héroes sometidos a estrictos códigos, escritores de
la rapidez (“pinto, luego existo”). Sus peleas callejeras con la policía tienen
un tono épico. No se dejan seducir por el mundo del arte, prefieren la
marginalidad. A pesar de sus aciertos, a mí no me ha
gustado el mundo que retrata el autor ni tampoco su personaje principal, una
mujer con sensibilidad de pija y modales de camionero.
Me ha hecho recordar un estupendo relato de Cortázar, una historia de amor que transcurre en la dictadura argentina: Graffiti.
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