Mi tío Pablo Castelo explica así el origen de su colección: «Mi suegra, Dolores Caturla, tenía un botijo de corcho y metal que llegó a mis manos como regalo. Lo coloqué en un lugar preferente, pero cuando lo miraba me daba pena verlo tan solo. Así que me decidí a tener algunos más». Desde entonces los fondos se han incrementado hasta alcanzar más de 1200 ejemplares de todas las partes del mundo que constituyen un museo abierto al público.
Como he estado recogiendo información sobre mi familia en internet, una referencia a mis padres ha aparecido en uno de los botijos más singulares de la colección comprado en Granada “De la Rambla de Córdoba. Comprado en Granada, en la Alcaicería por María del Carmen Bullejos, amiga de Rosaura y lo trajeron a Villena Carmen y Trino Cuéllar”.
Coincidencias de la vida. Hoy, que he escrito esta entrada en el blog, he recibido la noticia de su muerte. Otra buena persona que desaparece.
Castelo escribió un libro de memorias sobre su experiencia en la División Azul (Aguas frías del Wolchow). Se alistó mientras prestaba servicio en el Ejército, concretamente en la 3ª Cia. del batallón de Transmisiones del Primer C.E., establecido en el Pardo (Madrid). Resulta entrañable leer sus jóvenes sentimientos: "Todavía estábamos en Polonia cuando llegó el día cinco se septiembre, era sábado y me acordé mucho de las fiestas de Moros y Cristianos, de la Entrada, de toda la familia, de la Virgen de las Virtudes y de mi novia Lola. Aquel día estuve muy triste, o, mejor dicho, parte de él, porque al llegar la tarde cogí una botella de ron, solo, retirado de la tienda de campaña, hice la entrada, y poco a poco el contenido de la botella fue desapareciendo hasta que por fin me tuve que acostar para dormir la mona." (pág. 58)
La Meca del botijo, artículo publicado en ABC (2017) sobre el museo.
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