En Tánger, en el boulevard Pasteur, en un consultorio telefónico rodeado de fotocopiadoras, me encontré con esta báscula de monedas, modelo años 50, que tiene la peculiaridad de presentar la imagen de El Gordo y El flaco como reclamo.
Como, en vez de locutorio, puse consultorio, me ha llegado el siguiente mensaje:
"Un hallazgo lo de la báscula, digno del Celtiberia show de Carandell por afinidad norteafricana del Protectorado. Lo del "consultorio telefónico" no queda claro si es por locutorio o si realmente allí se hacen consultas por medio del teléfono, o sobre teléfonos. Suena también al "Consultorio radiofónico de Marta Regina", antecedente de la Sra Francis."
Pongo como ejemplo estas «Aleluyas de Pío Baroja»
que se distribuyeron como encarte del número monográfico de la revista Índice
(número 70-71, enero-febrero de 1954). Imitaban las aleluyas impresas, tan
populares en los siglos XVIII y XIX, que vendían los buhoneros y recogían toda
clase de noticias, acontecimientos o informaciones. Su autor Eduardo Vicente
(1009-1968) que había participado en las Misiones Pedagógicas , fue un
descubrimiento de Eugenio D´Ors y uno de los primeros componentes de la llamada
“Escuela de Madrid”. Se le recuerda sobre todo, por sus estilizadas y certeras
imágenes de la ciudad, dibujadas a tinta y con leves fondo de acuarela.
Pío Baroja, Jose-Carlos Mainer, Taurus (2012).
La primera imagen es la que he encontrado en google. La segunda está escaneada del libro El Madrid de La Busca, publicación del Ayuntamiento de Madrid, 1987; si se agranda la imagen se puede ver un poco mejor.
Mefistófeles.- La primera mujer de Adán. Guárdate de su
hermosa cabellera, la única gala que luce. Cuando con ella atrapa a un joven no
lo suelta fácilmente.
Lilith es una diablesa posiblemente de origen
asirio-babilónico, que pasó a tener una posición relevante en la demonología
hebraica. Originalmente, en la tradición
oriental, como princesa de los súcubos, fue, en primer lugar, una seductora y
devoradora de hombres, a los que atacaba cuando estaban dormidos y solos. En
segundo lugar fue un espíritu maligno que atacaba a las parturientas y a los recién
nacidos.
En una versión transmutada de esta leyenda surge en
un Midrás del siglo XII donde Lilith aparece como la primera compañera de Adán.
Según esta tradición judía, Eva no fue la primera mujer de Adán ni tampoco la
primera de la creación. Antes de Eva estuvo Lilith. Para el sexto día de la
creación Dios ya había creado a Adán, incluso a todas las bestias, mas no a la
mujer. Cuando Dios le presentó las bestias para que las nombrara, Adán se dio
cuenta de que algo no cuadraba. Todas venían en pareja, un macho y una hembra
por cada especie. Adán, que para entonces era un hombre hecho y derecho, copuló
con cada una de las hembras en el que es tal vez el primer episodio conocido de
zoofilia. Como no encontró satisfacción en el acto, le hizo el reclamo a Dios:
cómo era que todas las criaturas tenían pareja menos él. Él, que era la obra
cumbre de su creación. Dios remedió la injusticia creando a Lilith que fue
formada del mismo modo que Adán. No a imagen y semejanza de Adán sino a imagen
y semejanza de Dios. Y no sacándola de una costilla, como si fuera un humano de
segunda generación, clon del modelo original, sino moldeándola con el mismo
barro que había usado para crear a Adán, era igual a Adán. Tal vez por eso nunca se
llevaron bien. Dios, tan paciente con los desmanes de la libido de Adán que
había fornicado con todos los animales, tan comprensivo que hasta le procuró
una solución, no entendía de necesidades femeninas. A Lilit la condenó. Y su
castigo fue hacer que murieran cien de sus hijos cada día. Desde entonces,
dicen las tradiciones judías, Lilit se venga matando niños. Dicen. Y uno se la
imagina vagando por los montes, despeinada y de blanco, traslúcida como un
fantasma, lamentándose por sus hijos y preguntándose ¿Dónde están mis hijos?
Uno se imagina que el alma en pena de la Llorona es Lilit, la primera feminista
de la creación.
Pero
entonces Dios, quizás para aliviarle el despecho a Adán que otra vez se había
quedado solo, sacó a Eva de su costilla. Un ser humano de segunda generación y
subsidiario del hombre, y al mismo tiempo tan perverso y dañino que fue capaz
de perder a toda la humanidad. Y fue Eva quien dominó el concepto de mujer en
el imaginario occidental.
“La distinción entre la cordura y la locura es más estrecha
que el filo de una navaja”
Philip K. Dick
En internet encontramos una lista de escritores al borde la locura, entre los que figuran Virginia
Woolf, Paulo Coelho, Marqués de Sade, William Blake, Artaud, Hölderlin, Leopoldo María Panero, Maupassant, Martín Adán, Gérard de Nerval.
Podríamos añadir a Bukowski y William Burroughs y muchos más. De alguno de ellos he hablado en El club
de los escritores suicidas y Escritores alcohólicos y adictos.
Entre
los escritores españoles, la figura que más me ha impactado ha sido la de Juan
Ramón: "He sido niño, mujer
y hombre; amo el orden en lo exterior y la inquietud en el espíritu; creo que
hay dos cosas corrosivas: la sensualidad y la impaciencia; no fumo, no bebo
vino, odio el café y los toros, la relijión y el militarismo, el acordeón y la
pena de muerte; sé que he venido para hacer versos; no gusto de números; admiro
a los filósofos, a los pintores, a los músicos, a los poetas; y, en fin, tengo
mi frente en su idea y mi corazón en su sentimiento”. Estas palabras suponen el retrato de un
antiespañol que tenía todos los números para que le ridiculizasen y se burlasen
de él. Fuera de la melancolía que rezuman sus versos, nadie diría, si
no lee su biografía, que estuvo
inclinado al suicidio, que sufría crisis nerviosas, tal vez fruto de su
polaridad, que le hundían en la depresión. El neurasténico JRJ pasó largas
temporadas en clínicas y balnearios, tenía la necesidad obsesiva de silencio y
una tendencia al aislamiento que le hacía hosco y esquivo.
"Mi
peor necesidad es la del aislamiento absoluto de todo lo vivo, para mi trabajo,
no para mi creación, que esa no es trabajo para mí (ya dije en un aforismo mío
que sólo la creación vence el ruido de la Creación), sino para mi ordenación
del caos porque necesito oír el Cosmos, cuyo ruido difuso y completo, como el
de la vida, no me molesta. Nada que viva, una persona, un gato, una hormiga
puedo tolerarlo mientras ordeno y vijilo mi instinto. Esta absoluta necesidad,
sí o no absoluta, es lo que me ha hecho molestar más a mi familia, que siempre
la tuve alarmada. Yo siempre he comprendido que los demás tuvieran las mismas
necesidades de espacio y tiempo que yo, pero el hecho era inevitable. He
mendigado el silencio, lo he impuesto, todo lo he concedido a mi destinada
vocación, ya que creo que el mayor crimen del mundo es deformar una
vocación".
"Yo
nunca busco el defecto, lo encuentro en mí, en todos y en todo, pero me gusta
el defecto, cuando es falta y no es sobra, no es ripio. Yo siempre veo la parte
débil, fea o ridícula en mí y en los otros, como la parte bella. En conjunto me
gusta mucho la sociedad de dos, de tres y, sobre todo, de uno. Más, no. Como
los hombres son más parecidos a mí, prefiero las mujeres, los niños y todo el
resto de la creación. Entre los que me gustan, soy alegre, triste entre los que
no me gustan y triste cuando estoy solo. Lo que prefiero en la vida es la
simpatía."
¿Qué
hubiese sido de este escritor si no hubiese conocido a Zenobia? Él, como otros
hombres, tuvo la suerte de encontrar a la compañera ideal de vida, una mujer
inteligentísima, culta, vital, que se encargó de cuidarlo y de guiarlo, con un
sentido práctico del que él carecía, por
el tortuoso camino de la vida. Para ello
tuvo que sacrificar su vocación literaria. Por lo menos, una vez muerta, JRJ lo
supo reconocer:
“A
Zenobia de mi alma, este último recuerdo de su Juan Ramón que la adoró como a
la mujer más completa del mundo y no pudo hacerla feliz . Sin fuerza ya”
Sr.D.J.R.J.
‘‘Mi
más querido amigo:
Está
usted ya aburrido de que sus «compañeros» digan o escriban tonterías sobre
usted y su vida, ¿verdad? Esa vida de usted que, según ellos, no es vida porque
usted no va a la C. del H, ni a R, ni a las casas de prostitución.
Tiene
usted razón. Le voy a contar a usted mi vida para que vea que se parece mucho a
la de usted. Un día: Me levanto a las nueve. Hijiene. Desayuno. A mi terraza a
saludar el día. A sonreír a mis flores, a regar, a ver las campanillas de
anoche. Viene S.C.G. Conversación: Irlanda. Poetas irlandeses. Patagonia.
Remonta: caballos. Dos horas de trabajo en mi cuaderno 6. Almuerzo con mi mujer
y una amiga. Una hora de desechar papeles, libros, etcétera. Viene J.B. Me lee
sus «Filólogos». Voy al Hotel Savoy, a visitar a las damas chilenas D.a A.L.N.
y D.a L.L. de R. Conversación: Chile, Argentina, Poética, Literatura, vida
social. Un largo paseo por la parte del Botánico, Museo, en una puesta de sol.
Dos horas de trabajo de creación. Cena. Terraza. Disfrute del cielo estrellado,
de la brisa. Dicto a máquina lo que he escrito antes. Una hora de lectura. Me
acuesto a la una.
Otro
día: Escribo dos cartas. Paseo por las afueras: Guindalera. Almuerzo con mi
mujer en casa de M. con ellos y sus hijos. Desecho papeles. Voy a casa de B.P.
a ver sus cuadros. A la imprenta, a gozar de la maquinaria. Paseo por Rosales,
entre el pueblo. La librería. Dos horas de trabajo. Ceno en mi terraza con mi
pensamiento. Me acuesto a la una y media.
Todo
esto sobre la normalidad del amor pleno y junto a mi mujer fina, espiritual,
graciosa, contenta, en una casa modesta y suficiente que me retiene, con sus
butacas, sus librerías, sus mesas, sus grandes ventanas, sus biombos, sus
flores.
Así
soy feliz y así seguiría siéndolo por siglos aunque a ciertos poetones y
poetitas les parezca poco o demasiado o... o... ¡Oh!
No
voy a... a... a... porque no me gusta ir. Razones... de hijiene. Tengo que
darle la mano a... ¿Qué hago yo con mis manos toda la tarde?
Me
aburren mis compañeros. Prefiero jente estraña que me habla de otras cosas.
Detesto la calle de Carretas, de La Montera, de Silva, de Jacometrezo. Además:
detesto la cerveza, no me gusta el café, me fastidia el tabaco, no leo diarios,
no sé de toros, de militares, de plumas estilográficas, de radiografías...’’
J.
R. J.
[Carta de Juan Ramón a sí mismo,tomada de Poesía, revista ilustrada de información poética, nº 13-14, Invierno 1981-82. Ministerio de Cultura]
A veces hacemos cosas absurdas que nos llevan mucho trabajo
y no sabemos si servirán para algo. Lo que viene a continuación es un ejemplo de ello.Me he empeñado en editar a mi
manera en mi blog (espacio libre donde todo cabe porque yo hago todos los
trabajos:redactora, directora y
editora) la memoria de licenciatura que presenté en la UCM en 1977 con el
título de Cantos de parida sefardíes, conjunto
decanciones para velar a la madre y al niño en los ocho
días que transcurren desde el nacimiento hasta la circuncisión. " ¡Menuda
antigualla!, eso no le interesa a nadie", dirán los pocos lectores que
tengo. Tenéis razón, lo es tanto por el tema como por el estilo de la redacción
y laprecaria edición. Pido disculpas, no
supe hacerlo mejor. Además, las fotocopias que conservo no tienen suficiente
calidad, presentan unas manchas sospechosas y algunas líneas son ilegibles. Pero
el trabajo se quedó a medias y, tal vez, si algún interesado en estos temas lo
encuentra, le sirva para ponerlo al día y completarlo. No pude hacerlo entonces
porque me quedé esperando una beca de investigación que nunca llegó.
Mi trabajo duró un año repleto de sinsabores. Recuerdo que en la exposición de la tesina fui felicitada
por el tribunal que confesó habérselo pasado muy bien leyendo las costumbres
sefardíes porque las desconocía. Les sorprendió el título Cantos de parida, porque lo asimilaron a despropósito o simpleza y
se olvidaron de que se refería a una hembra que hacía poco tiempo que había
parido. A ellos les hubiese gustado otro título que evitase las confusiones. Han
pasado muchos años y ya no sorprende a nadie. Muchas de estas canciones han
sido recogidas por grupos musicales y cantautores que las han dado a conocer a
un público general, siempre minoritario, porque de la literatura sefardí no se
habla en ningún libro de texto y no creo que los profesores de literatura
española inviertan ni un minuto en explicarlas en clase.
La tesina pretendía ser una aproximación al estudio de
estos cantos y presenta tres fases: Un breve resumen del marco folclórico en el
que se desarrollaban y la ceremonia religiosas en que se cantaban; la
recopilación de los distintos textos dispersos en colecciones de Oriente y
Occidente; y, por último, la agrupación y clasificación de textos.
Solo encontré 15 canciones diferentes, compuestas por
autores cultos y de tradición popular, la
mayoría de ellas de la tradición oriental, con muchas variantes, lo que indica
la popularidad que obtuvieron. Salvo excepciones, ninguna de ellas presenta,
salvo en la métrica irregular con predominio del octosílabo, una relación directa con las canciones
españolas del mismo tema, por lo tanto son de creación sefardí. Tampoco hay
relación entre la tradición de oriente y occidente, lo que permite deducir que fueron compuestas
con posterioridad a la expulsión. Los textos más antiguos corresponden a finales
del s. XVIII y XIX.
José Manuel Pedrosa explica muy bien que la tradición
sefardí " es en realidad una tradición viva en que lo hispánico viejo y
moderno se mezcla con lo puramente sefardí y con lo que procede de otras
tradiciones. Y de una forma muy original y característica, porque, para
ingresar en la órbita sefardí, toda muestra de folclor foráneo debe pasar, como
acabamos de ver con nuestra canción, por un proceso (que se ha llamado «de
sefardización») de variación y de adaptación al léxico, poética y mundo de
recurrencias culturales sefardíes". Aporta también datos, desconocidos por mí entonces y muy importantes, que indican que la composición de estas canciones
empezó antes de la expulsión:
"La inquisición
manchega procesaba, por su parte, a un grupo de mujeres criptojudías que
confesaban, entre otras cosas, cantar canciones «de parida» después de los
alumbramientos de niños en su círculo social. Y las de Madrid y Cuenca
arrancaban también a criptojudíos del siglo XVII canciones que debían estar muy
difundidas entre ellos, como las de ¿Si es venido, no es venido el Mesías
prometido? Que no es venido.
O bien la de
Alegrías, ¡Pues no ha venido el Mesías! Yo tengo gusto en decillo pues el
Mesías no ha venido.
Todo este
espigueo de antecedentes documentales señala a los judíos españoles, a los
criptojudíos del interior y a los primeros descendientes exiliados de judíos
españoles como cultivadores, desde antiguo, de una literatura oral muy rica y
variada. La continuidad e incluso la renovación y la ampliación de este
repertorio en las comunidades sefardíes de Oriente y del norte de África que se
ha producido hasta este mismo siglo XX seguro que confirmará esta
impresión".
Abel Martínez ha sido abatido a la puerta de un aula por un alumno. Yo también solicito que el próximo instituto que se construya lleve su nombre.
“EL MUNDO”, viernes 24 de abril de 2015
HOMENAJE A UN PROFESOR HÉROE
Sr. Director:
Se llamaba Abel Martínez, pero eso a casi nadie le interesa. Era, según dicen, de Lérida y tenía 35 años. Trabajaba como profesor de Historia en un instituto de Barcelona y murió en acto de servicio. Cayó abatido a la puerta de su aula, cuando acudía a poner orden en un incidente escolar. Fue muerto (¿podré decir asesinado?) por un estudiante incontrolado del que lo sabemos casi todo y por el que todo el mundo –desde jueces a periodistas, pasando por psicólogos y políticos- está muy preocupado. Nadie sabe nada (ni importa, al parecer) de Abel y su familia, de sus padres o hermanos, de su novia o tal vez de sus hijos.
Era un profesor. Si hubiera sido un militar caído en lejanas tierras, habría ido a buscar su cadáver el ministro del ramo, se le habrían hecho honores de Estado y seguramente le habrían condecorado con distintivo rojo o amarillo, vaya usted a saber. Pero Abel era, simplemente, un profesor. Un profesor interino, para más inri. El primer docente muerto en las aulas en nuestro país no se merece el oprobioso silencio, el incomprensible ninguneo que le han dedicado los medios de comunicación. Así que solicito desde aquí que el próximo instituto que se inaugure en España lleve el nombre de Abel Martínez, y que se conceda al profesor leridano, a título póstumo, la Cruz de Alfonso X el Sabio.
Luis Azcárate Iriarte. Pamplona
Abel Martínez Oliva fue un héroe, pues como tal murió. Estaba impartiendo su clase, junto a otra en la que escuchó un gran alboroto. Salió para intentar arreglar la situación y se lo pagaron matándolo de una puñalada en el abdomen. Si hubiera sido más egoísta y se hubiera escondido seguiría con nosotros. Todos los periódicos hablan del precoz homicida y de sus traumatizados compañeros. Yo me acuerdo de Abel. Él fue la verdadera víctima de este sinsentido. ¿Es que acaso una vida de 35 años vale menos que una de 13? Proteger a los menores no es darles carta blanca. Me resulta imposible asimilar que alguien cometa el peor de los crímenes, el homicidio; privar a otro de la vida, de todo, y que eso no tenga ninguna consecuencia penal. Abel tenía padres, familia, amigos, puede que pareja y muy bien podría haber tenido hijos. Ya no le queda nada. Su muerte quedará impune y se dirá que lo mató un menor, que lo mató un enfermo. ¡Qué socorrida resulta la enfermedad para explicar lo inexplicable! Enfermedad es el nuevo eufemismo de maldad. Y los profesores seguirán siendo la diana de adolescentes que no tienen nada que perder.— Javier Guijarro Martínez. Molina de Segura, Murcia.
“Para terminar, una confesión: los artículos los escribes
tú, ¿verdad, pillina? como hacías con nosotros y luego repartes los nombres de
los chavales aleatoriamente, porque me extraña que un rumanito escriba así de
bien jejeje. Oye ojalá me equivoque y sea de verdad; pero... Mari, ya nos
conocemos jajajaja.”
Su alumno David había descubierto una parte de la verdad,
que siempre tiene mil caras. Se lo comunicó por e-mail cuando ella le pidió
permiso para referirse a su blog en el periódico de los estudiantes de un prestigioso y reconocido
periódico. Llevaba años participando en el concurso, preparando los temas,
diseñando las páginas, pidiendo la
colaboración de sus alumnos y obligándoles a escribir una y otra vez los
textos, hasta que estuvieran decentes. Empleó mucho tiempo libre y perdió
muchas batallas. Nunca les dieron un premio, pero ella se sintió ganadora de la
guerra final: muchos alumnos se entusiasmaron, colaboraron bien y descubrieron de
esta manera el gusanillo de la escritura. De eso se trataba, de que se
acercasen al mundo de la prensa y se interesasen por todo lo que había a su
alrededor. Era consciente de que los profesores de los otros centros del concurso
hacían lo mismo que ella, se servían de sus amistades para conseguir entrevistas
que nunca hubiesen pasado por la mente de un adolescente y se rompían la cabeza
buscando historias originales. El último año, en el anuncio de los semifinalistas a
toda plana del periódico, el de su instituto de Madrid estuvo en primer lugar y,
en los premios nacionales, misteriosamente había pasado a un segundo. Se
enteró de que una profesora, que había sido cocinera antes que monja, es decir,
que había hecho lo mismo, la había delatado sin pruebas. Esta vil acusación consiguió que ninguna
de las dos optase al premio final. Fue una gran injusticia, porque ese año sus
alumnos redactaron ellos solos el mejor periódico y apenas necesitaron ayuda.
Maestro de la ortotipografía. Dotado de una vasta cultura, experto
en griego y latín. Solitario e implacable, donde ponía el ojo veía la errata.
Era un zahorí de errores, detector de fallos de racord, sabueso de faltas de ortografía, buscador incansable
de antropónimos y topónimos mal escritos y peor situados. Dotado de una sensibilidad
extrema para captar equivocaciones, descubrir incongruencias subterráneas y muletillas metalíferas que encontraba en
cualquier sitio: en la portada de un
libro, en una nota al pie de página, en la bibliografía, en el índice, porque
no hay peor corrector que el propio autor y cuatro ojos ven mejor que dos. Daba igual que
el texto fuese manuscrito, mecanografiado, o autocorregido por word. Llegó a asumir las funciones de un negro
literario haciendo legibles textos infumables. Su paciencia era infinita, tanta
como el malestar que creaba a su alrededor: el rojo utilizado en las
correcciones acababa tiñendo también las mejillas avergonzadas de sus amigos escritores. Desempeñó este oficio no remunerado y poco reconocido unos pocos años. Lo abandonó súbitamente porque no
pudo perdonar a la editorial el terrible fallo que cometió en su único libro al titular como "fu
de erretas" la página de papel con las
equivocaciones que su propio informático había creado.
La finca La Marañosa, situada en el término municipal de san
Martín de la Vega, es en la actualidad un
Instituto Tecnológico Militar, cerrado al público general. A finales de los años cincuenta y principios
de los sesenta constaba de una fábrica
de pólvoras y un laboratorio militar, creados en 1923, además de viviendas para jefes, oficiales y
obreros. Allí, entre pinares y canteras, transcurrió la mayoría de mi infancia, hasta que mi padre pidió el traslado a Madrid, cuando yo
tenía once años. Mis recuerdos de aquella época son confusos porque era una
niña retraída que se aislaba en su propio universo y no se enteraba de lo que
pasaba a su alrededor.
Los oficiales vivían agrupados en un recinto dotado de escuela, centralita,
iglesia, salón de actos, botiquín, abastecedora (tienda de comestibles), bar,
campo de fútbol y casino (el imperio). La
mayoría de los obreros residían en El Poblado. La Fábrica y el Laboratorio
estaban un poco retirados, supongo que para evitar posibles peligros. La
comunicación con Madrid era diaria por medio de autobuses que dejaban
en Cibeles y en Atocha.
Las viviendas unifamiliares de los jefes de más graduación constaban
de tres pisos y disponían de un jardín y un huerto; el nuestro tenía un
gallinero e incluso un estanque
para patos vacío, que cuidaba nuestro asistente Pedro, un hombre de campo que
invariablemente desayunaba pan y leche. No pasábamos frío porque había
calefacción central. En verano nos bañábamos en una piscina inmensa que hacía las delicias
de todos a pesar de su color verde sospechoso. En la Escuela Nacional aprendí
mis primeras letras con doña Concha, lo que no era fácil, porque no había bolígrafos y escribíamos con
plumín y tintero. Detrás de nosotras se encontraba un recipiente con la leche
en polvo de los americanos y, delante, el mapa de España con 54 provincias, incluidas
Guinea, El Sáhara y Sidi Ifni.
En la mesa de la profesora descansaban los
rostros exóticos de las huchas del Domund
(un chino, un negro y un indio), rasgos
difíciles de encontrar en la vida cotidiana. El desván de la casa era mi
territorio mítico y allí, entre cachivaches viejos y trapos para disfrazarme, daba
rienda suelta a mi imaginación. Si tuviese que poner un nombre a aquellos años
lo haría con la palabra libertad: hacía lo que me daba la gana. Siempre entraba
y salía de casa a mi antojo, sin ningún miedo y sin pedir permiso. No había
ninguna puerta cerrada. Me encantaba columpiarme en el jardín y recoger los
huevos que ponían las gallinas al atardecer.
Cuando mis padres volvían de Madrid, siempre me traían algo,
casi siempre un tebeo y caramelos de la Viuda de Solano. Era bastante patosa, solo me gustaba el agua, aunque de un
año para otro se me olvidaba nadar. No aprendí a tirarme de cabeza del trampolín más alto ni a jugar al baloncesto ni a montar en bici como lo hacía mi hermana. Fue un tiempo feliz, de aprendizaje, en el que mis padres eran jóvenes y disfrutaban en reuniones con amigos y partidas de
cartas en el casino.
Los recuerdos inconexos aparecen como diapositivas en blanco y negro. Mi primer
yogur Danone, muy ácido y en envase de cristal, en el que era toda una aventura mezclarlo con
el azúcar. Los helados de vainilla, que no pasarían en la actualidad
ningún control sanitario, que traía las tardes de verano un hombre en una
vespino con sidecar. Los primeros pantalones que solo llevaban las modernas. La
televisión en la que pude ver el asesinato de Kennedy. Las películas de la Gran
Vía de Madrid donde mi padre nos traía en verano una vez a la semana y que
cuando salía, deslumbrada por las luces, no sabía nunca qué dirección tomar.
Los cortes de luz. El horror que sentía cuando veía como cortaban la cabeza a
las gallinas del corral. Los regalos de
Reyes que nos daban a todos los niños. Las películas, casi todas de vaqueros, de los sábados por la tarde y los cortos del dúo
cómico el Gordo y el Flaco que ponían a los aprendices por la mañana. El
soldado que venía con la comida en una bandeja tapada con un paño para que mi
padre le diese el visto bueno. La vacuna de la polio en "Ca
Matamoros". El gato que se comió al periquito que era mi mascota. La
deliciosa mermelada de albaricoques, recién cogidos del árbol, que elaboraba mi
madre, una cocinera estupenda. Los melones que mi padre se empeñó en cultivar
aunque todo el mundo decía que era imposible, que en esa tierra no se daban; lo
consiguió, salieron pequeños y deliciosos. El recadero que en una cesta de mimbre traía todos los días la compra desde Madrid. Las visitas de Carmen, que nos
había cuidado de pequeñas, con sus hijas. El belén en el hueco de la chimenea
con su falso río de plata y su verde musgo recién recogido. Mi amiga Carmen
Gutiérrez. El esplendor de los lirios, los pétalos de los geranios que
utilizaba como uñas postizas y las lentas filas de la procesionaria del pino.
La nevera panzuda importada que acabó sus días funcionando con unos pulpos a
modo de tirantes y la lavadora que ni aclaraba ni centrifugaba. La infernal cocina
de carbón. El cine de verano al aire libre con un ruido de pipas ensordecedor. Cabria
y Maldonado, factótums de la vida cotidiana. El primer tocadiscos de mi hermana.
Las chocolatadas a ciegas y las carreras de sacos para paliar el frío de las
fiestas de santa Bárbara...
Todo acabó cuando nos vinimos a Madrid, a un piso que se nos
hacía pequeño, donde mi madre se hacía morados en los brazos con los picaportes
porque no calculaba las distancias y yo no podía salir a la calle sola. Solo las mañanas que pasaba en el museo del Prado del brazo de mi padre y la lectura de libros me rescataban
del soberano aburrimiento de vivir encerrada.
He intentado buscar información en internet
sobre La Marañosa en aquellos años y no he encontrado prácticamente nada. La fábrica fue demolida y muchos de sus objetos están
en un Museo de Ingeniería Militar. Apenas unas
fotos del imperio que ahora es un instituto de secundaria bilingüe. No he
querido volver nunca, porque sé que todo me parecerá pequeño y muy cambiado. Es
una asignatura pendiente que no aprobaré. Dicen que a los lugares en los que has sido feliz no debes volver.
Me parece inaceptable que los profesores de un colegio de la
Comunidad de Madrid hayan utilizado el WhatsApp para verter comentarios vejatorios
sobre alumnos y padres del centro. Entiendo que hayan sido sancionados, es un
problema interno. Pero lo que no entiendo es por qué esos
comentarios desafortunados del ámbito privado han pasado al espacio público. Lo que se dice fuera de contexto solo sirve para
avergonzarnos a todos. En la naturaleza humana está el errar, que los medios de comunicación se hagan eco de
ello con tanto detalle me parece una exageración y no un ejemplo de transparencia. Los trapos
sucios hay que lavarlos en casa, analizar las causas y ponerles remedio. Ya se demonizó injustamente por parte del PP a los
profesores de la Pública por ser unos jetas y ahora lo hacen por ser unos deslenguados. Ya
está bien. Si a un colectivo le aprietas tanto las tuercas, surgen estos
problemas. Hay un tufo de venganza podrida. ¿Por qué se considera aceptable que
alguien en un buzón de forma anónima destape la tapa de las alcantarillas? Yo
no quiero saber el contenido de esas conversaciones como antaño no quise ver el
vídeo erótico de un conocido periodista y me fastidió tener que oír las lamentables conversaciones de las cintas de los
teléfonos pinchados.
En una visita al museo Cerralbo me he encontrado, entre la
infinidad de objetos que hay, con uno sorprendente: bento, un juego de contenedores empleado para almacenar
y transportar comida preparada para su consumo. El uso de cajas o recipientes
apilables se inició en Japón hacia 1610. No me cabe la menor duda, esos
cofres tradicionales de madera lacada son los antecedentes de los famosos
táper, que por ser apilables, se diferencian de nuestras tarteras tradicionales. Táper, plural táperes, es la adaptación española del anglicismo tupper, que
hace referencia a los recipientes de plástico popularizados por la
empresa Tupperware.
En la novela "El mar" del irlandés John Banville, el protagonista está trabajando en una
biografía de Bonnard, en un momento del libro hace este recordatorio del origen
de algunos de sus cuadros más famosos, los de la serie Desnudo en bañera. En la
página 131 describe uno de ellos:
Desnudo en la bañera con perro
Se la ve echada, en colores rosa, malva y oro,
una diosa del mundo flotante, estilizada, intemporal, tan muerta como viva, y
junto a ella, sobre las baldosas, su perrillo marrón, su pariente, un perro
salchicha, creo, enroscado y vigilante sobre su alfombrilla o lo que pueda ser
ese cuadrado de escamas de sol que llega desde una ventana invisible. El
angosto cuarto de baño que es su refugio, vibra a su alrededor, palpitando en
sus colores. Los pies de Marthe, el izquierdo tensado al extremo de su pierna
imposiblemente larga, parecen haber deformado la bañera haciéndole asomar un a
protuberancia en la punta izquierda y debajo de la bañera, en ese lado, en el
mismo campo de fuerza, el suelo tampoco queda alienado, y parece a punto de
derramarse a la izquierda como si fuera no un suelo, sino una piscina en
movimiento de agua moteada. Aquí todo se mueve, se mueve en la quietud, en un
silencio acuoso. Uno oye caer una gota, una onda en el agua, un suspiro que
queda flotando. En el agua hay un trozo rojo
óxido, junto al hombro derecho de Marthe, que podría ser óxido, o sangre
incluso. Tiene la mano derecha sobre el muslo, inmóvil en el acto de la
supinación, y me acuerdo de las manos de Anna sobre la mesa aquel día en que
volvimos de ver al señor Todd. ( ...)
Un buen ejemplo para hacer descripciones de cuadros en clase.
El síndrome de Diógenes debe ser hereditario, porque a mis
papeles atascados se han unido los de mis padres. He encontrado los treinta y
un ejemplares del periódico FA-MA de la fábrica militar de La Marañosa de Santa
Bárbara, publicados desde del 17 de octubre de 1952 al 25 de junio de 1954. No
tenía ni idea de que existiese esta publicación, mi padre, Trinidad Cuéllar Caturla, no me habló nunca de ella. Francisco Lanza Gutiérrez fue el fundador y director hasta el número 22, en el
que mi padre, entonces comandante, se
hizo cargo de la dirección como había hecho antes sustituyendo las ausencias
del fundador. La mayoría de los colaboradores pertenecían al cuerpo de
Armamento y Construcción. La revista, sin imágenes, tenía al principio
una periodicidad quincenal, constaba de
cuatro páginas y, a veces, seis u ocho. Pasó por varias fases, desde falta de
colaboración hasta exceso. El título es la abreviatura, sui generis, de Fábrica
Marañosa, "titulo bonito, sonoro y audaz".
Directores: D. Francisco Lanza
Gutiérrez y Trinidad Cuéllar Caturla.
Redactores: D. Amador Porres;
D. Antonio Casado Gómez, D. Maximino Antón Mínguez; D. Ramón Álvarez Gil;
Francisco Chicote, Tomás Martínez Rodríguez y Félix Pérez.
Tipógrafo: D. Alfonso
Jiménez Ortega.
Impresor: D. Venancio Mota
Álvarez.
Tal vez en esta foto tomada en La Marañosa el 4 de diciembre de 1952 estén muchos de los redactores. Solo reconozco a mi padre en la segunda fila a la derecha.
En el primer número figura escrito a mano una tirada de 200
ejemplares a un precio de 55 pesetas.
Las colaboraciones debían cumplir los siguientes requisitos:
1)Tema libre, pero con preferencia los de carácter militar, técnico
y humorístico.
2) Escritura clara y limpia a ser posible a máquina.
3) Extensión máxima tres cuartillas a doble espacio y por
una sola cara.
4) El articulo o trabajo debe venir firmado por su autor
aunque para su publicación se use seudónimo
5) Admitimos artículos o resúmenes extraídos de otras
publicaciones siempre que se cite su procedencia
La finalidad de la revista era colaborar en una empresa que
reflejase las preocupaciones de la comunidad. Dar información, divertir y "poder
revivir las alegrías de nuestros amigos".
El balance del primer año de existencia fue el siguiente: "410
trabajos, 29 redactores y colaboradores, 105 artículos de temas varios: anécdotas
y chistes, jeroglíficos y pasatiempos, poesías, notas editoriales, anuncios,
cartelera de cine y advertencias". Curiosamente, en el nº 9, se hace un llamamiento a que las mujeres
escriban y lo hacen en el siguiente.
Cuéllar introdujo temas filosóficos y animó a participar también a los maestros y a
los obreros. "Un periódico de todos y para todos". En el último
número se augura el final: han desaparecido los fundadores y se ha perdido el
entusiasmo. "Sin colaboradores no habrá periódico. Si el periódico se
hunde, la culpa es de todos" ("Reflexiones").
Me temo que los que colaboraron en este proyecto, tan idealista y extraño para la época, han
desaparecido. Los ejemplares que poseo deberían estar en una hemeroteca. Solo he
escaneado (muy mal, por cierto, no sé hacerlo mejor) el primer número para
tener una idea de la publicación. Quien esté interesado que se ponga en
contacto conmigo. También incluyo un programa de fiestas de 1953.
Por si a alguien le sirve. Una selección de textos poéticos que tienen el cine como telón de fondo. Al principio, un texto de las memorias de Sartre y un marco teórico, para acabar en una selección de textos y una canción.
“Éramos de la misma edad mental, yo tenía siete años y sabía
leer, él tenía doce y no sabía hablar. Se decía que estaba en sus comienzos,
que tenía que hacer muchos progresos; a mí me parecía que creceríamos juntos.
No he olvidado nuestra infancia común; cuando me ofrecen un caramelo inglés,
cuando una mujer, junto a mí, se pinta las uñas; cuando, en los retretes de
cierto hotel de provincia, huelo determinado olor a desinfectante; cuando, en
un tren nocturno, veo, suspendida del techo, la bombilla violeta, reencuentro
en mis ojos, en mi nariz, en mi lengua las luces y los perfumes de aquellas
salas hoy en día desaparecidas”.
maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con su mamá que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de la memoria tan margos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros
Me he encontrado esta caricatura del año 90 donde aparecemos
algunos profesores del Hogar del Empleado, solo hay que fijarse en las letras
de la sudadera para saber qué asignatura daban. Reconozco a Antonio Mesa, que
fue jefe de estudios, y a Rafael Mazo,
que ahora es director de uno de los pocos centros que quedan, Lourdes. El autor, Gabi o Sucho, cono le llamabamos, entonces era un genio de voz
pausada con ligerísimos toques porteños y una sonrisa seductora. No me extraña que haya llegado tan
alto. Me lo encontré un día en el portal de mi casa cuando acompañaba a su padre al médico, luego en Callao
con oficina propia y me anunció que esperaba un hijo. Hoy le he visto en un
vídeo de youtube y he recogido las frases de un amigo suyo que le definen muy
bien. Lo que me alegro.
“Sólo he conocido un auténtico hombre
del renacimiento: Gabriel Suchowolski. Es una persona a la que admiro y me
fascina a partes iguales. Podría decir que es un amigo, pero hace ya mucho que
no tenemos un contacto seguido. Allá por el final de los noventa ya era uno de
los mayores cerebros en lo que a internet se refiere y sigue siéndolo. Gabriel
es un buen ilustrador, con estilo propio. Programa de manera elegante y
precisa. Es un buen realizador, montador y animador. Y es matemático. Curioso.
Cuando lo conocí, hacía poco que el medio de medios había llegado a este país.
Éramos pocos e intentábamos hacer lo que podíamos. Pero él, lo hacía todo. Todo
es todo. Un buen ejemplo a seguir”.
Un poco tarde, pero conviene recordar con poesía el horror de esos días, con unos versos que aparecieron en el suplemento Babelia:
Lugar con cremalleras, Julia Uceda Todo es muerte en el aire, Clara Janés Por una muerte, Miguel D`Ors Soneto herido, Luis García Montero Dones indadvertidos, José Antonio Muñoz Rojas
Elegía
Siempre será un problema para el que aniquila
saber que la víctima tiene cara.
Por eso es tan importante la memoria,
incluso la memoria fotográfica:
el que recuerda una cara guarda la clave de una vida.
Las víctimas que iban en los trenes de la muerte
tenían todas cara, y sus miradas estaban
llenas de matices:
no eran seres sin rostro, animales sin nombre.
convertirlas de pronto en una abstracción
es ya el abismo.
La muerte nunca es abstracta,
como no es abstracta la vida.
No han desaparecido cuerpos sin pasado,
sin presente y sin futuro,
confundidos en un embudo de tinieblas.
Han desaparecido cuerpos con cara y con ojos,
con sueños, con deseos
cumplidos y sin cumplir.
No eran sombras
pero borrados están, y disipados en el aire
de las calles de Madrid.
Ya sólo pueden vivir en la memoria.
Jesús Ferrero
Esto no es un poema
J.M. Caballero Bonald
Esto no es un poema. Es una desolada,
inconsolable, inerme respuesta a la ignominia.
¿A qué infierno remiten esos actos horribles,
esa monstruosa forma de arrasar con la vida?
¿A qué brutalidades responden quienes pueden
infligir a la historia tan profundas heridas?
Hombres no son aquéllos que son tan inhumanos,
son reos de obediencia a una patria maldita.
Gentes que ya han perdido la razón de ser gentes
un día, de improviso, salen de sus guaridas
y en la peor de todas las banderas posibles
del modo más abyecto se alistan y asesinan.
¿Es que nadie ha podido levantar una nueva
muralla que detenga la irrupción de la ira?
Muertes, garfios, destrozos, pueblos despavoridos,