Fausto.- ¿Quién es esa?
Mefistófeles.- Mírala bien. Es Lilith.
Fausto.- ¿Quién?
Mefistófeles.- La primera mujer de Adán. Guárdate de su
hermosa cabellera, la única gala que luce. Cuando con ella atrapa a un joven no
lo suelta fácilmente.
(Goethe, Fausto)
Lilith es una diablesa posiblemente de origen
asirio-babilónico, que pasó a tener una posición relevante en la demonología
hebraica. Originalmente, en la tradición
oriental, como princesa de los súcubos, fue, en primer lugar, una seductora y
devoradora de hombres, a los que atacaba cuando estaban dormidos y solos. En
segundo lugar fue un espíritu maligno que atacaba a las parturientas y a los recién
nacidos.
En una versión transmutada de esta leyenda surge en
un Midrás del siglo XII donde Lilith aparece como la primera compañera de Adán.
Según esta tradición judía, Eva no fue la primera mujer de Adán ni tampoco la
primera de la creación. Antes de Eva estuvo Lilith. Para el sexto día de la
creación Dios ya había creado a Adán, incluso a todas las bestias, mas no a la
mujer. Cuando Dios le presentó las bestias para que las nombrara, Adán se dio
cuenta de que algo no cuadraba. Todas venían en pareja, un macho y una hembra
por cada especie. Adán, que para entonces era un hombre hecho y derecho, copuló
con cada una de las hembras en el que es tal vez el primer episodio conocido de
zoofilia. Como no encontró satisfacción en el acto, le hizo el reclamo a Dios:
cómo era que todas las criaturas tenían pareja menos él. Él, que era la obra
cumbre de su creación. Dios remedió la injusticia creando a Lilith que fue
formada del mismo modo que Adán. No a imagen y semejanza de Adán sino a imagen
y semejanza de Dios. Y no sacándola de una costilla, como si fuera un humano de
segunda generación, clon del modelo original, sino moldeándola con el mismo
barro que había usado para crear a Adán, era igual a Adán. Tal vez por eso nunca se
llevaron bien. Dios, tan paciente con los desmanes de la libido de Adán que
había fornicado con todos los animales, tan comprensivo que hasta le procuró
una solución, no entendía de necesidades femeninas. A Lilit la condenó. Y su
castigo fue hacer que murieran cien de sus hijos cada día. Desde entonces,
dicen las tradiciones judías, Lilit se venga matando niños. Dicen. Y uno se la
imagina vagando por los montes, despeinada y de blanco, traslúcida como un
fantasma, lamentándose por sus hijos y preguntándose ¿Dónde están mis hijos?
Uno se imagina que el alma en pena de la Llorona es Lilit, la primera feminista
de la creación.
Pero
entonces Dios, quizás para aliviarle el despecho a Adán que otra vez se había
quedado solo, sacó a Eva de su costilla. Un ser humano de segunda generación y
subsidiario del hombre, y al mismo tiempo tan perverso y dañino que fue capaz
de perder a toda la humanidad. Y fue Eva quien dominó el concepto de mujer en
el imaginario occidental.
Rosa
Montero, Historias de mujeres
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