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Fotograma del documental Sexo, drogas, rock 'n' roll, y política. Instituto Santamarca, 1975–1985.
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Artículo de Guillermo Hormigo en El Diario.es El oasis del ibertad en el Santamarca, el instituto de Madrid donde todo fue posible: “Nadie se atrevía a prohibir”.
El cineasta Pablo Llorca ha plasmado en el documental Sexo, drogas, rock 'n' roll y política. Instituto Santamarca, 1975–1985 sus recuerdos del Instituto Santamarca en el barrio de La Prosperidad de Madrid, corazón obrero del distrito de Chamartín. Allí coincidieron un profesorado valiente y joven y un alumnado brillante y privilegiado en un periodo de esperanza de lucha política después de la muerte de Franco que transformó los hábitos y las costumbres sociales. El Santamarca fue vanguardista en las luchas estudiantiles y antifascistas, albergó una actividad cultural intensa y generó unas relaciones entre los profesores y el alumnado insólitas para los tiempos actuales.
"Raro era el profesor que pasaba lista. El alumnado participaba en las juntas de evaluación y debatía las calificaciones con el personal docente. Los viajes improvisados entre estudiantes y profesores estaban a la orden del día, en muchos de los cuales acaban compartiendo hachís. La efervescencia creativa estaba a la altura de la sexual. El ideal de libertad, en definitiva, tenía poco que ver con las cañas o las poses y mucho con derribar unas fronteras inexpugnables durante la dictadura franquista".
“Libertad es un término escurridizo, nadie está en contra de
él. Pero yo creo que en el Santamarca buscábamos esa libertad por la que
siempre hay que mirar, la colectiva dentro de un marco legislativo. Por contra
está la libertad individual, que a mí modo de ver es falsa e implica que unas
personas se comen a otras bajo la ley del más fuerte”.
Una historia única, probablemente irrepetible. Años insólitos que nada tienen que ver con la enseñanza actual.
A principios de los setenta conocí a alumnos de ese instituto cuando empezaba a despuntar porque allí estudiaba Preuniversitario una amiga del colegio de las Carmelitas, Eva Talamanca. Pero el artículo me ha hecho recordar, sobre todo, mis trece años como profesora en el nocturno del Colegio Covadonga del Hogar del Empleado, donde se respiraba un clima parecido, aunque menos subversivo porque había voces discrepantes. No teníamos patio, pero estábamos al lado del Templo de Debod. Podría escribir sobre esos años ya lejanos, pero no quiero dejarme llevar por la dulce nostalgia que idealiza el pasado, y menos aún por la sombría melancolía.
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