Matar a un ruiseñor (1960) de Harper Lee es una historia sobre los prejuicios y el racismo que dio lugar a una excelente película. La narra Scout Finch, una niña de seis años que, a través de sus inocentes ojos y acompañada de su hermano y su mejor amigo, descubre la realidad de un mundo repleto de injusticias y prejuicios. Comienza la historia con seis años y la termina con nueve, y en estos tres años evolucionan sus ideas sobre la igualdad y la amabilidad, algo que aprende de su padre Atticus, todo un ejempo de honestidad, templanza e integridad. Cuántas veces me he identificado con la pequeña Scout, que se refugia en los brazos de Atticus al volver del colegio diciendo que todo le ha ido mal. En ese breve diálogo su padre le explica el concepto de transigencia empática: «Uno nunca termina de entender a una persona hasta que haya considerado las cosas desde su punto de vista —le dice Atticus a Scout—… hasta que te hayas metido en su piel y caminado dentro de ella».
La empatía es la capacidad que tenemos para identificarnos con alguien y compartir sus sentimientos incluso cuando son radicalmente opuestos a los sentimientos propios. Con la empatía no solo se presta ayuda a otra persona, sino que se mejora como ser humano. Yo echo de menos la empatía en las relaciones personales, sobre todo en las redes sociales tanto en la familia como con los amigos. Jugamos a ser ingeniosos, a no olvidarnos de un cumpleaños, pero no dedicamos tiempo a preguntarnos cómo se siente el otro. Lo contrario de la empatía es la "ecpatía", definida como un proceso mental voluntario de exclusión de sentimientos, actitudes, pensamientos y motivaciones inducidas por otro.
Ahora la empatía se define como ponerse en los zapatos de otro que es un calco de inglés "means standing in another's shoes". Expresión que a mí me parece casi un sarcasmo, porque no hay nada peor que reutilizar unos zapatos, que no son ni flexibles ni se adaptan a la piel del nuevo usuario. Es imposible andar con ellos. En España la frase debería traducirse en todo caso como ponerse en las alpargatas de alguien, porque para entender su historia y su cultura, es necesario tener presente que la mayor parte de su población viene de una pobreza de siglos. Y esa larga miseria siempre ha caminado en alpargatas.