Fui niña de tele y no de radio, así que tengo un vacío en lo que se refiere a cultura radiofónica. De ahí mi sorpresa al escuchar estos días por primera vez el Romance de la Chata, que se aprendió de memoria un amigo de tanto oír la versión del actor Alejandro Ulloa. Tampoco sabía nada de su autor, el poeta, médico y sacerdote Rafael Duyos (Valencia, 1906-Requena,1983). En Madrid estudió el bachillerato y Medicina, especializándose en cardiología. Durante la República dirige Murta, una revista poética valenciana en la que colaboraban Max Aub, Juan Gil Albert, con dibujos de Josep Renau. Pasó la guerra en Tánger y desde 1942 se instaló de nuevo en Madrid, publicando nuevos libros de poesía y escribiendo teatro, cine, zarzuelas, pasodobles y canciones. Perteneció al grupo de poetas titulado Alforjas para la Poesía, fundado por Conrado Blanco con el que recorrió toda la geografía española. Después del fallecimiento de su esposa, con la que tuvo seis hijos, fue ordenado sacerdote por el cardenal Tarancón y ejerció como tal en la iglesia de Los Dolores en San Bernardo. De nuevo Píndaro español le definió Manuel Machado en el prólogo a sus romances taurinos. El amor, los toros, la guerra civil, los sentimientos religiosos, son sus temas líricos. “Es un médico poeta, rapsoda más que galeno, recita más que receta”, decían de él. Lo extraño es que este romance costumbrista haya sido compuesto en los años 50, veinte años después de la muerte de la infanta Isabel, pero no deja de tener su gracia.
Isabel de Borbón (Madrid, 1851-París, 1931) conocida popularmente con el apodo de «La Chata», fue nieta, hija, hermana y tía de reyes; y dos veces princesa de Asturias y heredera al trono. Obligada por intereses de Estado, se casó en 1868 con su primo Cayetano de Borbón, que agobiado por su enfermedad mental, se suicidó poco después. Tras el derrocamiento de Isabel II en 1868, vivió en el destierro en París, viajando por toda Europa. Fue un personaje fundamental en la Restauración de su hermano Alfonso XII y regresó con él a Madrid en 1875. Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, supuso un gran apoyo moral para la Regencia de María Cristina y participó decisivamente en la educación de su sobrino Alfonso XIII. La infanta fue muy querida y popular entre los madrileños incluidos los republicanos. La Chata, marginada en la sucesión al trono por ser mujer, es una personaje por descubrir porque fue mecenas de la música, la literatura y el teatro y ejerció también una importante labor de beneficencia. En su honor se construyó en 1857 el Hospital de La Princesa en el Paseo de Areneros (actualmente calle Alberto Aguilera) y da nombre a la calle que une la plaza de Moncloa con la plaza de España. El antiguo paseo de Atocha, entre la plaza del Emperador Carlos V y el paseo de María Cristina, para evitar la coincidencia con la calle del mismo nombre, se llama desde 1939 Paseo de la infanta Isabel. Por lo tanto tiene dos calles dedicadas a ella y un monumento en el Parque del Oeste.
Victoria Federica de Marichalar y Borbón |
Irene Mira Serrano, La trágica vida de «la Chata»: la Infanta de Borbón querida hasta por el Madrid republicano
*Sergio C. Fanjul, Un retorno a la tradición antes impensable: Cómo la aristocracia ha reconquistado la escena pública española
"La Chata en los toros" de Rafael Duyos, con anotaciones manuscritas (Archivo Carlos Fernández Shaw) |