sábado, 26 de septiembre de 2020

Josema Carrasco: La felicidad, cariño, es para malgastarla

Incluyo este poema porque me impactó el título del libro y, sobre todo, la primera estrofa del poema Rutina, me parece que refleja muy bien mi estado de ánimo en estos momentos de estupor y reclusión cuando parecía que habíamos superado el confinamiento. Masticando el chicle de fresa sin sabor no se me ocurre cómo recuperar la felicidad que podríamos tener y malgastar.

Con prólogo de Ángel Guinda y epílogo de Fernando Rivarés, el artista aragonés Josema Carrasco se lanza al mundo de la poesía con 'La felicidad, cariño, es para malgastarla', un poemario editado por Olifante. Bajo el sugerente título, se esconde el imaginario visual de Carrasco traducido en una colección de versos. En palabras de mi admirado poeta Ángel Guinda, se trata de poesía "hedonista, antidepresiva, de feroz confidencialidad coloquial". En palabras del autor, el volumen es una forma distinta de pensar acerca de la felicidad porque "todos tenemos la obligación de ser un poquito felices y de cuidarnos y, como es un lujo, hay que malgastarlo".

Ángel Guinda en Facebook: ¡Qué razón tienes, Josema! Ya sabes más que el gran Léo Ferré ("Le Bonheure, Le Bonheur...qu´est que c´est?") Desde tu libro me aplico a tu teoría y me va bien, muy bien, requetebién.

 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

25 siglos de vanidades


Entre los siglos V y III a.C. un anónimo escritor judío que se presenta como el Predicador, conocido universalmente por la versión griega de este nombre, Eclesiastés, compone una obra sobre la vacuidad de la vida humana. El comienzo ha quedado entre los más célebres: “Vanidad de vanidades, y todo vanidad”; recordemos que la construcción “vanidad de vanidades” equivale a un superlativo, “vanidad vanísima”, “vaciedad máxima”. El autor pretende atribuir sus palabras al considerado más sabio de los personajes hebreos, el rey Salomón, pero hace mucho que sólo se ve en ello un intento más, habitual en la antigüedad, de poner una obra bajo un nombre famoso para darle credibilidad y difusión.
       El libro tiene tal fuerza y expresividad que logró colarse en el canon oficial de la Biblia hebrea (más o menos, el Antiguo Testamento para los cristianos) pese a los reparos de algunos rabinos por el pesimismo e incluso nihilismo del texto, que se llegó a considerar blasfemo al deducirse que Dios creó al hombre para una vida miserable y oscura, sin esperanza, pues los judíos de aquel tiempo no tenían muy clara su visión del más allá. En cualquier caso, el Eclesiastés se hizo un clásico, y en los siglos siguientes discurre como un guadiana que asoma aquí o allá sus sombrías aguas en el pensamiento judío y cristiano. Naturalmente, el desesperanzado texto original se va diluyendo al leerse bajo la luz de la creencia cristiana en la otra vida, con sus premios y castigos.
       Una muestra de ello, entre los Santos Padres, fue un gran orador sirio del imperio bizantino, Juan de Antioquía, apodado Pico de oro y más conocido por ello como san Juan Crisóstomo (s. IV d.C.), que empieza uno de sus discursos más célebres, En defensa de Eutropio, un ministro caído en desgracia, citando la versión griega del comienzo del Eclesiastés: “Vanidad de vanidades…” El mismo autor escribió una obra donde mezcla extrañamente este asunto con otros: De la vanagloria, la educación de los hijos y el matrimonio.
       Durante la Edad Media este tema subyace en uno de los tópicos habituales de la época, el desprecio del mundo, y son varios los libros titulados De contemptu mundi. En España su eco principal está en el poema anónimo conocido como Libro de miseria de omne (s. XIV), escrito en castellano.
       Con el Renacimiento y la afirmación del Yo va decayendo el espíritu del Eclesiastés, pero sigue latente la visión de la inanidad de la vida humana. Un último espasmo se produjo nada menos que en el epicentro del humanismo renacentista, la Florencia de finales del XV, donde el fraile Savonarola (m. 1498) impuso un régimen teocrático fundamentalista. Una de sus exigencias fue el establecimiento de la llamada ‘hoguera de las vanidades’, donde se quemaban en público objetos considerados lujosos o indecentes, como ropas, perfumes, obras de arte, libros, etc.
       Hay que dar un salto de casi dos siglos. En el XVII el clérigo inglés John Bunyan (m. 1688) escribe uno de los libros más leídos en lengua inglesa, The Pilgrim’s Progress (El progreso del Peregrino), novela alegórica llena de figuras y episodios simbólicos que expone la marcha del alma durante la vida humana hasta desprenderse del pecado y alcanzar la Ciudad Celestial. En uno de los incidentes de su viaje, y citando al Eclesiastés, el Peregrino llega a una ciudad llamada Vanidad, donde se celebra permanentemente la “Feria de Vanidad” (Vanity Fair), en la que se compra y se vende todo (honores, lujos, personas…). Quien no compra nada en la feria es encarcelado por las autoridades, como le ocurre a nuestro Peregrino.
  
Otro salto de dos siglos, o más bien bote, porque seguimos en Inglaterra: en 1847 William Thackeray publica la novela Vanity Fair (título traducido habitualmente al español como La feria de las vanidades), otra obra mayor de las letras inglesas, donde analiza y critica las costumbres de su época.
       La obra de Thackeray continúa la línea iniciada por Bunyan para establecer en el mundo anglosajón el interés por las vanidades mundanas, con una mezcla de rechazo puritano y fascinación inevitable. En 1913 se funda en Estados Unidos la célebre revista Vanity Fair, dedicada, entre otros temas, a seguir las vidas de personas de la alta sociedad y de lo que luego se conocerá como “el famoseo”, un tipo de publicación que se mantiene en la actualidad y ha pasado, sobre todo, a los medios televisivos.
       En 1987 el estadounidense Tom Wolfe publica otro éxito mundial, La hoguera de las vanidades (The Bonfire of the Vanities), novela sobre los altos ejecutivos financieros del momento. El título evoca a Savonarola, y al jugar con la parcial homonimia entre bon-fire (‘hoguera’) y fair (‘feria’) nos remite de nuevo a Bunyan y Thackeray.
       Aún podrían recordarse, entre otras muchas obras, dos clásicos del siglo XX, los ensayos Teoría de la clase ociosa, de Thornstein Veblen (USA, 1899), y Lujo y capitalismo, de Werner Sombart (Alemania, 1921). Así, la voz lanzada por el Predicador sigue vigente hasta nuestros días, bajo la sombra de las nuevas plagas bíblicas. Y en cuanto a la vanidad como arrogancia propia de la especie humana, no olvidemos que su forma más perfecta consiste, como siempre se ha sabido, en conseguir ocultarla.
      

viernes, 18 de septiembre de 2020

El trabajo de los ojos, Mercedes Halfon


El trabajo de los ojos, primer libro en prosa de apenas 100 páginas de la poeta Mercedes Halfon (Buenos Aires, 1980), es original y sorprendente. Un tratado sobre los ojos y sobre la mirada, sobre las dificultades de la visión y su efecto en las personas que las padecen, construido a base de escenas breves y heterogéneas desde una óptica poética y divertida. Parte de una autobiografía ocular, de su propia historia clínica, del estrabismo hereditario que padece y que conlleva otras afecciones oculares:  el astigmatismo, la miopía, la blefaritis*. Las visitas a la consulta del oculista se entremezclan con sus recuerdos infantiles, las historias familiares, la identificación con el personaje televisivo de la Chilindrina, la niña “gafotas",  el miedo que le plantea la idea de la maternidad y el vínculo entre la visión y la experiencia del mundo.  El trabajo de los ojos también es una genealogía de la escritura en un sentido más amplio, de los ojos dañados de Borges, Sartre, Cortázar, Joyce, Homero… Y un paródico tratado de oftalmología con las anécdotas de sus pioneros: la ceguera del científico experimental Plateau al mirar al Sol fijamente; los aparatos de tortura de los primeros médicos de ojos; la invención de una “lengua de ciegos”, el braille.  Así la manera de ver y los problemas oftálmicos, incluida la ceguera, se conectan con la literatura desde la iconografía que distingue al intelectual por los anteojos hasta el valor terapéutico de la escritura que sería una forma de orientación posible, un mapa para los ojos  que “están extraviados, no saben hacia dónde dirigirse”.  “En última instancia, la subjetividad y el punto de vista tienen un principio fisiológico antes que psíquico".

Todo comienza con la muerte de Balzaretti, el oftalmólogo de la narradora, cuya palabra predictiva la salvó de la cirugía, casi un rito dentro de una familia en la que los desvíos oculares han sido una herencia ineludible. Según evaluaciones posteriores, tal operación habría resultado muy perjudicial.

El Trabajo de los ojos me ha emocionado profundamente, es el libro que me hubiese gustado escribir*.

*El tratamiento de la blefaritis, por ejemplo, consiste en aplicarse un gel en los ojos que la deja “mirando a través de una nube densa. Como si me hubiesen recetado un estado de melancolía”.

* A una damita bizca y hermosa.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

El Diablo Cojuelo: un vídeo de hace 400 años


Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado con cortejo de carroza (1686). Museo Thyssen.

      En El Diablo Cojuelo, de Luis Vélez de Guevara (1641), un diablillo muestra al estudiante Cleofás los secretos de Madrid levantando mágicamente los tejados de las casas, primero de noche, y luego de día. Como el diablico es cojo, la novela está dividida en trancos, en vez de capítulos. Al comienzo del tranco III los personajes ven el despertar de la Villa que el autor describe con tal vis dynamica que parece un video a vista de pájaro y de no poca actualidad*: 

“Ya comenzaban en el puchero humano de la Corte a hervir hombres y mujeres, unos hacia arriba y otros hacia abajo, y otros de través, haciendo un cruzado al son de su misma confusión, y el piélago racional de Madrid a sembrarse de ballenas con ruedas, que por otro nombre llaman coches, trabándose la batalla del día, cada uno con disinio [“designio”] y negocio diferente, y pretendiéndose engañar los unos a los otros, levantándose una polvareda de embustes y mentiras, que no se descubría una brizna de verdad por un ojo de la cara,” […]

  Y ya que han salido esas ballenas con ruedas, es inevitable recordar otro pasaje en que se describe la manía de tener coche entre los madrileños del siglo XVII (tranco II):

       […] acompáñame a reir de aquel marido y mujer, tan amigos de coche, que todo lo que habían de gastar en vestir, calzar y componer su casa lo han empleado en aquel que está sin caballos agora, y comen y cenan y duermen dentro dél, sin que hayan salido de su reclusión, ni aún para las necesidades corporales, en cuatro años que ha que le compraron; que están encochados, como emparedados, y ha sido tanta la costumbre de no salir dél, que les sirve el coche de conchas, como a la tortuga y al galápago, que en tarascando cualquiera dellos la cabeza fuera dél la vuelven a meter luego como quien la tiene fuera de su natural, y se resfrían y acatarran en sacando pie, pierna o mano desta estrecha religión; y pienso que quieren ahora labrar un desván en él para ensancharse y alquilalle a otros dos vecinos tan inclinados a coche que se contentarán con vivir en el caballete dél.”

       Al leer lo de estos dos que están encochados, recuerdo que en los años 70, cuando alguien tenía el coche en el taller, decía estoy descochado (no en DRAE).

[cito por la edic. de Enrique Rodríguez Cepeda, Cátedra, M. 2019]

* Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid, considera que los atascos "Era (sic) parte de la vida de Madrid. Si sigue Podemos en el Ayuntamiento de Madrid no va a haber atascos, más que, eso sí, por el día porque estos están en todas partes".

martes, 15 de septiembre de 2020

Subnormal, cómic sobre acoso escolar basado en la vida del ex-jugador de baloncesto Iñaki Zubizarreta

Se ha publicado Subnormal , un cómic dibujado por Miguel Porto sobre el acoso escolar que sufrió el ex-jugador de baloncesto Iñaki Zubizarreta, jugador de baloncesto de la ACB con una exitosa carrera deportiva. Por su aspecto actual (alto, fuerte, cabeza rapada, perilla) nadie diría que sufrió acoso. Sin embargo sufrió todo tipo de vejaciones en el colegio y el instituto hasta el punto de quedar en coma por una paliza que le dieron sus compañeros. Ahora se dedica a  compartir su historia en distintos colegios e institutos, centros deportivos o ayuntamientos dando charlas y trabajando para acabar con el bullying. Su testimonio, el de un niño que sobrevivió al acoso escolar, es estremecedor. Este libro de dura lectura debería estar en todas las bibliotecas de los institutos. 


Os dejo también el enlace a la entrevista que le hicieron en TVE, en el programa Millenium.



lunes, 14 de septiembre de 2020

Teorías fantásticas sobre el origen de los números

Para Guillermo

La imagen me llegó por facebook y me la creí. Investigando, he descubierto que es solo una más de las teorías fantásticas sobre el origen de los números. Su origen es un powerpoint que circuló hace años por la red, donde cada cifra se representa con una forma, trazada a base de rectas, cuyo número de ángulos coincide con el valor numérico de la misma. Así, la representación gráfica del 1 tiene un ángulo, la del 2 consta de dos ángulos, así hasta el 9, del que se muestra también una forma, cercana a la escritura actual, en la que pueden apreciarse nueve ángulos, y por supuesto, el cero, redondo, no tiene ángulos.

Lo mejor en estos casos es acudir a los expertos en esta materia, como Georges Ifrah (“Historia Universal de las Cifras”). Por lo que se sabe, la grafía de los números modernos –así como todo nuestro sistema de numeración, arábigo o indo-arábigo– tiene su origen en la India, de donde pasaría a los árabes, y de ellos a Europa, en un viaje que duraría más de 1.000 años. Además, a lo largo de todo ese tiempo la representación gráfica de las cifras iría evolucionando continuamente, hasta llegar a las definitivas y actuales cifras.

Esta “teoría del powerpoint” y otras hipótesis fantásticas nos muestran el origen de la representación gráfica de las cifras como una creación racional, realizada por un solo individuo, y no como lo que fue en realidad, un fruto de la evolución temporal y espacial, a través de muy distintos pueblos.

sábado, 12 de septiembre de 2020

El negacionismo y los buenos deseos

          


 Al menos en algunos casos quienes niegan, en el grado y modo que sea, la realidad de la pandemia caen en el impulso inconsciente de creer lo que se ajusta a sus deseos íntimos: no me gusta nada que haya coronavirus ni las consecuencias y problemas que conlleva, luego no creo en ello. Algo de esto ha ocurrido siempre, ya que el ser humano es casi igual desde hace miles de años.

       En la Guerra de las Galias se narra el intento de una tribu gala de atacar un campamento romano al considerarlo mal protegido y suponer desmoralizados a sus defensores, creencia hábilmente fomentada por el comandante romano, uno de los lugartenientes de Julio César. Y éste añade a los motivos que tenían los galos para su ataque un colofón lapidario y desgraciadamente de plena actualidad:

                          fere libenter homines id quod volunt credunt,

lo que podría traducirse: ‘en general la gente cree con gusto en lo que desea’ (B. G. 3,18,6). El intento galo acabó rápidamente en una completa derrota, o eso al menos nos cuenta César. Esperemos que las actitudes negacionistas no contribuyan a aumentar la derrota que ya nos está causando eso que anda por ahí.