Como afirma
Carlos García Gual: "Los clásicos son inactuales: hablan de cosas que
están más allá del presente efímero, abren otros horizontes y ofrecen ideas
sobre el mundo que van mucho más allá de lo actual y cotidiano. Y nos hacen
críticos, escépticos y más imaginativos". La cita me viene al pelo para
explicar mi sorpresa ante el nombre del nuevo descubrimiento espacial que
supone una representación de la formación planetaria: Última Thule, con el que
la NASA ha bautizado en 2018 al objeto astronómico más distante del cinturón de
Kuiper (masa de cometas y otros cuerpos menores en el confín exterior del sistema solar). Las primeras imágenes tomadas el 1 de enero por la sonda New Horizons
permiten percibir su forma como dos esferas conectadas o un "contacto
binario" (para los legos, un muñeco de nieve), con una longitud de 31
kilómetros. Es decir, que se encuentra más allá de Thule, el asteroide descubierto
en 1888 por Johann Palisa desde el observatorio de Viena.
Y es que Tule
(griego: Θούλη, Thoúlē o Θύλη Týlē) también identificado como Tile, Thule,
Thila, o Thyïlea es un término usado en las fuentes clásicas para referirse a
un lugar, generalmente una isla, en el norte lejano (Escandinavia o Saaremaa en
el mar Báltico). En la geografía romana y medieval, el término última Thule
también puede designar cualquier lugar distante situado más allá de las
fronteras del mundo conocido.
Este deseo de
conocer los lugares más remotos, reales o imaginarios, es una constante en el
ser humano. En la literatura tenemos abundantes ejemplos. Cervantes, en su
novela bizantina Los trabajos de Persiles
y Sigismunda (Madrid 1617), cita los versos 1,29-31 de las Geórgicas de
Virgilio. En el libro IV, capítulo doce del Persiles, Periandro escucha a su
ayo Seráfilo su lugar de origen, Tule: "También te he dicho cómo en la
última parte de Noruega, casi debajo del polo Ártico, está la isla que se tiene
por última en el mundo, a lo menos por aquella parte, cuyo nombre es Tile, a
quien Virgilio llamó Tule en aquellos versos que dicen en el libro I. Georg:
...Ac tua nautae
Numina sola colant: tibi serviat
ultima Thule"*.
El sintagma última Thule se halla también en otro autor muy querido para Cervantes, Séneca, en la tragedia Medea (Med.,379), que se convirtió en una profecía e incitó
a Colón a no respetar límite alguno y que contribuiría decisivamente a
la extensión de la expresión como exponente de los confines del mundo. "
Vendrá una edad, allá, en los tardíos años, en que el Océano ha de aflojar los
ataderos de las cosas todas, se abrirá la ingente tierra, la mar destapará
nuevos orbes y no será ya el fin de las tierras Tule.'' Coro del final del acto
II, Escena III*.
Así pues, desde los griegos Pitheas (que la consideró una tierra
de hielo y fuego donde el sol no se ponía) y Antonio Diógenes, autor de los
veinticuatro libros De
las cosas increíbles de más allá de Thule, a Pomponio Mela,
Plinio el Viejo, Julio Solino e Isidoro de Sevilla, entre otros, citaron a
Thule. Luego, la mencionaron Boecio, Beda, Petrarca y muchos otros hasta
nuestros días. Entre nosotros y más cercanamente hay menciones a Thule, por
poner algún ejemplo, en Emilia Pardo Bazán, en Valera, en Rubén Darío, en
Menéndez Pelayo, en Méndez Bejarano, y, cómo no, ya más tarde,
en Arreola, en Borges y Bioy Casares y así hasta Sánchez Dragó, en
su Gárgoris y Habidis, o
Pérez Reverte.
Umberto Eco relaciona
la isla de Thule con los hiperbóreos, habitantes de un pueblo situado más allá
del viento Bóreas, de quien Nietzsche creyó descender anticipándose a la
sociedad secreta Thule, inspiradora de algunos esotéricos nazis.
En los tebeos de nuestra infancia, la rubia y bella
joven Sigrid, reina de la remota isla de Thule era
la novia del Capitán Trueno.
*
y los marinos adoren sólo tu divino poder, y Thule, la (tierra) más lejana, te rinda servidumbre.
* traducción de Unamuno a petición del Gobierno español en mayo de 1933 para la inauguración del Teatro romano de Mérida.