Estos días, como se celebra la última selectividad, están
apareciendo muchos
artículos sobre ella en los periódicos. Profesores comparan
la PAU actual con la Selectividad de los 90 y las pruebas del Preu de los 60 y
concluyen que ahora es "más sencilla". Desde siempre, cada generación
dice que el nivel educativo ha caído y tendemos a pensar que los alumnos de
ahora son peores que los de antes; pero, en el caso que nos ocupa, se constata
que a medida que se han ido incorporando más alumnos al sistema educativo se ha
ido rebajando el nivel de exigencia.
Antes solo estudiaban los buenos o los que
poseían un nivel económico alto, los demás se incorporaban rápidamente a la
vida laboral y la mayoría de las mujeres, a sus labores. No había ni un solo problema de disciplina en clase y se podían
cumplir los programas. Ahora
los alumnos, obligados por ley, permanecen hasta los 16 años en el sistema
escolar, con los problemas de disciplina
que se derivan de ello. Como no hay trabajo, continúan almacenados en el
bachillerato, pocos son los que se decantan por la formación profesional. Al final, 2º de bachiller se convierte en un sufrimiento
para profesores y alumnos porque en un año no se pueden subsanar todos los
males anteriores y solo les preparas para contestar un examen, última carrera
de obstáculos para su futuro. Además, de no reclamar nunca una nota como en el
sistema anterior, hemos pasado a que toda la comunidad educativa (sobre todo padres e inspectores), tanto en la
privada con la pública, presiona a los profesores para aprobar al mayor número
de alumnos, aunque hayan abandonado la asignatura.
Mi padre estudió en la República y le bastaba para ir a la Universidad
aprobar todas las asignaturas del bachiller, para lo cual había tenido que
examinarse año tras año en el instituto de su zona. Mi madre lo hizo después de
la guerra civil y tuvo que prepararse el temido examen de Estado en un
instituto que era la única manera de convalidar todo el bachillerato. Yo que iba a un colegio de monjas, tuve dos reválidas en el instituto (bachiller
elemental y superior) y me examiné de uno de los últimos cursos de PREU en la Universidad,
que también era una fábrica de suspensos, porque solo te hacían la nota media
si tenías un aprobado de media en los exámenes. Luego vino el COU que implantó
un sistema más equilibrado y se hacía la nota media entre el expediente y la
nota de la prueba. Ahora, con un año más de escolarización en el bachillerato, existe
la PAU, muy parecida a la anterior, con un entramado de asignaturas optativas
que permiten subir notas al alumno, además de poder reclamar. Por lo tanto,
la dificultad no está solo en las preguntas
de los exámenes sino en la manera de evaluarla.
Entonces era una llave para
tu futuro profesional y ahora es un mero trámite para acceder a la universidad,
otro almacenamiento costoso de jóvenes que irremediablemente irán al paro.
Parece que en vez de evolucionar, involucionamos, porque el curso
que viene, si no lo remediamos antes, se supone que se volverá al sistema de
reválidas.
Como alumna y después como profesora he deseado que se
acabasen estos temidos exámenes memorísticos basados solo en contenidos que desde siempre han
servido para aterrorizar a los alumnos mejor preparados, que son los que
más se esfuerzan; pero entiendo que el estado tenga que intervenir para
conseguir unas pruebas comunes y justas. Lo difícil es saber cuál es el mejor
sistema porque ni la LOGSE, la LOE y la
LOMCE han dado con la solución.
Finalmente, debo confesar que suspendí la prueba específica de letras (latín y griego) de Preu en junio a pesar de mi nota media de notable y también la suspendió mi primo Emilio (ciencias) que había sacado matrículas en el bachillerato.