Mi padre, en
Madrid, en el año 68, estableció una breve relación epistolar identificadora
con el escritor Baltasar Porcel, que vivía en Barcelona, cuando
empezaba a ser reconocido. Y no me he podido resistir a fotocopiar una carta
manuscrita para que sirva de ilustración a esta entrada.
Cuando acabamos un
libro de esos que te dejan huella, nos encantaría darle la enhorabuena al
autor, preguntarle determinadas dudas, debatir con él; pero la mayoría nos
cortamos, solo unos pocos se atreven a establecer una comunicación más cercana.
Los autores para darse a conocer acceden a las imposiciones de las editoriales,
tanto por razones económicas como por vanidad, en presentaciones de libros,
encuentros literarios, conferencias y ferias de libros. Tradicionalmente,
el máximo contacto que podía tener un lector con un escritor consistía en
asistir a una firma de libros y pasarle el ejemplar del mismo para que se lo
dedicase; y si había suerte, hacerse una foto. Si el admirador se hacía con la
dirección del escritor, se establecía una relación epistolar más o menos
intensa, sobre todo si el lector era a su vez un escritor en ciernes. Conviene
recordar que los escritores no son nadie sin sus lectores y que empezaron
leyendo a otros; aunque algunos escritores consagrados odian estas costumbres. Todos nos acordamos
de Fernando Fernán Gómez, harto de estar harto, casi al final de su
vida, mandando a la mierda a ese lector que le pedía una dedicatoria. En cualquier caso se cumple la máxima de que los escritores son responsables de los libros que escriben, nunca de sus lectores, el lector elige lo que lee, pero el escritor no puede elegir a sus lectores y a veces estos se convierten en una remora insufrible. Julio Llamazares lo explica muy bien en su artículo Aznar y yo: " Aznar empezó a decir que su novela favorita era una
mía, Luna de lobos, sobre los maquis, cosa que a mis vecinos y a algunos
familiares muy lejanos les llenaba de satisfacción. Hasta me felicitaban por la
calle en aquel tiempo sin saber que para mí la elección de Aznar, en vez de
enorgullecerme, me llenaba de estupefacción ¿Cómo podía ser que alguien que
representaba lo más opuesto a lo que yo pienso de la vida me tuviera entre sus
autores preferidos y citara entre sus favoritas mi novela más roja y más radical?
Pero yo recuerdo al
poeta Ángel Guinda emocionado en cada una de las
presentaciones de sus libros de poesía, recibiendo el caluroso apoyo de sus compañeros
y admiradores. Rosa Montero en un encuentro de clubs de lectura en Asturias,
comenzó haciendo un elogio a los lectores y dijo sentirse privilegiada: “Si
calculas que una persona lee un libro a la semana desde los ocho años hasta los
ochenta años, en su vida habrá podido leer ‘sólo’ 3.000 libros. Entonces
teniendo en cuenta el poquísimo tiempo para leer de nuestras breves vidas
incluso si lees mucho, teniendo en cuenta la cantidad de escritores que
existen, que haya gente que me lea es una gran suerte. La
historia de la literatura está llena de escritores que perdieron a sus
lectores, que fracasaron, que no pudieron llegar a ser leídos y que se
volvieron locos o hicieron de su vida un disparate o se suicidaron incluso y
esto es así porque llegar al lector es fundamental para el escritor."
Gracias a internet,
y sobre todo a las redes sociales, todo esto está cambiando, los encuentros son
ahora digitales. El escritor Eloy Moreno explica muy bien esta nueva
relación: " Creé un perfil en Facebook, para poder
conocer de primera mano las opiniones de los lectores, para poder charlar con
ellos. Otra consecuencia es que si la novela gusta, el boca a oreja
"digital" es mucho más rápido que el tradicional, y en poco tiempo
las opiniones de los lectores pueden conseguir que el libro empiece a
funcionar, son ellos quienes deciden. En mi caso, he conseguido mantener una
relación muy estrecha con todos los lectores, de hecho, en la última página de
cada ejemplar escribí un agradecimiento a todos ellos. Siempre me han apoyado
recomendando la novela, y yo siempre que puedo realizo acciones para
compensarles por toda su ayuda."
La web de Laura Gallego es aleccionadora por lo disuasoria y clara que es para establecer el contacto con sus admiradores, que parece que son legión y le piden lo mismo que a una estrella del rock:
1) Para los que quieren ser escritores, no está en mi mano leer y opinar sobre tus obras.
2) No envío fotos dedicadas.
3) No puede atenderte por correo electrónico.
4) Contesto a todo el mundo aunque tarde varios meses.
Recomiendo leer el artículo de La Nación Escritores a la carta, donde la autora, Silvina Dell´Isola recoge divertidas anécdotas de grandes escritores. Me quedo con la última: " A comienzos de la década del 30, al poeta español Juan Ramón Jiménez le llegó una carta de un admirador que le pedía consejo para los más de mil versos compuestos que tenía sin publicar: "Soñador, como tantos, quiero ir a Madrid. Abandonaré las cabras y con el escaso cobre que puedan darme tomaré el tren de aquí a una quincena de días para la corte. ¿Podría usted, dulcísimo Juan Ramón, recibirme en su casa y leer lo que le lleve? Hágalo por este pastor un poquito poeta, que se lo agradecerá eternamente." La firmaba un tal Miguel Hernández. Y con la reflexión final: " Benditas las distancias inventadas por los egos cuando dejan que el cariño las vuelva más cortas".
Menos mal que
Miguel Hernández no tenía nada que ver con Annie Wilkes, la
terrible protagonista de Misery de Stephen King, una fanática admiradora que secuestra a Paul
Sheldon, autor exitoso, y le obliga a escribir una novela
más de su saga favorita.
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