Tengo una amiga que se asusta cuando me lee en el blog porque cree que, sobre todo al utilizar la primera persona, son mi diario íntimo. Sabe que en la vida cotidiana siempre digo la verdad y no acaba de entender que mienta y fabule en estas humildes entradas. Como me cree al borde de la depresión, enseguida me escribe diciendo que puedo contar con ella para lo que sea y que ánimo.
Tengo pocas certidumbres, una de ellas es que la literatura siempre es ficción,
aunque tenga elementos personales y la otra es que la lengua es una mezcla de
lógica y arbitrariedad. Por lo tanto, exagero, miento, cambio los datos cuando
lo creo oportuno en el apartado equipaje de la profesora. A veces, no me han
ocurrido a mí, las manipulo a
mi conveniencia para fabular. Juego con los datos. Puro divertimiento. No soy
escritora (ojalá), escribo para liberar mis fantasmas. Y no es fácil. Escribir
estos pequeños retazos me produce desasosiego, mezclo el placer con el dolor,
como cuando te hurgas en un padrastro porque me hacen sentir viva. Algunas veces incluyo escritos de amigos míos que existen
verdaderamente y me han dado permiso para la publicación y
ella piensa que son heterónimos, que también he escrito yo. No se da cuenta
de que las ideas y la expresión no se parecen en nada a las mías.
Tranquila, Aurora, no mezclemos la vida con la literatura, las churras con las merinas. Se mezclan ellas solas.