jueves, 5 de marzo de 2015
Las cuatro estaciones
Hice estas cartulinas para ayudar a una compañera que estaba preparando las oposiciones de infantil. Solo se necesita un poco de paciencia y creatividad. Utilice elementos diversos que hay en todas las casas: cartulinas de distintas texturas, telas, algodón, rotuladores, fieltros... Las pongo aquí por si sirven para otras personas.
Peligrosa obra del futuro parque de bomberos de la zona centro
Como se acercan las elecciones e interesa que la economía se reactive, se está empezando a crear empleo en la construcción. Primero suprimieron todos los puestos de trabajo, echaron a la gente a la calle, para luego volverlos a contratar con peores condiciones laborales y por el precio de uno, ahora tenemos hasta tres trabajadores. De esta manera es muy fácil conseguir más contratos y más cotizantes a la seguridad social que maquillen las estadísticas para hablar del milagro de la regeneración de la crisis. La calle San Bernardo es un ejemplo de ello. Este mes, el Ayuntamiento ha empezado, en un solar abandonado hace más de 6 años, las obras de lo que será el nuevo parque de bomberos de la zona centro, después de muchos años de haberse olvidado del asunto. Ignoro de quién habrá sido la genial idea de poner un parque de bomberos en una de las calles más estrechas y con más tráfico de Madrid, donde es imposible descargar o bajarse de un coche sin formar un atasco desde la Gran Vía hasta los bulevares. Pero, ahora mismo, lo que más me preocupa es que la empresa constructora se ha apoderado de toda las aceras circundantes instalando unas casetas gigantescas. De nada les valen a los alumnos del Lope de Vega los carteles prohibiendo el paso y advirtiendo del peligro, ellos siguen jugándose la vida en la calzada. Estoy convencida de que habrá un accidente. Me dicen que este tipo de instalación paga muchos impuestos y por eso no se suele hacer. No creo que la empresa concesionaria del ayuntamiento pague ni un duro por esta invasión peligrosa. Una vez más, el depauperado casco viejo de Malasaña sale perdiendo. No me creo que no haya mejores solares en todo el centro de Madrid con mejores accesos para instalar estas dependencias. He llamado al ayuntamiento y a la policía municipal del peligro y no me han hecho ni caso. ¿Qué podemos hacer los sufridos vecinos?
Dónde andará el CPHC (Comando de Peatones hasta los
Cojones) que allá por los noventa, para defender los derechos del viandante, realizaba
ingeniosos actos sobre los vehículos mal aparcados, amenazando a sus conductores
con tomar medidas drásticas. Lo necesitamos.
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Bomberos Malasaña,
Equipaje profesora
Acerca de un libro que trata de la rivalidad entre escritores
Este es un libro que preferiría
no haber leído. Lo he hecho casi a hurtadillas, como temiendo a cada momento
ser sorprendido en una práctica vergonzosa, a regañadientes, tomando el libro
cada vez con cierta repugnancia y dejándolo ya francamente en la náusea, pero
sin ser capaz de abandonarlo definitivamente y acechando pronto la ocasión de
retomarlo, como uno de esos vicios que nos estragan pero nos retienen con su
viscoso atractivo. Pero, como han dicho muchos, Cervantes entre otros, no hay
libro, por malo que sea, que no contenga algo bueno.
Algunas de las trifulcas recogidas en el volumen son muy
conocidas, pero otras muchas no, al menos para un lector medio no
especializado, como es el caso. La impresión general es profundamente
desagradable, pero, por decir también de entrada algo positivo, nos hace bajar
del pedestal a algunas de las grandes figuras de nuestras letras de ambas
orillas, por si acaso alguien pensara que eran seres adánicos, angélicos y
seráficos. Pero hay más problemas.
El primero es el de la crítica de los
textos en que se fundamenta el volumen. En general, el autor los documenta de
modo genérico, pero no preciso (en general no se cita por página, párrafo,
referencia bibliográfica exacta, es decir, si los textos provienen de consulta
directa o de segunda o tercera mano… etc.). Es verdad que el volumen no parece
pretender ser una obra de investigación rigurosa stricto sensu, sino más bien de
carácter divulgativo. Pero en un terreno tan delicado como la imagen personal,
literaria, ideológica, histórica de los autores tratados todo el cuidado es
poco. Se precisaría una crítica textual depurada para asegurar en lo posible
(siempre hay en esto un margen de duda e inseguridad) la fiabilidad de los
documentos aducidos. El autor del libro, o los precedentes consultados, ¿han
hecho ese trabajo crítico en todos los casos? ¿Cuántas erratas o errores
(involuntarios o deliberados) se han podido deslizar en la larga cadena de
transmisión textual hasta llegar al libro editado? No se trata, por supuesto,
de las posibles malevolencias y tergiversaciones que entren en las opiniones
vertidas por los personajes, sino de la limpieza básica de las fuentes. Por
otra parte, ¿se han contrastado siempre las distintas y a menudo divergentes
versiones de un mismo hecho o de las palabras pronunciadas? El autor del libro
presenta en ocasiones algunas variantes de los hechos, pero otros muchos quedan
en la duda. Estamos, pues, en un terreno peligrosamente resbaladizo entre la
divulgación científica o cultural de carácter serio y la prensa amarilla y sensacionalista,
lejos del buen periodismo (si este emparejamiento no es oximórico) que siempre
contrasta fuentes, exige más de un informante, etc. Desde luego no quiero decir
que el libro caiga siempre de ese lado malo, sino de la inseguridad que nos
transmite en una lectura crítica.
Otro aspecto, más de fondo, es la finalidad a que apunta la obra. ¿Qué nos
aporta saber que un escritor haya dicho de otro que olía mal? Los insultos (y
hasta golpes) que otros se cruzaron en un lance de acaloramiento ¿deben influir
en nuestra consideración de sus respectivas obras? Recuerdo el desagrado que me
produjo leer que una de nuestras cimas poéticas quedó horrorizado al ver en
casa de otro gran autor un huevo frito olvidado en una silla (y luego lo
contó), incidente omitido, por fortuna, en el presente libro, como tampoco
aparece lo que vi, con crispación paroxísmica, hace muchos años en la crónica
de un escritor de 2ª o 3ª fila donde relataba que, al ir a entrevistar a un
gran prosista que vivía retirado, ya anciano, en su masía, este lo recibió “con
la bragueta aparatosamente abierta”.
Dicen los sabios que las especies carroñeras (buitres, hienas…) contribuyen
eficazmente a mantener un buen nivel de salubridad en el medio ambiente, pero
en el caso que nos ocupa no se trata de drenar y, por tanto, hacer desaparecer
los detritus, sino de hacinarlos y depositarlos de modo permanente, como un
gran muladar, ante el público, y además con la agravante de que, por las
razones antes apuntadas, no hay seguridad sobre el fondo y la forma de los
testimonios.
martes, 24 de febrero de 2015
La memoria del olvido
Me ha impresionado para bien la película Siempre Alice. Una profesora de Lingüística
sufre al drama de la pérdida del lenguaje y del pensamiento cuando le detectan a
los cincuenta años Alzheimer precoz. Esta enfermedad me asusta sobremanera porque
la he visto asomar sin diagnóstico en mi abuela y en mi padre y yo me parezco
mucho a ellos. Mis manos, que han entrelazado las suyas, son una réplica
perfecta: el mismo tamaño, los mismos dedos, las mismas uñas. De pequeña tuve
que luchar con una dislexia que me hacía cambiar las sílabas de orden. Con el
paso del tiempo he ido trabucando los nombres de los autores o de las personas
que conozco. Los últimos años he sido incapaz de aprenderme los nombres de los
nuevos alumnos. A veces, me he quedado en blanco mientras explicaba y el nombre
de los actores de las películas que me gustan se me enredan en la lengua para
salir diez minutos después. No sé la de veces que pierdo objetos cotidianos o realizo
acciones automáticamente. Tampoco sé qué contienen los cajones de los armarios
que una vez al año me obligo a ordenar para tirar lo superfluo. A veces, por sitios
poco habituales, me desoriento. Nunca me acordé del final de las películas y
los libros, y ahora no retengo ni el título ni el autor; me digo
para justificarme que la culpa la tiene el ebook que carece de las solapas y solo marca la página en la
que detuviste la lectura. Otras veces, me empeño en repetir una palabra que no
es la correcta y, muchas veces, me callo por no meter la pata. También sufro y
lucho con el mal humor que provocan estas pérdidas constantes y, hasta ahora,
poco significativas. Internet me ayuda para salir de dudas y repasar lo que
creía aprendido. Procuro reírme de mi misma y soltar la frase de todos los de nuestra edad: “¿Te
acuerdas cuándo hablábamos de corrido?”. Antes lo achacaba al estrés y a la
edad, consciente de que todavía tengo memoria de lo que olvido; ahora, que
estoy jubilada, espero no tener que hacerlo a este mal incurable más duro que
el cáncer.
Por fin te has decidido a poner algo más, y uno de esos algos es lo de Tánger, que está muy bien, y esperamos que sea el comienzo de una miniserie. Lo otro es más duro y no va a colar: no conseguirás que te tratemos como una prejubilada precozmente preenferma preferentemente preterida. Esa pretendida preentrada presumiblemente prepóstera predice predicaciones prematuras precedidas de prevalente preeminencia. Y los premonstratenses, en su precalentada prevención previsora de prelados, se prevalen de su presunta prefectura.
Premoniciones de preseas
Por fin te has decidido a poner algo más, y uno de esos algos es lo de Tánger, que está muy bien, y esperamos que sea el comienzo de una miniserie. Lo otro es más duro y no va a colar: no conseguirás que te tratemos como una prejubilada precozmente preenferma preferentemente preterida. Esa pretendida preentrada presumiblemente prepóstera predice predicaciones prematuras precedidas de prevalente preeminencia. Y los premonstratenses, en su precalentada prevención previsora de prelados, se prevalen de su presunta prefectura.
Premoniciones de preseas
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Emilio García Ruiz,
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fruslerías
lunes, 23 de febrero de 2015
Cinco días perfectos en Tánger
Teatro Cervantes |
Viajar en Ryanair tiene sus inconvenientes, en este caso para mi tenía una ventaja: como solo puedes
llevar una maleta, eliminas todo lo superfluo y te evitas comprar recuerdos que
pueden ser triturados en la infernal máquina de comprimir maletas-sapo para que quepan en el avión. De esta manera terminas con el regateo, tarea
desigual y fatigosa, porque no hay nada que valga semejante pérdida de tiempo,
sobre todo, cuando tú eres el único que no sabe lo que cuesta el producto.
Hacía más de treinta años que había realizado un viaje
organizado por Marruecos y no recordaba nada de la ciudad. Tal vez porque es la
más andaluza de todas y muchos rincones me recuerdan a Alicante. El puerto
estaba en obras y la mayoría del casco viejo en remodelación o en ruinas como
se puede observar en la foto del teatro Cervantes. Parece que mucho dinero del
ladrillo de España ha ido a invertir allí.
Todas las guías te aseguraban que no hay robos, que hay
mucha policía que vigila y los castigos
son desmesurados, pero tuvimos una refriega con un adolescente que intentó
robar una cartera y que se saldó con heridas sangrantes en las manos del único
músico del grupo. Los policías, que patrullaban por la ciudad con
metralletas al hombro, parecían Hernández y Fernández, recién sacados de las
" Aventuras de Tintín" de Hergé, con sus bigotitos turcos. Los trámites
a la entrada y a la salida de la aduana son impepinables, los taxistas tienen
la obligación de entregar los papeles que marcan su ruta cada 50 kilómetros. Nos alojamos en el hotel Rembrandt (reservando
las habitaciones por internet es más barato) que recomiendo por su aire
decadente y amplitud y, para beber alcohol, terminamos algunas noches "El corazón
de Tánger", situado en la plaza de los perezosos, cerca del café Paris,
custodiado por dos guardias jurado y con una clientela que recuerda a los
cabarets americanos en plena ley seca.
La vida del turista es barata, pero tiene sus
contrapartidas, como pagar un impuesto revolucionario. Continuamente tienes que
ir esquivando guías-moscones de todas las edades que te envuelven con su tela
de araña. No hay manera de quitárselos de encima, entran de maneras muy
diversas; unas veces, apelando a la antigua amistad entre el pueblo marroquí y
español; otras pegándose porque quieren perfeccionar el español y ayudándote a
desenvolverte por la medina porque les gusta. Al final, enfadados, te amenazan
con un "te perderás" y acaban pidiéndote dinero. Vaya que si nos
perdimos por no hacerles caso, por esquivarlos, por ir en libertad a nuestro
aire. Lo mejor es ocultar el mapa y seguir tu intuición. Relajarte viendo pasar
la vida como hicieron los escritores que habitaron y dieron fama de cosmopolita
a la ciudad a mediados del siglo pasado, desde la posición privilegiada de la primera
fila de un café, bebiendo un té moruno con poco azúcar.
Sorprende la cantidad de gatos bien nutridos, alimentados cuidadosamente
por sus habitantes. En cambio, no se ve ni un solo perro, porque Mahoma los prohibió, y los dejo
relegados solo para el pastoreo y el cuidado de las casas rurales. Se entiende
mejor cómo podía ser de perra la vida allí de Juanita Narboni, novela de Ángel Vázquez
Molina (1976). La comida deliciosa, el pescado achicharrado (hay que advertir
que no le echen matojos de hierbas y que lo dejen medio crudo). El té y los
pasteles tan empalagosos como los habitantes.
No creo que vuelva a la ciudad, hay muchos lugares que
desconozco; pero estoy dispuesta a ir hasta el fin del mundo con los mismos
compañeros de viaje.
Más información Tánger, un fin de semana a bajo coste http://elpais.com/diario/2008/03/01/viajero/1204408626_850215.html
Los mapas al revés http://verne.elpais.com/verne/2015/04/14/articulo/1429016086_681676.html
Más información Tánger, un fin de semana a bajo coste http://elpais.com/diario/2008/03/01/viajero/1204408626_850215.html
Los mapas al revés http://verne.elpais.com/verne/2015/04/14/articulo/1429016086_681676.html
viernes, 20 de febrero de 2015
La sexalescencia
Me ha llegado por "guasa", me ha parecido muy interesante y tranquilizador. La palabra es curiosa, mezcla de adolescencia y sesentena, con ecos de sexo. ¡Soy una sexalescente de libro!
SI miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: la gente que hoy tiene alrededor de sesenta años:
LA SEXALESCENCIA. Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra "sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la "adolescencia", que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del S. XX para dar identidad a una masa de niños desbordados, en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.
Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura latinoamericana le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganan la vida con eso. Supuestamente debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad, crecen desde adentro. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una paloma desde el 5º piso del departamento.
Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres habían sido educadas a obedecer y ahora pueden ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado en ocupar.
Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura latinoamericana le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganan la vida con eso. Supuestamente debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad, crecen desde adentro. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una paloma desde el 5º piso del departamento.
Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres habían sido educadas a obedecer y ahora pueden ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado en ocupar.
Esta mujer sexalescente pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo de los 60′, en aquellos momentos de su juventud en los que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio "YO, S.A.". Este tipo de mujeres nacidas en los 50s. no son ni por equivocación las clásicas "suegras" que quieren que los hij/as les estén llamando todos los días, porque ellas tienen su propia vida y ya no viven a través de la vida de los hijos. Su camino no ha sido fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente.
Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo; la gente de "sesenta o setenta"", hombres y mujeres, maneja la compu como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben, y se ven, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos y les escriben un e-mail con sus ideas y vivencias. Por lo general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los jóvenes; los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, a lo sumo… y a otra cosa.
La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo… Ellos, los varones no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas, las mujeres, sueñan con tener la figura tuneada de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben. La gente de 60 y 70 de hoy celebra el Sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo…hacen planes con su propia vida, no con la de los demás. Quizás por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán los del siglo XXI.
La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo… Ellos, los varones no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas, las mujeres, sueñan con tener la figura tuneada de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben. La gente de 60 y 70 de hoy celebra el Sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo…hacen planes con su propia vida, no con la de los demás. Quizás por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán los del siglo XXI.
Autor desconocido.
jueves, 5 de febrero de 2015
Las razones de la sinrazón
Revisando papeles, me
he encontrado con un texto de hace unos años que escribí para desahogarme, como casi todos. Ahora que
estoy fuera del sistema educativo, me doy cuenta, como nunca, que los profesores
son los quijotes de nuestro tiempo: solitarios, infravalorados y luchando
siempre contra lo imposible.
"Y ahora estaba esa clase insolente, veintisiete chavales de catorce años exaltados, indiferentes a la gramática, a la historia de los hombres, a la poesía italiana: versos que a ellos no les decían nada, tan solo eran sonidos, como tantos otros en la estridente cacofonía del mundo".
Un día perfecto, Melania G. Gamuzzo
En el instituto algunos días hay enfrentamientos entre profesores y alumnos. Es normal, forma parte del aprendizaje, del crecimiento como personas. Si son aislados, no tienen importancia. Unas veces se extralimitan los alumnos, son adolescentes, qué le vamos a hacer; y otras veces los profesores perdemos los papeles, porque esta profesión puede ser la más bonita del mundo y a la vez la más dura. Todo se soluciona hablando y se queda en mera anécdota. Si estos enfrentamientos se repiten y siempre los protagonizan las mismas personas estamos ante un problema grave.
Soy tutora de un curso problemático, un cuarto de la ESO
donde han ido a parar todos los repetidores y los alumnos que han pasado por
imperativo legal, o dicho con otras palabras, los alumnos que llevan sin dar un
palo al agua desde que entraron en el instituto y que no se caracterizan
precisamente por su buen comportamiento. La mayoría tiene 14 asignaturas que
aprobar; este curso, si no lo consiguen, se irán sin titular después de seis años.
Junto a ellos hay alumnos que quieren estudiar bachillerato, pero que
contagiados por los primeros no están rindiendo lo que se esperaba. En las dos
evaluaciones que llevamos solo uno ha aprobado todas las asignaturas. Algunos
rechazaron ir a un PCPI o a diversificación “porque eso es para tontos”. Un alumno cubano, recién llegado de su país,
que apenas sabe leer y escribir no quiso
ir a diversificación de 3º porque según él (y su padre) su nivel era superior,
ni que decir que solo ha aprobado una. Se les han dado mil consejos
orientadores y todos los han rechazado. Los padres son conscientes de lo que
pasa, pero no quieren ver la realidad, no saben qué hacer con sus hijos y echan
balones fuera. Resumiendo: todos los alumnos se creen muy listos y la culpa de
todo la tienen los profesores.
Ha sido un error que el equipo directivo los pusiera en la
misma aula. Ante una clase así, enseñar es casi imposible: no atienden, hablan
constantemente, si les mandas que hagan los ejercicios en clase, no los hacen; si se lo pides para el
día siguiente, no lo traen hecho. No llevan los estudios al día, cuando hay un
examen aprovechan las clases anteriores para estudiar. O están dormidos o dando
la lata. Son infantiles y maleducados, no consienten que se les llame la
atención, se rebelan continuamente, defienden lo indefendible, son mentirosos,
impredecibles, y llegan a acusarse los unos a los otros. Están prohibidos los
móviles, pero los utilizan en clase; llegan tarde porque les da la gana y no lo
justifican, no sienten ninguna empatía por nadie. Impasible al desaliento lo he
intentado todo por ellos, les he dado mil y una oportunidades, he razonado con
ellos todo lo que he podido. Les hago exámenes cada dos temas, les digo antes
lo que va a entrar, pero ni por esas. Como tutora solo me falta llevarlos de la
mano a los exámenes de recuperación de las asignaturas de los cursos anteriores.
En compensación, casi todos los días tengo
muestras de comportamientos inaceptables. Cuando se los afeo, me tachan
de intransigente y absurda. Encima me toca animar y reconfortar a las madres
que desfilan desesperadas una vez a la semana.
En una actividad extraescolar, un grupo se coló en el
autobús sin pagar y robó comida en un chino. La explicación inaceptable que me
dieron es que todo el mundo lo hace. No hubo sanciones graves, porque. aunque
una de ellos lo confesó públicamente, "es muy difícil de demostrar",
según la dirección. Otro ha estado expulsado de una asignatura casi un mes
porque casi se pega con un profesor. Se levantan cuando les da la gana y para
demostrar la alegría que sienten cuando falta un profesor, dan un golpe en la
pared. El vaso se colmó este viernes, lo que empezó como un juego en el que
todos estaban participando en un clima relajado (hacíamos crucigramas) acabó en
un insulto. Un alumno al que llevé la contraria, después de levantarse entre
gritos y aspavientos, cuando se sentó, me llamó "puta". Cuando le puse una
sanción grave, se armó el alboroto. Todos opinaban indignados que le tengo manía, que he sido injusta. Que el insulto no
iba contra mí, que es como cuando alguien dice: " me cago en Dios". Ha sido
sancionado con un día sin venir al instituto. ¿Ocurriría esto mismo en la
enseñanza privada?
Las razones de la sinrazón. Estamos creando monstruos. Miramos
para otro lado.
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