Vaya por
delante mi admiración a todos los escritores que se enfrentan a una página en
blanco a solas con su imaginación; pero el escritor es un impostor, cualquier
escrito no es original, es un reflejo de sus referentes culturales, de sus lecturas, y se basa en nuevas formas de abordar contenidos ya
conocidos. Pío Baroja ya lo dijo:
"Todo lo que no es autobiográfico, es plagio". Llamémosle
retroalimentación, recreación, homenaje, remake, refrito, si somos benevolentes;
o robo, engaño, rapiña literaria,
estafa, latrocinio, si somos más severos. Todos podemos plagiar, lo
verdaderamente difícil es ser plagiado. Pero sorprende saber que grandes
escritores a los que admiramos lo hayan hecho. Las nuevas tecnologías sirven
para que muchos aprendices de genios se parezcan a las antiguas costureras que
arreglaban trajes en épocas de crisis: se zurce, se
teje, se corta, se añade. El que copia generalmente no ve el error, pero
si él fuese el copiado montaría en cólera. El plagio es un acto entre la admiración y la codicia.
Como en los pecados,
hay plagios veniales y mortales, los veniales son leves y despiertan
conmiseración, se dan en escritores faltos de imaginación que acuciados por la
entrega inmediata de un ejemplar buscan en otros ideas. Los mortales se hacen
por ausencia de talento o carencia de principios y condenan al escritor. Yo
misma plagié en una revista de alumnos de la facultad un episodio de la novela
de mi padre porque estaba vacía de ideas y quería sorprender al chico que me
gustaba, total la novela no se publicó nunca y los plagios en familia, como los
robos, no son delito. Me temo que mi blog es una muestra de pequeños pecados
veniales, me apropio de ideas de otros escritores desconocidos que a saber de
dónde las han sacado. Mis alumnos están
continuamente copiando los trabajos de internet sin citar las fuentes porque
piensan que, como la profesora es muy despistada, no se va a enterar. Las nuevas
tecnologías auxilian al ladrón, pero
sirven también para delatarle. Creo que en este país somos muy indulgentes con
los amigos de lo ajeno tanto en política como en literatura, recordemos que en
Alemania ha dimitido algún ministro por copiar su tesis doctoral.
Prácticamente
hasta el s. XIX no se puede hablar de plagio, sino de tradición e innovación,
los grandes escritores se formaban copiando y parafraseando a los clásicos o a
la literatura popular. Los plagios más famosos de la literatura reciente tienen
estos nombres: Alfredo Bryce Echenique, Camilo José Cela, Carlos Fuentes, José
Saramago, Manuel Vázquez Montalbán, Ana Rosa Quintana, http://www.estandarte.com/noticias/varios/los-plagios-literarios-mas-famosos_1076.html
El plagio en el teatro clásico español: los memoriones
Lope de Vega y
Calderón de la Barca vivían de vender sus comedias a compañías teatrales que
las adquirían en manuscrito: quien poseía el manuscrito era dueño de la obra.
Pero el mundo del teatro era brutalmente competitivo. Las compañías rivales
contrataban a ciertos personajes oscuros, portentosos, a quienes llamaban
«memoriones», cuyo talento consistía en acudir a los corrales de comedias, ver
una misma obra muchas veces, ir aprendiéndola de memoria, verter los fragmentos
al papel, hasta que, juntando las fracciones, formaban un nuevo manuscrito. Con
esa copia en mano, la nueva compañía se volvía dueña de facto de la obra y de
inmediato la montaba en otra ciudad. El plagio no era tan simple como hacer
clic en una cámara, encender un escáner o bajarse un MP3: la copia demandaba
una laboriosidad casi tan barroca como la escritura original.
'El plagio
como una de las bellas artes' (Ediciones B)
En este ensayo, Manuel Francisco
Reina repasa la historia de la literatura en busca de los casos más sonados de
apropiación indebida de textos, delito del que ni siquiera se libran maestros
de las letras como Dante, Cervantes, William Shakespeare, José Zorrilla o
Federico García Lorca. El autor recurre también a casos actuales, como el de
Ana Rosa Quintana o el de Lucía Etxebarria en un intento de, sin sangre,
dilucidar qué es plagio y qué homenaje, qué es una referencia inconsciente y
qué un una copia indefendible.