Lo invaden todo, están en todas partes: en los labios de los
oradores, de los charlatanes, de los anunciantes; en las ondas y las pantallas,
grandes o pequeñas; en las paredes, los muros, las casas, los paisajes; en
las páginas de los periódicos, los
carteles, los folletos, las pancartas, las octavillas, las pegatinas, los
escudos, las insignias… Decir que nos asedian es poco; se instalan con toda
naturalidad en nuestra memoria, en nuestro lenguaje, quizás en el fondo mismo
de nuestro pensamiento.
Pero, ¿cómo es posible que una breve fórmula, vulgar o
ingeniosa, sinuosa o explícita, vehemente o cerebral, baste para provocar tal o
cual reacción de masas, vender un producto que realmente nadie necesita, cambiar
el resultado de unas elecciones, unir a las multitudes en una causa que no es
la suya, empujar a pueblos enteros al motín o a la guerra?
Olivier Reboul, El poder del eslogan
Epidermis publicitaria
Al alcohol lo
llamo directamente Ballantine’s. Digo Bic por bolígrafo, Mont-Blanc por pluma,
Olivetti por máquina de escribir y Mac por ordenador. En los restaurantes finos
suelto Avecrem en lugar de sopa o Camy por “biscuit-glacé”, y lo peor de todo
es que suelo acertar. Cuando intento pronunciar palabras tan sencillas como
somnífero, tónica, zapatillas, bicicleta, tarjeta de crédito o cigarro me salen
espontáneamente marcas caprichosas: Valium, Schweppes, Adidas, BH, Visa,
Montecristo. Los digitales son Casio, y los analógicos, Omega. Las “colas” son
Coca-Cola, incluso cuando bebo Pepsi. Al televisor le digo el tubo, y al tubo,
claro, Triniton. Y así todo el tiempo. Soy irremediablemente metonímico, qué se
le va a hacer. De la misma manera que otros son zurdos, bizcos, tartajas,
daltónicos, patizambos, miopes o inspectores de Hacienda, yo tengo la desgracia
de padecer metonimia aguda. Cuando hablo o hago estas redacciones suelo tomar
la parte por el todo, o lo que es más intolerable por estos alrededores
literarios, tomo la marca por la cosa.
Juan Cueto, El País Semanal, 1987
Palinuro en Productolandia
Ya para entonces había sonado su despertador West de todos los días a las siete de la mañana en punto (¡Tiiiiing! hizo el despertador) y nuestro amigo después de quitarse de encima sus sábanas Queen y su cobija eléctrica Sunbeam, de bostezar (¡Auuuggggh!) y de hacer la lección número 13 del curso de Charles Atlas, fue a la cocina, tomó un Alka-Seltzer (¡Tsss! ¡Tssss!) y tras eructar convenientemente (¡Erp! ¡Erp!) abrió la puerta de su refrigerador Westinhoouse (¡Brrrr! ¡Brrrr!) sacó una lata de jugo de naranja Sunkist, la abrió con su abrelatas Ecko (¡Click!) se la bebió (¡Gulp! ¡Gulp!) encendió su estufa Acros (¡Flum!) puso a calentar agua (¡Buble! ¡Bouble!) se sirvió una cucharada de Nescafé (¡Splash!) le puso un chorrito (¡Pisss!) de leche Carnation y dos terrones de azúcar de la Tate and Lyle (¡Plop! ¡Plop!) mientras que en su tostador General Electric tostaba dos rebanadas de pan Wonder a las que embarró con mantequilla Gloria (¡Trsss! ¡Trsss!), habiéndose comido después un gran plato de Rice Krispies de Kellogg´s (¡Crisp! ¡Crasp! ¡Crisp!) y luego habiéndose limpiado la boca con una servilleta Scott, fuese al baño a lavarse los dientes con pasta Forhan´s (que era como la extensión de la piel de sus dientes), habiendo hecho su cepillo Dentamatic al frotar sus incisivos algo así como ¡Brushjjt! Brisschj Braschjt! (…)
Ya para entonces había sonado su despertador West de todos los días a las siete de la mañana en punto (¡Tiiiiing! hizo el despertador) y nuestro amigo después de quitarse de encima sus sábanas Queen y su cobija eléctrica Sunbeam, de bostezar (¡Auuuggggh!) y de hacer la lección número 13 del curso de Charles Atlas, fue a la cocina, tomó un Alka-Seltzer (¡Tsss! ¡Tssss!) y tras eructar convenientemente (¡Erp! ¡Erp!) abrió la puerta de su refrigerador Westinhoouse (¡Brrrr! ¡Brrrr!) sacó una lata de jugo de naranja Sunkist, la abrió con su abrelatas Ecko (¡Click!) se la bebió (¡Gulp! ¡Gulp!) encendió su estufa Acros (¡Flum!) puso a calentar agua (¡Buble! ¡Bouble!) se sirvió una cucharada de Nescafé (¡Splash!) le puso un chorrito (¡Pisss!) de leche Carnation y dos terrones de azúcar de la Tate and Lyle (¡Plop! ¡Plop!) mientras que en su tostador General Electric tostaba dos rebanadas de pan Wonder a las que embarró con mantequilla Gloria (¡Trsss! ¡Trsss!), habiéndose comido después un gran plato de Rice Krispies de Kellogg´s (¡Crisp! ¡Crasp! ¡Crisp!) y luego habiéndose limpiado la boca con una servilleta Scott, fuese al baño a lavarse los dientes con pasta Forhan´s (que era como la extensión de la piel de sus dientes), habiendo hecho su cepillo Dentamatic al frotar sus incisivos algo así como ¡Brushjjt! Brisschj Braschjt! (…)
Fernando del Paso,
Palinuro en México, Edic. Algaguara, Madrid, 1982, págs... 284-7