Hijo de puta no es un insulto cualquiera. Está lleno de todos los valores emocionales, raciales, clasistas y machistas que cabe imaginar. Es la clase de insulto que todos intentamos no decir porque sabemos que va contra la razón y contra la dignidad de las personas y no únicamente contra la dignidad de quien lo recibe. Aunque para Isabel Díaz Ayuso, llamar hijo de puta al presidente del Gobierno no es siquiera un insulto, sino más bien un comentario anodino, tan normal como comer fruta.
El gustafrutismo o filiputismo ha triunfado entre los palmeros de la derecha y ha resultado un perfecto detector de imbéciles como ya lo fue "que te vote chapote". En su visita a Argentina hemos descubierto que a Abascal también le gusta la fruta hasta límites insospechados: "Habrá un momento dado que el pueblo querrá colgarlo de los pies", dijo sobre el presidente español, Pedro Sánchez. Los seguidores de Vox afirman que es solo una metáfora, pero esta se asocia a la muerte que tuvo el fascista Benito Mussolini, el admirado líder de Meloni y Milei, "En cierto modo, Abascal es como el subconsciente de Feijóo, desatado, sin frenos, y comiendo plátanos como un loco"*.
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