lunes, 4 de septiembre de 2023

Plat esportillat, plat etern * (plato desportillado, plato eterno)


En mi casa y en todas las del entorno, era imposible poner una mesa en la que vasos, platos y cubiertos fueran iguales. El ajuar de las bodas siempre se componía de vajilla, cubertería y cristalería completas para unos doce comensales que se utilizaba solo en las fiestas para evitar su deterioro. La vajilla de diario se iba rompiendo o descascarillado por el uso y se sustituía tanto por piezas similares como dispares. Pasaba lo mismo que con los adornos del árbol de Navidad, al final todos eran desiguales de distintos colores. Sólo los ricos se permitían el lujo de reponer o cambiar piezas todos los años, como hacen las embajadas y consulados de España que dedican 240.000 euros para mejorar el ajuar (mejor no hacer cálculos de lo que supone el presupuesto total). Supongo que esa es la razón por la que nos molesta tanto que nos toque el plato imperfecto o la copa con una pequeña muesca, nos hace sentir más pobres y desgraciados de lo que ya somos. 

Vajilla Duralex de Cuéntame

A mediados del siglo pasado llegó el Duralex que convertía casi en eternos a platos y vasos, si antes no habían estallado en mil pedazos o pasado por el lavavajillas que hacía que se volviesen opacos por la cal. De la vajilla de muy buena porcelana de mi abuela Carmen solo heredamos los platos que estaban desportillados que, desterrados, se utilizaban sólo en la cocina. De ahí viene el dicho de mi madre en un valenciano macarrónico: "plat esportillat*, plat etern" (plato desportillado, plato eterno) que ahora utilizo para animar a los amigos de mi edad que hemos empezado a caernos y desportillarnos. La vajilla de Duralex de color ámbar de los años 70, llamada Cuéntame por mis sobrinos, sigue intacta en el pueblo. Por eso me encanta la nueva moda del reciclaje de los utensilios domésticos que nos permite reutilizar objetos preciados y desparejados para mezclar con otros, todo un ejemplo de mestizaje en nuestras mesas. Se acabó la homogeneidad, viva lo heterogéneo.

También recuerdo el disgusto que se llevaba mi madre cuando algún objeto de valor se rompía. Para que no sufriera intentábamos pegarlo y ponerlo de tal manera que no se notase; si no era posible, inmediatamente lo tirábamos a la basura; muerto el perro, se acabó la rabia. No lo hacíamos porque pensáramos que atrajese las desgracias. Desconocíamos el 'kintsugi', técnica centenaria de Japón que consiste en reparar las piezas de cerámica rotas, toda una filosofía que nos enseña a buscar la belleza en las cicatrices que nos deja la vida.

El bar y restaurante Josefita, sucursal de La Gloria ambos en Malasaña, hace un homenaje a Duralex con los platos que cuelgan de las paredes antes de que la empresa cerrara. Lo que a su abuela le parecía cutre, a ella le transporta a su casa y le transmite calidez. 


* RAE, Desportillar: deteriorar o maltratar algo, quitándole parte del canto o boca y haciendo portillo o abertura.


2 comentarios:

Beatriz Olivenza dijo...

Preciosa entrada. Comprendo muy bien a tu madre: siento un disgusto desproporcionado cuando se rompe un objeto que es valioso para mí y suelo invertir mucho tiempo y esfuerzo en intentar arreglarlo. Ojalá la vida admitiera reparaciones semejantes.

Mª Ángeles Cuéllar dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.

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