miércoles, 11 de enero de 2023

Reflexiones sobre el juramento de Rishi Sunak sobre el Bhagavad-Gita


Este comentario se me traspapeló, tenía que haberlo puesto en la fecha correspondiente, el 24 de octubre del año pasado.


Según informan los medios, el premier británico Rishi Sunak no ha jurado su cargo sobre la Biblia, como es tradición, sino sobre el Bhagavad-Gita, uno de los libros sagrados del hinduismo, religión profesada por este político.

    El Bhagavad-Gita (Canto del Bienaventurado), que consta de 700 versos en sánscrito, está incluído en el inmenso poema épico Mahabhárata y, como este, ha sido atribuído al legendario Vyasa, y por ello se puede considerar anónimo. La fecha de composición, muy dudosa, puede estar entre los siglos II a. C. y I-II d.C.

    Al comienzo de la obra, a punto de librarse una gran batalla, el héroe Arjuna siente desfallecer su ánimo al pensar en la cantidad de hombres que van a morir, muchos de ellos, en ambos bandos, parientes y amigos suyos. Tal derramamiento de sangre sería un gran pecado que le haría infeliz para siempre. Se pregunta incluso si no sería mejor ofrecerse inerme al enemigo y morir antes de acometer semejante matanza. Arjuna tira el arco y las flechas y se sienta, completamente hundido, en el fondo de su carro.

   El momento es de una enorme grandeza por lo que significa de evolución mental y espiritual frente a la barbarie primitiva de la guerra. Bien es verdad que Arjuna menciona entre los efectos perniciosos de la contienda el que muchas mujeres, al quedarse sin maridos o novios, se “pervertirían” procurando casarse con hombres “de otras castas”, y la confusión de castas traería la destrucción del mundo. Esta postura nos dice ya algo de lo que luego será el mensaje central de la obra. Pero aun así hay que valorar una de las más claras prefiguraciones de la objeción de conciencia, con 2000 años de antelación.

    Entonces le habla su auriga, que es nada menos que el dios Krishna, y le reconforta para que se lance sin vacilar al combate. Le explica que lo que importa no es el cuerpo, ni el dolor, ni la muerte, sino el alma, que es eterna, no ha sido creada ni puede morir, y cuya meta es mejorar y purificarse para, tras reencarnarse en otros cuerpos, sumirse en lo divino.

    Y Krishna va exponiendo las vías que debe seguir el sabio para lograrlo y convertirse en verdadero yogui, superando el karma (ley universal de la reencarnación), una prolija explicación que llena el grueso de la obra, repartida en 18 capítulos.

    Ante todo, cada uno debe cumplir su dharma (ley moral individual), que le une a una casta y a una misión concreta. En todas las posiciones de la vida se puede y se debe aspirar a la perfección, sin ambiciones ni apegos, para alcanzar la unión con la divinidad o yoga, palabra india de la misma raíz indoeuropea que nuestro “yugo” y su extensa familia (junto, juntar, conjunción, junta, yunta, ayuntamiento, conyugal…). Lo esencial es pensar en el alma y no en el cuerpo. Como dice Krishna en el capítulo 2º, “el hombre iluminado no se entristece por los vivos ni por los muertos”. Es el desapego. Hay que entregarse a la acción, pero sin pensar en los frutos de la acción. (¿Renunciará Sunak a “los frutos de la acción”, o sea a su sueldo como primer ministro?)

     Arjuna pertenece a la casta de los guerreros, y como tal su deber es luchar, sin importarle la victoria o la derrota, la vida o la muerte. “Si mueres, irás a los cielos; si vences, serás el señor de la tierra: levántate y lucha”. En el resto de la obra Krishna despliega su doctrina con todas las vías para alcanzar la perfección: renuncia, desapego, devoción, meditación, sabiduría… Al final, Arjuna, lleno de valor y entusiasmo, se lanza a la batalla.

    El prenombre de Sunak es Rishi, que significa “sabio inspirado”. Esperemos que haga honor a ello, aunque no se sabe si sería peor un “ateo malvado” o un fiel creyente de tales enseñanzas.

    Entre otras versiones en español de la Bhagavad-Gita pueden consultarse la de José Barrio (Madrid-Buenos Aires, Aguilar 1953) y la de José Alemany, de fines del XIX y varias veces reeditada (Barcelona, Orbis 1986). Hay otras más recientes, como la de Consuelo Martín en Trotta (Madrid, 1997; varias reediciones), con interesante introducción y un extenso comentario indio medieval que multiplica varias veces el texto del poema.

 Sigo apostando por los estados laicos donde hay una separación Estado-Iglesia y no es necesario jurar sobre un libro sagrado como la Biblia, el Corán o la Torá como es tradición en otros países. Basta con jurar la Constitución, el único libro para todos que supone una apuesta por dejar todo signo religioso en el pasado para entrar verdaderamente en el siglo XXI.

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